Colombia: El matemático que quiere gobernar

sábado, 17 de febrero de 2018 · 10:00
Sergio Fajardo es un personaje atípico: académico metido tardíamente a la política, casi sin proponérselo fue alcalde de Medellín y después, gobernador del departamento de Antioquia; no lo hizo tan mal, pues dejó esos cargos con altos niveles de aprobación popular. Ahora busca la presidencia de Colombia con una candidatura independiente y todas las encuestas lo dan como favorito. Alejado de las confrontaciones, la apuesta de este matemático es la reconciliación, la lucha contra la corrupción y la educación, areas que atendió a su paso por la alcaldía, lo cual se tradujo en un abatimiento de los índices de violencia en su ciudad natal, que alguna vez fue la más violenta del continente. BOGOTÁ.- Sergio Fajardo es un matemático que saltó de la academia a la vida pública a los 43 años, en 1999, cuando su natal Medellín era la ciudad más violenta de América Latina y él, sin proponérselo, acabó al frente de un movimiento que lo postuló para la alcaldía. Hoy, 18 años después, tras haber sido alcalde de Medellín y gobernador de Antioquia, el departamento más rico y poblado del país, Fajardo quiere ser presidente de Colombia... y todas las encuestas lo ubican como el favorito. En medio de la polarización que vive esta nación entre partidarios y opositores al acuerdo de paz con la exguerrilla de las FARC, Fajardo propone pasar la página de la confrontación política y concentrar los esfuerzos del país en tres temas: la reconciliación, la lucha contra la corrupción y la educación. Ese mensaje y los altos índices de aprobación con los que acabó sus gestiones como alcalde y gobernador, le han acarreado amplio respaldo. “Creo que hemos conectado con la gente porque todos estamos cansados de la polarización. Lo que propongo es tratarnos con respeto, entendernos por encima de las diferencias y construir, no destruir”, dice en entrevista el candidato de la centroizquierdista Coalición Colombia. Fajardo se inscribió como aspirante presidencial mediante la recaudación de firmas, lo que le da la condición de candidato ciudadano y lo ubica más allá de los partidos que lo postulan: el izquierdista Polo Democrático Alternativo, la centroizquierdista Alianza Verde y su movimiento, Compromiso Ciudadano. Y aunque faltan tres meses y medio para los comicios en que los colombianos elegirán un nuevo mandatario, el exalcalde de Medellín es, hoy por hoy, el candidato a vencer. Según todos los estudios de opinión, Fajardo será uno de los dos candidatos más votados en la primera vuelta presidencial, el próximo 27 de mayo, y por tanto pasará, junto con otro de sus oponentes, a la segunda ronda, programada para el 17 de junio. La encuestadora Invamer señala que en una segunda vuelta el exalcalde derrotaría a cualquiera de los candidatos que se midan con él, incluidos los derechistas Germán Vargas Lleras, de Cambio Radical; Martha Lucía Ramírez, del Partido Conservador; o Iván Duque, del Centro Democrático, el partido del expresidente Álvaro Uribe. También al izquierdista Gustavo Petro. “Pero nuestro objetivo –asegura Fajardo– es ganar en la primera vuelta (para ello necesitaría obtener 50% más uno de los votos). Y para eso vamos paso por paso, como en las matemáticas.” El candidato, que se dedicó durante dos décadas a la investigación científica, sabe que en un país en el que la derecha se ha fortalecido en los últimos años exacerbando el miedo a los acuerdos de paz con las FARC, él tiene que hacer una labor de equilibrista político. Uno de sus desafíos será lograr el apoyo de los votantes de otras fuerzas de izquierda que irán por su lado en la primera vuelta, sin que ello lo haga perder al electorado de centro. Otro, construir una base electoral lo suficientemente amplia como para vencer a candidatos que lo siguen en las encuestas –como Vargas Lleras o Duque– pero que tienen poderosos aparatos clientelares, o con el respaldo de cuestionados caciques regionales que manejan los hilos del poder en sus zonas de influencia. Según Fajardo, el primer paso para derrotar al clientelismo es no incurrir en él: “Nosotros –dice el doctor en matemáticas por la Universidad de Wisconsin– no vamos a pagar ni un peso por un voto, porque quien paga para llegar, llega a robar”. De Medellín a Bogotá En 2000, cuando Fajardo realizaba su primera campaña por la alcaldía de Medellín, una mujer lo sacó a bailar durante un encuentro con habitantes del barrio marginal Lovaina. Él, que dice ser “pésimo” bailarín, tuvo que pasar la vergüenza y se dispuso, al menos, a no pisarla. Pero en realidad la mujer no quería bailar con el candidato sino decirle algo sin que nadie lo notara. Cuando logró separarlo de la muchedumbre, ella le susurró al oído que era la mamá de Byron de Jesús Velásquez, quien 16 años antes había participado en el asesinato del entonces ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla, por encargo del Cártel de Medellín. Byron ya había pagado su condena y era uno de los asistentes al acto de campaña de Fajardo. La mamá del aún joven expresidiario le recomendó al candidato que se fuera de ahí. “Me da mucho susto que le vaya a pasar algo a usted”, le dijo. En su libro El poder de la decencia, publicado en diciembre, Fajardo señala que de esa manera fue conociendo las realidades más crudas de Medellín, una urbe de contrastes: emprendedora, industrial, violenta y rodeada de barrios pobres enclavados en los cerros. Él, que pensó que siempre se dedicaría a la investigación matemática, ganó la alcaldía de Medellín en 2003, tras una fallida campaña tres años antes. La ciudad había sobrevivido a tres guerras: en los ochenta y noventa, la que desató contra el Estado el jefe del Cártel de Medellín, Pablo Escobar; la que libraron los sucesores del capo para controlar el negocio del narcotráfico; y la que enfrentó a paramilitares y guerrillas en el área urbana. La gestión del matemático como alcalde coincidió con la desmovilización de los grupos paramilitares que negociaron un acuerdo de paz con el entonces presidente Álvaro Uribe. Ese proceso de pacificación, una operación militar que expulsó de la populosa Comuna 13 a las milicias urbanas de las FARC y del ELN y un plan de intervención social de la alcaldía en los barrios más vulnerables hicieron descender drásticamente los índices de criminalidad. En 2003 Medellín había registrado una tasa de homicidios de 98 por cada 100 mil habitantes, lo que la ubicaba como la ciudad más violenta de América Latina. En 2007, el último año de Fajardo como alcalde, la tasa de homicidios había caído a 26 por cada 100 mil habitantes. “Llevamos a las comunas más policías, pero también educación, vivienda, salud y cultura”, asegura. Medellín sigue siendo una ciudad violenta. El año pasado ocurrieron 11 homicidios cada semana, en promedio. También sigue siendo una ciudad inequitativa. Pero Fajardo le cambió el rostro a esa urbe, la segunda más importante de Colombia después de Bogotá, llevando a las comunas grandes obras, como el Metrocable, y promoviendo la recuperación del espacio público. En pocas ciudades de América Latina sus habitantes tienen esa apropiación de las plazas, los parques y los paseos peatonales. Como gobernador de Antioquia, cargo que ocupó entre 2011 y 2015, hizo de la educación su apuesta principal. En esos cuatro años equipó colegios, construyó universidades y parques educativos, digitalizó 210 planteles y becó a mil maestros y 14 mil estudiantes universitarios para que realizaran posgrados. La deserción escolar bajó a la mitad en ese periodo. Dejó la alcaldía de Medellín con una aprobación de 89%, mientras que como gobernador de Antioquia su popularidad llegó a 83%, según cifras de la encuestadora Gallup. Vicisitudes de campaña Hoy que Fajardo quiere llevar su experiencia de gobierno al plano nacional y que encabeza todos los sondeos, ya comenzaron a circular en las redes sociales historias negras de su paso por la alcaldía y la gubernatura. En WhatsApp hay cadenas anónimas con acusaciones y ataques personales. En una se dice que una empresa de su hermano Andrés construyó 10 colegios públicos durante la gestión de Sergio como alcalde, lo cual, según investigó el portal La Silla Vacía, es falso. En otra lo acusan de que, si llega a ser presidente, “tarde o temprano llevará a Colombia al modelo castro-chavista de Venezuela”. Fajardo dice que las “cadenas de mentiras e insultos” son promovidas por los sectores “que le tienen pavor a la reconciliación y que creen que la política del miedo y la venganza sirve a sus intereses”. El mes pasado la agencia Bloomberg News aseguró en una nota que el candidato presidencial favorito duplicó con creces en sus cuatro años como gobernador de Antioquia la deuda de ese departamento, la cual se elevó de 213 a 466 millones de dólares. Fuentes de la campaña de Fajardo afirman que esos recursos sirvieron para financiar el programa social y educativo del gobernador. Y como porcentaje del PIB de Antioquia, la deuda se mantuvo en niveles manejables: en 2011 representó 0.8% del valor de la economía de ese departamento, y en 2015, 1.3%. Algunos adversarios de Fajardo ya comenzaron a afirmar que los mercados “temen que sea elegido”. Para un asesor del candidato, “lo que se busca es atacarlo por el flanco izquierdo, y eso es parte de la polarización que vivimos”. –¿Un país tan polarizado se puede reconciliar, como usted propone? –se le pregunta a Fajardo. –Sí. Los acuerdos de paz con las FARC son un hecho fundamental, pero han generado polarización. Yo tengo la convicción de que hay que cumplir esos acuerdos para reconciliarnos, porque una sociedad que disminuye la violencia y le quita terreno a la muerte vive mucho mejor. –Dos extremos de la polarización colombiana son el expresidente Uribe y las FARC. ¿Qué piensa de ellos? –Uribe es un protagonista de la vida de Colombia y es un ser profundamente complejo. Yo prefiero no referirme a él, sino a sus posturas. Y las FARC ya se desarmaron y participan en la política legal. Ese es el sentido del acuerdo de paz: que nadie defienda sus ideas con un arma en la mano. –¿Y cómo reconciliar a un país tan ­dividido? –Hay que promover una cultura ciudadana y de la legalidad que cambie la forma como nos relacionamos. Hay que revisar nuestros comportamientos como sociedad y aprender a aceptar las diferencias, desde la familia, desde la escuela. Eso se hace con pedagogía. Un político en mangas de camisa Además de las campañas proselitistas que encabezó en 2000 y 2003 para la alcaldía de Medellín, y de la que hizo en 2011 para la gobernación de Antioquia, este matemático de 61 años fue también candidato a la vicepresidencia. En 2010, como fórmula del aspirante presidencial Antanas Mockus –científico, como él, y uno de sus principales referentes políticos–, Fajardo recorrió el país y se convirtió en una figura conocida a nivel nacional. La dupla Mockus-Fajardo pasó a la segunda vuelta presidencial de 2010, pero fue derrotada por el actual mandatario, Juan Manuel Santos. Fajardo es un político de estilo informal que usa el cabello largo y sin peinar. Pocas veces se la ha viso con corbata. Casi siempre viste con pantalones de mezclilla sin cinturón y camisas Ralph Lauren. El candidato presidencial de la Coalición Colombia es integrante de una acaudalada familia de Medellín, la capital de Antioquia, y muchos de los empresarios más influyentes de la ciudad lo conocen desde niño y son sus amigos. Es usual que Fajardo hable del mundo de oportunidades y privilegios en el que creció. Dice que desde muy temprano fue consciente de que, en Colombia, la extracción social determina lo que las personas pueden llegar a ser. “Esas desigualdades representan una profunda injusticia. Por eso, luchar contra esa injusticia es la mayor motivación de mi trabajo”, escribió en El poder de la decencia, libro en el que incluye varios diagramas para explicar sus propuestas. Por muy político que sea, Fajardo no ha perdido su condición de profesor de lógica matemática. Esos mismos diagramas los usaba para preparar sus clases. Según explica, la teoría de modelos con la que trabajan los matemáticos le ha sido especialmente útil en la actividad política porque es la que permite, en el ámbito de la ciencia, construir un lenguaje común que hace posible relacionar entre sí las diferentes áreas de las matemáticas. “En el fondo –asegura– eso es lo que he hecho en la política: conectar a organizaciones comunitarias, académicos, ONG, empresarios y artistas que estaban aislados unos de otros. Nosotros conectamos. Esa es la esencia de todo el trabajo que he hecho”. Entre Mandela y Obama En Colombia consideran a Fajardo un centroizquierdista con habilidad para relacionarse con diferentes sectores. Su candidatura ha puesto en alerta a los políticos ­tradicionales. El candidato Vargas Lleras ha dicho que observa “con horror” que sectores de la izquierda puedan asumir el control del Estado colombiano y que hará todo lo que esté a su alcance para evitar que eso ocurra. El senador Jorge Enrique Robledo, un aliado de Fajardo, dice que ese es el discurso de los que se sienten dueños del país y actúan como tales. “Lo atacan porque saben que es el único candidato capaz de derrotar en las urnas a los mismos y las mismas de siempre”, señala. Cuando se le pide a Fajardo una definición en los parámetros de la geometría política izquierda-derecha, él se resiste. “Es una clasificación obsoleta, a la que no le paro bolas (no le hago caso)”, señala. Sus adversarios lo tachan de “tibio” o “ambiguo”. Él asegura que sólo es una nueva forma de hacer política, más allá de las ideologías. Explica que por eso admira al expresidente estadunidense Barack Obama y al desaparecido líder sudafricano Nelson Mandela. En su juventud, Fajardo participó en Bogotá en protestas contra el dictador chileno Augusto Pinochet. Y la primera vez que votó, en las elecciones presidenciales de 1990, lo hizo por Antonio Navarro Wolff, un excomandante de la guerrilla del M-19. Fajardo no es el único candidato presidencial del progresismo colombiano. También está el exalcalde bogotano Gustavo Petro, a quien le va muy bien en las encuestas. Muchas voces de la izquierda pugnan por una coalición que una a Fajardo, Petro y el candidato liberal Humberto de la Calle, quien fue jefe del equipo gubernamental que negoció los acuerdos de paz con las FARC. Fajardo prefiere, por ahora, ir solo con la Coalición Colombia, que es la suma de tres partidos. Le parece que una consulta interpartidista sería “una distracción” de las labores de campaña. Esa es una decisión riesgosa porque los votos de Petro y De la Calle le puede hacer falta en la primera vuelta. Este reportaje se publicó el 11 de febrero de 2018 en la edición 2154 de la revista Proceso.

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