El desafío catalán marcará el reinado de Felipe VI

viernes, 9 de marzo de 2018 · 12:10
MADRID (apro).- Cuando la comitiva de vehículos oficiales arribó al Palau de la Música, en la Rambla de Barcelona, se intensificaron los gritos de repudio: “Fora el Borbó” (“Fuera el Borbón”), “libertad para los presos políticos”. La tensión creció entre los manifestantes y los agentes de la policía que formaban el perímetro de seguridad. Así fue el “recibimiento independentista” ofrecido al rey Felipe VI la noche del domingo 25 de febrero. Era la primera vez que volvía en seis meses, desde que participó --el 26 de agosto-- en la manifestación de repudio a los atentados terroristas en Barcelona y Cambrils. Esta nueva visita para inaugurar el Mobile World Congress, el mayor evento sobre comunicación móvil que se celebra en esa ciudad, se produjo también cuatro meses y tres semanas después del duro mensaje del 3 de octubre que pronunció –dos días después del referéndum ilegal de independencia– para defender el orden constitucional ante la ruptura de España por la deriva independentista de Cataluña, situación que el monarca calificó como un “momento muy grave para nuestra vida democrática”. Para la periodista y escritora Ana Romero, autora del libro El Rey ante el Espejo (La Esfera de los Libros, 2017), el conflicto catalán y sobre todo ese discurso del 3-O “marcarán su reinado y su jefatura del Estado, para bien o para mal”. Pero para saber el verdadero alcance de esa alocución de seis minutos, explica, “habrá que esperar todavía mucho tiempo”. “La solución al problema de Cataluña no está a la vuelta de la esquina, el conflicto prevalecerá, pero la forma como se resuelva nos dará la verdadera dimensión de lo que pronunció el rey, en mi opinión, corriendo un enorme riesgo en términos de la legitimidad de la Corona”, sostiene en entrevista. “Hay un sector que quedó muy satisfecho con esa intervención y lo convirtió en la reafirmación de su reinado, como un ‘rey para siempre’, y hay otro sector que lo critica con severidad, y yo digo ni lo uno ni lo otro, no hay que ir tan rápido, no está claro si es un ‘súper rey’ o tendrá que hacer las maletas para irse de España –como sucedió con su antepasado Alfonso XIII, que tuvo que abandonar España cuando triunfó la República–. Por ello insisto que el resultado final se verá en una perspectiva histórica”. La realidad es que el Título II de la Constitución española relativo a la Corona le otorga capacidades ejecutivas limitadas. Esas capacidades restrictivas son las mismas que tiene para hacer frente al desafío catalán, aunque desde distintos sectores políticos y sociales le reclamaron un gesto adicional como jefe del Estado en un momento de tanta gravedad. El artículo 56 de la Constitución define que “el Rey es el jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones (…)”, con base en lo cual se le exigió una mayor implicación apelando a esa unidad. También es el jefe máximo de los tres Ejércitos, del aire, mar y tierra. Hasta ahora, el presidente del gobierno, Mariano Rajoy, él sí con amplias capacidades ejecutivas para hacer frente y encauzar el tema catalán, se ha refugiado exclusivamente en los jueces (del Tribunal Constitucional, del Supremo y la Audiencia Nacional, entre otros) para atender esta crisis eminentemente política, lo que no sólo enquistó el asunto catalán en la agenda política española, sino que propició un notable aumento del independentismo (de 13% pasó a 41% durante la gestión de Rajoy). El discurso del Rey En ese mensaje a la nación del 3 de octubre, con rostro severo, Felipe VI señaló que “determinadas autoridades de Cataluña, de manera reiterada, consciente y deliberada, han venido incumpliendo la Constitución y su Estatuto de Autonomía, que es la ley que reconoce, protege y ampara sus instituciones históricas y su autogobierno”. Ante la situación de emergencia por lo que se veía como una inminente fractura de España, Felipe VI dijo que con esas decisiones las autoridades catalanas “han vulnerado de manera sistemática las normas aprobadas legal y legítimamente, demostrando una deslealtad inadmisible hacia los poderes del Estado” al que representan en esa comunidad autónoma. “Han quebrantado los principios democráticos de todo estado de derecho y han socavado la armonía y la convivencia en la propia sociedad catalana, llegando –desgraciadamente– a dividirla”, a grado tal que “hoy la sociedad catalana está fracturada y enfrentada”, apuntó con tono grave. Fustigó al Govern y al Parlament porque “con su conducta irresponsable incluso pueden poner en riesgo la estabilidad económica y social de Cataluña y de toda España” y porque es “la culminación de un inaceptable intento de apropiación de las instituciones históricas de Cataluña”. E incluyó dos mensajes más: “Es responsabilidad de los legítimos poderes del Estado asegurar el orden constitucional y el normal funcionamiento de las instituciones, la vigencia del Estado de derecho y el autogobierno de Cataluña, basado en la Constitución y en su Estatuto de Autonomía”. El segundo lo dirigió a los catalanes no independentistas. “No están solos, ni lo estarán”, les dijo. Añadió: tienen “la garantía absoluta de nuestro estado de derecho”. Y al “conjunto de los españoles que viven con desasosiego y tristeza estos acontecimientos” les transmitió “un mensaje de tranquilidad, de confianza y también de esperanza”. El monarca español no hizo referencia a las duras intervenciones policiales contra decenas de catalanes para impedirles sufragar en los colegios electorales, ni incluyó frase alguna en catalán –pese a que lo habla fluido– para dirigirse a los más de 2 millones de catalanes que sí votaron. En la entrevista, Ana Romero dice: “Me sorprendió que en el mensaje del 3-O no hubiera un guiño, una ramita de olivo dirigido a los ciudadanos que votaron en el referéndum. En mi opinión, de haberlo hecho, el rey hubiera logrado ‘corto-circuitar’ el apoyo de esos catalanes a las dirigencias independentistas que cometieron delitos. Eso alimenta que el problema se vuelva crónico”. De hecho, además de las protestas a su regreso al Mobile Congress, recuerda que “prácticamente no puede utilizar el edificio de la sede de los premios de la Fundación Princesa de Girona” el ayuntamiento –gobernado por el expresident Carles Puigdemont de 2011 a 2016-- que declaró al monarca persona non grata. “Al entrevistar a historiadores para el libro –prosigue–, encontré una opinión unánime de que Felipe VI recibió el conflicto con Cataluña, que es centenario en nuestra historia, en un momento muy malo, porque incluso su tatarabuelo, Alfonso XIII, que fue tan torpe políticamente, tuvo mayor margen de maniobra. Su padre, Juan Carlos I, también tuvo mayor poder de maniobra sobre la pulsión independentista que hay en Cataluña”. Desplantes El 25 de febrero, la alcaldesa de la Barcelona, Ada Colau; el presidente del Parlament, Roger Torrent, y otras autoridades de la Generalitat de Cataluña, se abstuvieron de participar en el “besamanos” previo a la cena de bienvenida al Mobile World Congress, que Felipe VI inauguró al día siguiente. El gesto fue ampliamente difundido en la prensa española porque se producía en el primer viaje del rey desde el referéndum celebrado el 1 de octubre (1-O), y en medio del limbo institucional que aún vive Cataluña, porque los independentistas no logran formar gobierno. Previamente, la alcaldesa Ada Colau criticó al rey por “posicionarse con las tesis más duras y represivas en vez de mantenerse neutral y llamar a la concordia” con el mensaje del 3 de octubre. “No rendiré pleitesía a un monarca que debería revisar su relación con Cataluña”, sostuvo. Colau y Torrent sí asistieron a la cena posterior al ‘besamanos’, y ya durante el coctel, sin cámaras que lo atestiguaran, Colau se acercó al monarca para explicarle personalmente su gesto y mantuvieron una breve y tensa conversación, relató después ella a la radio RAC1. “Como anfitriona, igual que fui a saludar a absolutamente a todo el mundo, fui a saludarle. Fui muy franca, le dije lo mismo que he dicho en público. No es nada personal, soy consciente de que el gesto no era menor, pero debe entender que el discurso del 3 de octubre, después de las cargas (de la policía), se vivió como una gran falta de empatía”. De acuerdo con testigos de la conversación entre ambos, el rey le dijo a Colau que todos deberían poner de su parte para destrabar el conflicto, y cuando ella le sugirió que él debió mostrarse más conciliador entre el gobierno central y el de la Generalitat, el monarca le respondió: “Yo no puedo mediar entre quienes cumplen la ley y quienes no lo hacen. Yo estoy para defender la Constitución y el Estatut”. Los medios de comunicación se sumaron a la clase política nacional (PP, PSOE y Ciudadanos, principalmente) en su respaldo al monarca y reaccionaron airadamente contra el gesto de los políticos catalanes. Los titulares principales de los diarios más importantes, El País y El Mundo, el lunes 26 de febrero, eran casi iguales: “El boicot al Rey amenaza el futuro del Mobile en Barcelona” y “El desplante secesionista al Rey amenaza el Mobile en Barcelona”, copiando de manera acrítica la posición del gobierno de Mariano Rajoy. Durante los dos días que el rey permaneció en la ciudad condal, hubo manifestaciones convocadas por los Comités de Defensa de la República (CDR), con caceroladas, banderas independentistas y consignas contra “la ocupación”. A la par también se produjeron manifestaciones de respaldo al monarca, celebradas por catalanes que quieren la permanencia de Cataluña en España. Las concentraciones daban la impresión de reflejar lo que arrojó el sondeo de SocioMétrica para el diario digital El Español después del 3-O: mientras 61.3% de los españoles recibió con agrado el discurso del rey, ese porcentaje fue de la mitad en Cataluña, sólo el 30.2%. La medición mostraba una pauta similar entre los que le desaprobaron, porque en el conjunto del país fue de 28.7%, pero ese porcentaje sube hasta el 62% en Cataluña. Un rey constitucional Ana Romero considera que Felipe VI es el rey más preparado de España, con una licenciatura en Derecho y un master en Relaciones Internacionales, educado desde niño para heredar esta responsabilidad, y aunque él y su entorno pensaban que sería fácil, la realidad es que en los tres años de su reinado tuvo que vivir innumerables momentos de inestabilidad en el país. Estima que sólo tuvo nueve meses de estabilidad política, porque luego el país vivió diez meses de bloqueo tras las elecciones del 20 de diciembre de 2015, hasta que Rajoy fue investido en octubre de 2016, además del estallido en 2017 de la deriva independentista de Cataluña y la deriva judicial por corrupción de su cuñado Iñaki Urdangarín y de su hermana la infanta Cristina, a la que revocó el título de duquesa de Palma. En su libro, muchos de los entrevistados de Romero sostienen que puede ser “un buen rey, pero también el último”, y lo afirman porque “el único instrumento de trabajo y poder del que dispone es la Constitución de 1978, un texto lleno de lagunas que se ha quedado viejo para las necesidades del pueblo español del siglo XXI”. En este contexto, el pasado 30 de enero el monarca cumplió 50 años y aprovechó el día para imponerle a su hija Leonor el Toisón de Oro, que en el ceremonial de la monarquía representa la continuidad de la dinastía en la persona de su heredera. A la par, la Casa del Rey distribuyó entre la prensa imágenes sobre el día a día del monarca, con una visión más intimista, personal y familiar. Y fuentes de la Casa real mantuvieron un encuentro informativo con corresponsales extranjeros, incluido Proceso, en el que el mensaje del 3 de octubre centró la atención. La explicación es que “el origen de éste y otros discursos del monarca es la Constitución, se atiene a su mandato constitucional y, por esa razón, sus apelaciones fueron a la actitud de las autoridades autonómicas catalanas”. Precisaron que ni la Casa del rey ni el monarca entran en “valoraciones políticas ni trasladan las valoraciones que hace” por las críticas recibidas, además de que “al rey no le corresponde hablar de diálogo político, al rey le corresponde defender los principios de la Constitución”, y “no defender lo que defienden el presidente y la vicepresidenta del gobierno”. Tampoco comparten que el conflicto catalán sea para Felipe VI Cataluña, el equivalente de lo que para su padre, Juan Carlos I, significó el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 (23-F). “Hay una diferencia: en el 23-F las instituciones del Estado estaban secuestradas, mientras que en el 3-O el rey recuerda que es responsabilidad de los poderes del Estado asegurar el orden constitucional, lo cual hace la diferencia abismal”. En opinión de Romero, estas acciones de la ceremonia del Toisón de Oro y del video familiar tienen el propósito de “relanzar la imagen del rey después del 3-O, aprovechando el onomástico del monarca. Desde la casa del Rey tienen la necesidad de acercarlo a la gente con una visión familiar”. --¿Aparecer con su discurso el 3-O fue decisión de él o del gobierno, como se ha dicho? –se le pregunta a la entrevistada. --Una cosa no quita la otra, Felipe VI y La Moncloa iban de la mano en el tema catalán, están absolutamente de acuerdo en la dirección que se debía seguir, eso no implica que le digan qué tiene qué hacer. En lo único que diferían era en el momento que él debería aparecer, porque desde Zarzuela veían que la crítica en su contra estaba subiendo debido a que no tenía una mayor implicación ante un momento de emergencia como era el tema catalán. --Tras el discurso del 3-O, hay una sucesión de decisiones y acciones en el terreno judicial contra los líderes independentistas, ¿fue una especie de disparo de salida? --Totalmente, yo así lo veo. Lo interpreto como que a partir de que él aparece se produce un proceso a la inversa, en vez de que el gobierno refrende los actos del rey, aquí es el rey el que refrenda la vía judicial que es el centro de los actos del gobierno de Rajoy.

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