EL G20: acaba la tregua

domingo, 2 de diciembre de 2018 · 11:05
BUENOS AIRES (proceso.com.mx).- Primero Donald Trump, a continuación Xi Jinping, estrechan protocolarmente la mano de Mauricio Macri en las imágenes que transmite una pantalla muda, ubicada en la cabecera de la sala de trabajo del Centro Internacional de Prensa, en la que ahora trajinan unos doscientos periodistas acreditados a la Cumbre de Líderes del G20. El presidente norteamericano y su par chino protagonizaron el 1 de diciembre el encuentro más importante de todos los que se celebraron en Buenos Aires. Allí se selló una tregua de 90 días, en las que no habrá imposición recíproca de nuevos aranceles. El compromiso no detiene la guerra comercial entre ambas potencias pero sí gana algo de tiempo. El G20 en Argentina reunió a los mandatarios de las veinte mayores economías del planeta. El foro sirvió para ratificar la crisis que vive el multilateralismo, en un contexto de fragmentación e incertidumbre, signado por la disputa geopolítica y geoeconómica entre Estados Unidos y China, disputa que también involucra a la Unión Europea, Rusia y a otras regiones del mundo. El documento final del G20 es el primero, desde que los presidentes comenzaron a reunirse en 2008, que no condena el proteccionismo. El texto destaca, además, la necesidad de reformar la Organización Mundial de Comercio (OMC). Estos logros diplomáticos de Donald Trump no pudieron repetirse en el plano medioambiental. Mientras que 19 países reafirmaron la implementación del Acuerdo de París para limitar el cambio climático, Estados Unidos reiteró su derecho a utilizar “todas las fuentes de energía” para asegurar el crecimiento. Por último, a través de la firma del T-MEC con Canadá y México, Trump logró incluir un freno a China en ese espacio económico. “El triunfo de Trump hace dos años fue una manifestación de la crisis de la hegemonía de EU, que desde hace 30 o 40 años viene perdiendo peso económico a nivel mundial, y que después de un período donde intentó asentarse como gendarme planetario, hoy está en un claro proceso de declinación hegemónica”, dice a Apro el Doctor en Historia Económica Leandro Morgenfeld, durante una pausa de un debate realizado en la Universidad de Buenos Aires el 29 de noviembre, en el marco de la Cumbre de los Pueblos, el mayor evento de oposición social, política y académica a la concepción del mundo que impulsa el G20. “Lo que acá se discute es cómo va a ser el tránsito de un mundo con EU como única superpotencia a nivel global hacia un mundo con dos centros, ya que China viene creciendo a tasas muy altas desde hace cuatro décadas y hoy tiene una previsión de superar en cuanto al PBI a EU en los próximos años”, dice el autor de Bienvenido, Mr. President (Econ, 2018), en el que se reflejan las visitas de los mandatarios norteamericanos a Argentina. En la actualidad las economías norteamericana y china están entrelazadas y muestran un enorme grado de interdependencia. China es el principal tenedor de bonos de EEUU y EEUU uno de los principales consumidores de las exportaciones chinas. Muchas empresas norteamericanas exportan a EU desde China. En EU hay también mucha inversión de capitales chinos. “Lo que observamos es una puja entre China y EU, así como la puja que mantiene EU con Europa, que paulatinamente erosionan las prácticas y disciplinas de negociación surgidas al finalizar la Segunda Guerra Mundial, y también los regímenes globales y el sistema de negociaciones comerciales multilaterales, como por ejemplo la OMC”, dice a Apro Sergio Cesarin, quien dirige el Centro de Estudios sobre Asia del Pacífico e India de la Universidad Nacional de Tres de Febrero. “El efecto de esta erosión es fáctico, porque las cuestiones centrales no se resuelven en el seno de las instituciones de orden global, surgidas del orden institucionalista liberal del siglo pasado, pero a la vez hay un efecto simbólico, porque estas instituciones ya no parecen responder a las nuevas lógicas de poder”, sostiene. Exigencias Estados Unidos es la mayor potencia económica, tecnológica y militar del mundo. Pero su peso, en términos relativos, va en declive. Los últimos documentos de Defensa y Seguridad nacional elaborados en Washington ubican a China como el principal “adversario estratégico”. Durante una charla el 4 de octubre en el Hudson Institute, el vicepresidente norteamericano Mike Pence fue explícito: “Con su plan ‘Made in China 2025’, el Partido Comunista chino se prepara para controlar 90 por ciento de las industrias más avanzadas del mundo, incluyendo robótica, biotecnología e inteligencia artificial. Para ganar los más altos comandos de la economía del siglo XXI, Beijing puso a sus burócratas y empresarios a obtener la propiedad intelectual estadounidense, fundamento de nuestro liderazgo, por cualquier medio”. “Uno de los problemas críticos en la competencia global y estratégica China-EU es la obtención por parte de China de nuevas tecnologías mediante la transferencia directa, la compra de licencias, las alianzas empresarias, las fusiones, las adquisiciones e incluso el espionaje industrial”, dice Sergio Cesarin. China comenzó a aplicar esta política de modernización tecnológica en agricultura, ciencia y tecnología, industria y defensa en 1978. Ha puesto las estrategias de innovación y adelanto tecnológico al tope de la agenda gubernamental hasta mediados de siglo. “China no quiere ser mera depositaria o receptora de tecnología extranjera, por eso ha desarrollado capacidades endógenas que se traducen en mayor autonomía y competitividad. Un eficiente sistema político altamente centralizado como el chino gana así espacios de poder en el siglo XXI”, dice Sergio Cesarin. “¿Acaso EEUU no ha sido por décadas el principal receptor de miles de estudiantes chinos formados en sus mejores universidades, ingenieros chinos trabando en Sillicon Valley, o firmas tecnológicas americanas asociadas con firmas chinas que explotan mercados tecnológicos globales?”, se pregunta: “¿Qué esperaban, que China se quedara quieta? Opino que la estrategia de ‘contención tecnológica’ que los EE.UU desean aplicar contra China es como querer tapar el sol con las manos”, afirma. El Premio Nobel en Economía Joseph Stiglitz predice una guerra comercial prolongada, ya que Estados Unidos hace demandas a las que China no puede acceder, exigiéndole que renuncie a sus objetivos de convertirse en un país avanzado. “China podrá realizar ajustes en su sector externo y mejorar prácticas comerciales, podrá renunciar a la militarización de islas en el Mar del Sur o a avances en otras regiones del planeta, pero no abandonará la Estrategia 2025”, dice Sergio Cesarin. Por lo pronto, EU dejará en suspenso por 90 días su decisión de elevar al 25 por ciento los aranceles para al menos la mitad de las importaciones provenientes de China, por un monto de 200 mil millones de dólares, que iba a regir a partir del 1 de enero próximo. Los aranceles que ambos países se aplican se mantendrán en el 10 por ciento. Las negociaciones proseguirán durante la tregua. En caso de falta de acuerdo, los gravámenes se elevarán al 25 por ciento. Rispideces Durante la cumbre del G20, Enrique Peña Nieto rubricó en nombre de México el tratado T-MEC con Canadá y Estados Unidos. “La negociación del nuevo acuerdo comercial buscó salvaguardar la visión de una América del Norte integrada, la convicción de que juntos somos más fuertes y competitivos”, dijo el entonces presidente mexicano, horas antes de despedirse del cargo. En su artículo 32, el tratado indica que sus miembros deberán abstenerse de entablar relaciones con economías que no son de mercado, en clara referencia a China. En la cumbre de Buenos Aires se evidenció el distanciamiento entre Washington y Moscú. Debido a la escalada de la tensión entre Ucrania y Rusia en torno a Crimea, Trump canceló la reunión con su par ruso Vladimir Putin. Estados Unidos ha decidido además sanciones contra Rusia por su papel en Siria. Estados Unidos considera a Rusia –al igual que a China– como “adversario estratégico”. Moscú y Beijing, que por su parte muestran una larga historia de recelos, en los últimos años han firmado varios acuerdos de cooperación y en septiembre de 2018 realizaron una impresionante demostración militar conjunta en Stavropol. “Antes que una alianza considero que lo que los une es una comunidad de intereses, en primer lugar, el recelo ante EU, a su proyección hegemónica en Asia del Pacífico, el aumento del gasto militar, el hecho de que la estrategia de Defensa estadounidense los defina como adversarios estratégicos”, explica Sergio Cesarin. “Para EU ambos representan sistemas autocráticos de poder frente al sistema liberal democrático occidental. China es percibida como agresiva en la militarización de islas en el Mar del Sur y Rusia por su anexión de Crimea”, señala. “China y Rusia cuentan con cibercapacidades para dañar el sistema productivo y tecnológico estadounidense así como influir en sus procesos políticos. China, y especialmente Rusia, rechazan la expansión de la OTAN hacia el este y así las mutuas sospechas se retroalimentan”, sostiene. Las diferencias de Estados Unidos con la Unión Europea afectan a su vez el atlantismo. Las mieles de la relación que Alemania y Francia mantenían con líderes como Bill Clinton o Barack Obama, representantes de la fracción más globalista de la burguesía norteamericana, se han diluido bruscamente. A las presiones de Trump para que la UE eleve su presupuesto militar para financiar a la OTAN, la UE le ha contestado con el anuncio de la creación de un ejército propio. Particularmente Alemania y Francia temen además el anunciado aumento de los aranceles a sus vehículos en el mercado norteamericano. China también actúa en medio de esta discordia. “Pese a las buenas relaciones históricas, la UE recela de China”, explica Sergio Cesarin. “Alemania y los Países Bajos figuran entre los principales socios comerciales de China. Europa occidental está unida a China por la conexión ferroviaria Shanghái–Madrid. Para China, Europa en su conjunto es central en su estrategia geoeconómica de proyección terrestre y marítima denominada Nueva Ruta de la Seda”, señala. “China espera que la UE la apoye en su puja comercial con EU. y la asume como un socio en un mundo multipolar. Europa desea mantener una intensa relación con China sin romper el ‘atlantismo’, estrategia que la debilitaría como actor global y ante Beijing”, explica. Asimismo, la UE recela de ciertas prácticas chinas como el dumping, las imposiciones sobre transferencia tecnológica, el no reconocimiento de derechos sobre propiedad intelectual y las malas praxis ambientales. El G20 fue también escenario de la tensión entre Turquía y Arabia Saudita. El príncipe saudi Mohammed Bin Salmán, sospechado de haber promovido el asesinato del periodista Jamal Khashoggi en Estambul, gozó de la distante protección norteamericana. Por otra parte, Theresa May, primera ministra del Reino Unido, se reunió con Mauricio Macri el 1 de diciembre. Con antelación había reafirmado que el Brexit “no modificará” la política de Gran Bretaña hacia las Islas Malvinas. Descartó, de este modo, cualquier apertura a una negociación con Argentina por la soberanía. El gobierno argentino, por su parte, informó que durante el encuentro “no se tocó el tema Malvinas”. Sin agenda propia El sol calienta el asfalto de una Avenida 9 de Julio inusitadamente libre de automóviles. Son las cuatro de la tarde del 30 de noviembre. En la cabecera de la multitudinaria manifestación, tras una bandera que reza “Fuera G20 – Fuera FMI”, hay una anciana bajita de pañuelo blanco en la cabeza. “Estamos acá para repudiar la presencia del G20, del Fondo Monetario Internacional, de una política que hace este gobierno de hambre y represión aceptando lo que las instituciones estas vienen a recomendarnos”, dice a Apro Nora Cortiñas, 88 años, una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo. “No queremos recomendaciones económicas, queremos una Argentina libre, con vida digna para todos sus habitantes, sin represión, sin ajuste”, dice. Un centenar de metros más atrás, algunas jóvenes apelan al body painting, marchando con las banderas de varios de los países del G20 pintados en sus cuerpos y sus caras, en un potente llamado a una humanidad ausente en la mesa de las decisiones. La manifestación atraviesa la ciudad hasta llegar a Plaza Congreso. Las calles adyacentes, al igual que muchos sectores de la ciudad, están vallados. Durante estos tres días no funciona el metro, ni los trenes, ni tampoco hay aviones. Buenos Aires luce repleta de retenes controlados por gendarmes con cascos de guerra y algunas armas largas, que restringen el paso y el tránsito vehicular. Por lo pronto, América Latina llega al G20 desunida. El Presidente Macri ha sido un activo promotor de la desintegración regional, paralizando el Mercosur, la Unasur y la CELAC. La fragmentación regional genera mayor debilidad, dependencia y falta de autonomía. “No hay una agenda propia”, dice Leandro Morgenfeld: “Macri toma la agenda de los países del G7: más desregulación económica, más poder a los organismos financieros internacionales como el FMI, o como la OCDE o la OMC, y esa estrategia de fragmentación regional es muy funcional a los países centrales y sobre todo a EEUU”, explica. “Es más: Macri eligió la peor fecha posible para hacer la cumbre, el 1 de diciembre, día de la investidura del presidente López Obrador en México, un error garrafal desde el punto de vista diplomático”, dice. “Y Brasil llega con Temer, con una imagen menor al 5 por ciento, y que el 1 de enero le va a pasar el mando a Bolsonaro. Es decir que la región nunca estuvo tan mal representada en una cumbre del G20”. El documento final del G20 revela las diferencias que persisten en torno de la agenda comercial y medioambiental a nivel global. Donald Trump ratificó su falta de compromiso en la lucha contra el cambio climático. La ausencia de una condena al proteccionismo y la inclusión de una “necesaria reforma de la Organización Mundial de Comercio” fueron triunfos del magnate neoyorquino. El tono que cobrará la puja entre los dos bloques económicos más importantes, que impacta en toda la economía del planeta, habrá de verse en los próximos 90 días.

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