Guerra de espías

domingo, 25 de marzo de 2018 · 09:00
El envenenamiento del exespía ruso Serguei Skripal –ocurrido en territorio británico– causó una airada reac­ción de Londres y dio pie a un conflicto que amenaza crecer. El exagente habría sido intoxicado con una sustancia de manufactura rusa, lo que desató una investigación cuyos resultados conducen ineludiblemente a Moscú. En el primer capítulo de esta tragedia, el gobierno británico decidió expulsar a 23 diplomáticos de Rusia y en las aduanas y puertos aumentó la inspección de paquetes procedentes de territorio ruso. LONDRES (Proceso).- A las 13:40 horas del pasado domingo 4, el exespía ruso Serguei Skripal estacionó su BMW en el centro de la tranquila ciudad de Salisbury, en el oeste de Inglaterra. Iba con su hija Yulia, quien había llegado de Moscú un día antes para visitarlo. Skripal, de 66 años, y Yulia, de 33, decidieron tomar primero unas cervezas en el pub Bishop’s Mill, con vista al pintoresco río Avon, donde en ese momento varias parejas se encontraban almorzando el típico asado con verduras de los domingos en Inglaterra. De allí caminaron unos metros hasta el restaurante italiano Zizzi, donde hacia las 14:20 horas ya estaban almorzando. El sitio estaba prácticamente vacío. Sólo dos personas más se encontraban en el lugar, en una mesa alejada. Skripal y su hija hablaron y rieron durante toda la comida, mientras bebían una botella de vino tinto italiano, como contaron más tarde los camareros del lugar. Hacia las 15:35 abandonaron el restaurante. Pocos minutos más tarde las cámaras del gimnasio aledaño, Snap Fitness, captaron la imagen de una pareja –un hombre con barba y una rubia con una bolsa roja– que caminaba muy cerca de donde se encontraban los Skripal. Serguei y su hija caminaron tambaleantes hasta un banco público frente al centro comercial The Maltings. Ahí, minutos después, se derrumbaron. Freya Church, una joven que caminaba por el lugar, fue la primera que vio a la pareja y alertó a la policía. “Vi a un hombre mayor con una chica más joven. Ella parecía estar apoyada sobre él, inconsciente. El hombre estaba haciendo unos movimientos extraños, miraba al cielo como dolorido. Parecía como que habían tomado algo muy fuerte”, contó Church más tarde a la Radio 2 de la BBC. Hacia las 16:15 horas la policía de Wiltshire recibió la llamada de emergencia. Pocos minutos después llegó el agente Nick Bailey. Tocó a Skripal y a su hija, quienes ya estaban inconscientes. Ambos fueron trasladados al hospital distrital de Salisbury, donde permanecen internados en estado de gravedad. Bailey también fue internado, por haber tocado sin protección al exespía y a su hija. Los Skripal fueron envenenados con el agente neurotóxico Novichok, creado en la Unión Soviética a finales de los setenta y principios de los ochenta. Es 10 veces más letal que el gas nervioso VX o que el gas sarín. Represalias Después de varios días de investigaciones por parte de peritos forenses del laboratorio de Porton Down, en Salisbury, y más de 100 detectives y militares de la unidad antiterrorista de Scotland Yard, se logró determinar el sitio exacto donde se produjo el Novichok que envenenó a los Skripal: el Instituto Estatal de Investigación Científica de Química Orgánica y Tecnología, a 15 minutos de la estación Aviamotornaya del metro moscovita. En sus laboratorios se experimenta a diario con agentes neurotóxicos vetados por la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas, de la ONU. Después de que los expertos identificaron la fuente del agente nervioso, la primera ministra británica, Theresa May, sostuvo el pasado lunes 12 una reunión de emergencia en la residencia de Downing Street. Luego lanzó desde el Parlamento un ultimátum de 24 horas a Rusia para que respondiera a las acusaciones sobre cómo produjo el Novichok y lo administró a Skripal y a su hija. Durante una acalorada sesión de preguntas y respuestas en la Cámara de los Comunes, la mandataria conservadora calificó el hecho “como un acto de guerra” perpetrado en suelo británico, que “puso en peligro la vida de cientos de personas inocentes”. El jefe de la oposición, el laborista Jeremy Corbyn, fue más cauto. Sugirió que no había evidencia definitiva para culpar al Estado ruso por el envenenamiento de Skripal y su hija. Según Corbyn, aunque Rusia “haya sido directa o indirectamente responsable” del ataque, “la culpabilidad puede tener muchas formas”. Al respecto, señaló la “historia problemática” de los servicios británicos de inteligencia en materia de armas químicas. Muchos parlamentarios conservadores acusaron a Corbyn de negarse a apoyar a la primera ministra. Le dijeron que era una “vergüenza” y lo tildaron de “traidor”. Un día después, y tras considerar “insatisfactoria” la respuesta de Moscú –que calificó el debate parlamentario y las acusaciones como “circenses”–, el gobierno británico anunció duras represalias contra la administración de Putin. May confirmó la expulsión –en un plazo de siete días– de 23 diplomáticos de alto rango identificados como “agentes de inteligencia no declarados”. Es la mayor expulsión de diplomáticos rusos en el Reino Unido en más de 30 años. En respuesta, Rusia indicó que expulsará a diplomáticos británicos de territorio ruso. Además Londres estableció controles más rigurosos para aviones privados provenientes de Rusia, y en las aduanas y puertos aumentó la inspección de paquetes procedentes de territorio ruso. También anunció que congelaría bienes del Estado ruso si las autoridades hallan evidencia acerca de que pudieran ser utilizados para poner en peligro la vida o propiedad de ciudadanos o residentes en Gran Bretaña. Confirmó que ministros del gobierno e integrantes de la familia real boicotearán el Mundial de Futbol en Rusia, a disputarse este año. Como parte del paquete de sanciones, Gran Bretaña decidió suspender todo contacto bilateral de alto nivel con Rusia. May explicó que se presentará además un proyecto de ley para aumentar la defensa contra actividades de “Estados hostiles”, similar a la ley Magnitsky de 2012, que sanciona a rusos implicados en actos de corrupción o en violación de derechos humanos, con el congelamiento de bienes y la prohibición para viajar. Además, el gobierno británico anunció que creará un nuevo centro de defensa para armas químicas, valuado en unos 67 millones de dólares, con el fin de impedir futuros ataques con agentes neurotóxicos provenientes de Rusia, Corea del Norte u otros países. Dicho centro será creado en Porton Down y contará con decenas de científicos especializados en armas químicas. Las autoridades británicas indicaron que la Policía Metropolitana sigue abocada en la investigación para determinar quién administró el Novichok y cómo fue que ingresó a Reino Unido sin ser detectado. También busca claves en los antecedentes de Skripal. “El topo” Serguei Viktrovich Skripal nació en la Unión Soviética el 23 de junio de 1951. Poco se sabe de su infancia o adolescencia. Trabajó para el Servicio de Inteligencia Militar (GRU). Ese organismo, similar al antiguo Comité para la Seguridad del estado (KGB), cuenta con un estatus especial y responde directamente al jefe del Estado Mayor de Rusia, una de las tres personas que controlan el disparador nuclear de Moscú. El GRU tiene agentes secretos en todo el mundo. También cuenta con fuerzas especiales que lucharon en muchos conflictos posteriores a la Segunda Guerra Mundial, incluidos los de Afganistán y Chechenia. Dentro del GRU, Skripal alcanzó el rango de coronel, pero en 1991 abandonó ese puesto para trabajar en el Ministerio del Exterior. También dio clases en la Academia del Ministerio de Defensa, en Moscú. En diciembre 2004 fue arrestado por agentes del Servicio de Seguridad Federal (FSB) bajo sospecha de “traición”. Lo acusaron de pasar secretos a la agencia británica de inteligencia (MI6). Skripal fue “convertido” por el MI6 en 1995 y mantenía frecuentes contactos con agentes británicos en la embajada del Reino Unido en Moscú. Durante un juicio secreto en una corte militar moscovita, Skripal confesó su “traición”. Admitió que vendió al M16 nombres, direcciones e identidades de varios agentes rusos. Muchos de ellos trabajaban en Gran Bretaña y Europa. Por esa labor, Skripal habría recibido más de 100 mil dólares del MI6, pagados a una cuenta que tenía en España. De acuerdo con la corte militar que lo juzgó, Skripal fue reclutado por los británicos cuando se desempeñaba como agregado militar de la delegación rusa en España y habría entregado más de 20 mil páginas de documentos secretos a Londres. Según el FSB, el golpe que Skripal asestó a las operaciones rusas de espionaje fue comparable al causado por Oleg Penkovski, otro excoronel del GRU que informó a agentes británicos y estadunidenses sobre un operativo en Moscú para instalar misiles nucleares en Cuba. Ese escándalo llevó a la llamada crisis de los misiles en Cuba que tuvo su punto máximo de tensión en octubre de 1962, cuando Washington descubrió el traslado a la isla de misiles nucleares soviéticos de alcance medio. Penkovski fue arrestado en 1962 y ejecutado un año más tarde por los delitos de alta traición y espionaje. Pero Skripal tuvo mejor suerte: fue sentenciado en 2016 a 13 años de prisión. Su situación también cambió en junio de 2010, cuando el FBI descubrió una red de espionaje ruso en Estados Unidos. Conocidos como “los ilegales”, algunos de esos espías rusos habían obtenido información confidencial, además de acceder a círculos políticos con influencia en la Casa Blanca y el Congreso estadunidense. Skripal fue perdonado por el entonces presidente ruso Dmitri Medvédev y puesto en un avión con destino a Viena, donde en julio de 2010 fue intercambiado, junto a otros tres exespías, por 10 espías rusos descubiertos en Estados Unidos. Ese intercambio de espías, uno de los mayores desde la Guerra Fría, ocurrió en la pista de despegue del aeropuerto de Viena, cuando un jet ruso y otro estadunidense fueron estacionados uno al lado del otro para la entrega de los “topos”. Uno de los espías rusos intercambiados por Skripal fue Anna Chapman, considerada “heroína” por el gobierno ruso tras su llegada a Moscú. De hecho, todo parecía marchar bien para Skripal, quien luego de su llegada a Inglaterra se mudó a una vivienda en las afueras de la tranquila ciudad de Salisbury. Pagó por esa propiedad 260 mil libras esterlinas (unos 360 mil dólares) en 2011. Pero desde entonces comenzó a sufrir duros golpes. Su esposa murió el 23 de octubre de 2012, supuestamente de cáncer, aunque las autoridades consideraron esa muerte sospechosa. Su hijo Alexander murió el 18 de julio de 2017 en San Petersburgo, igualmente en condiciones sospechosas. Tenía 43 años. El envenenamiento de Skripal indica que, a pesar de su refugio en Inglaterra, seguía en la mira de las autoridades rusas. No es la primera vez que Gran Bretaña registra un envenenamiento de un contraespía ruso en su territorio. En noviembre de 2006 el exagente de la KGB y crítico de Putin, Alexander Litvinenko, fue asesinado en Londres luego de haber ingerido una dosis del isótopo radioactivo polonio 210 en un restaurante de la capital. Tras su muerte y luego de una investigación judicial que duró cinco años, el magistrado Andrew Reed, juez de instrucción de St. Pancras, acusó oficialmente a dos exagentes del KGB, Dmitri Kovtun y Andréi Lugovói, de ser los responsables directos de este asesinato, el cual había sido autorizado por Putin. Este reportaje se publicó el 18 de marzo de 2018 en la edición 2159 de la revista Proceso.

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