Nicaragua: Mónica Baltodano, la abuela de corazón rebelde

viernes, 15 de junio de 2018 · 08:48
MANAGUA (apro).- Mónica Baltodano tiene en la mano una ilustración de Augusto César Sandino, el gran revolucionario nicaragüense que lideró la lucha contra la ocupación estadounidense cuando el siglo XX recién abría los ojos. Le pasa el pulgar sobre la imagen del sombrero campesino que identifica a aquel general del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua, que para entonces materializara, en este lado del mundo, las dos palabras que tanto se leen en la historia de las revoluciones: “Patria y Libertad”. Baltodano tiene 64 años y la recorre una fuerte simpatía por el movimiento popular que detonó recientemente en Nicaragua: “La memoria entró de golpe, nosotros que nos quejábamos de que la juventud era muy pasiva, y mira, nos vino a abofetear la cara”, comenta. Hoy le ha tocado estar en casa con el puesto que más disfruta: ser abuela de sus nietas Giulia y Kala, su hija se ha ido a los “tranques” (interrupción planeada de las principales vías de transporte por parte de grupos de protesta) con los campesinos para reforzar la presión que el pueblo organizado tiene para que el presidente Daniel Ortega renuncie por incapacidad de gobierno y crímenes de lesa humanidad. Mónica es una enciclopedia viva, una testigo de primer orden dentro de la lucha clandestina y las labores conspirativas del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) contra lo que fue la dictadura Somocista, por ello sufrió prisión y tortura en 1977. Salvó la vida para ser una de entre los 2 mil 800 guerrilleros y guerrilleras que, junto con 34 hombres y sólo 2 mujeres más, llegó al grado honorífico de Comandanta por la destacada ofensiva contra la Guardia Nacional en la conducción, y directamente, en los combates para las tomas de Jinotepe y Granada, fundamentales para el triunfo de la Revolución Sandinista a finales de los setenta. Su compromiso no sólo fue en la lucha armada, sino con las mujeres rebeldes que iban sorteando caminos dentro del machismo de la época. La exguerrillera va con una sonrisa humilde y esperanzada, la calle apenas hace ruido dentro de un paro nacional que antecede la restauración del diálogo entre el gobierno de Ortega con estudiantes y líderes de la oposición, organizado por la Comisión de Mediación y Testimonio representada por la Conferencia Episcopal de Nicaragua, todo dentro de un marco de casi 60 días de iniciadas las protestas y rozando los 147 muertos en un país de 6 millones de habitantes, la mayoría de ellos por el fuego abierto que la policía y grupos de choque paramilitares y parapoliciales emprenden en contra de los manifestantes. “Nos duele porque las familias son jóvenes, la mayoría son estudiantes, son gente que no tenía armas más que su propia vida. Nosotros, por ejemplo, sí fuimos parte de una revolución armada; hay diferencias, no se puede entender este genocidio”, dice. La hoy abuela de corazón rebelde fue también miembro de la Dirección Nacional del Frente Sandinista de Liberación Nacional. Allí conoció de cerca a Ortega en los años ochenta, cuando él lideraba las labores y los movimientos populares que resistían el proceso de desmontaje de la Revolución; es decir, a “los Contras”, un grupo que buscaba alterar la opinión pública en contra del Sandinismo y que era financiado por Washington. “Recuerdo que aquellas luchas tenían rasgos muy parecidos a lo que vemos hoy: El uso de tranques y barricadas contra los terratenientes, sobretodo cuando se estaban dando los procesos de reprivatización, una cruel ofensiva para quitarle la tierra a los campesinos. Ortega usó los mismos métodos que hoy reprime a muerte”. Mónica apoyó a Ortega en el desmontaje de “los Contras”. Sin embargo, dice que muchos de los guerrilleros, incluida ella, en realidad no tenían mucha relación con él, porque se había mantenido en el exterior en toda la etapa de la insurrección del Frente Sandinista: “Ortega cayó preso en el 1967 y fue liberado en el 74, desde entonces, él no volvía a entrar en el país. En toda la insurrección, estuvo en Costa Rica, entonces la mayoría de los combatientes aquí no lo conocíamos personalmente, no lo sentíamos como alguien cercano en esa lucha”. Dentro de aquellas labores de desmontaje, Mónica pudo ver en Ortega un caudillismo sediento de protagonismo y poder—contrario a lo que pasa en el movimiento popular actual que intenta ser más democrático, sin una sola cabeza visible— era alguien que buscaba desaforadamente lucir su liderazgo en cualquier oportunidad, entonces terminaba por negociar las luchas y traficar ventajas personales que hicieron que el movimiento popular de resistencia fuera entrando en un declive que el mandatario usaría en 1999, como justificación para relacionarse con el Partido Liberal Constitucional, fundado por Arnoldo Alemán, el cual marcó la derechización y corrupción en el Partido del Frente Sandinista con un aparente discurso de izquierda revolucionaria. Alemán fue el presidente nicaragüense en el periodo de 1997 a 2002, y en su momento, fue considerado en la lista de los 10 jefes de estado más corruptos del mundo, según el Informe Global de Corrupción de Transparencia Internacional (TI). “Daniel comenzó diciendo que las luchas populares decayeron, pero estas decayeron porque él no miraba resultados para sus reivindicaciones, pero sí para grupos que fueron constituyendo ‘la burguesía Orteguista’, porque yo me niego a llamarle ‘Sandinista’. Lo que Ortega hace es la defensa férrea del poder y de sus negocios, además del uso de los recursos del Estado para operar dentro del mundo del capital”, afirma. Mónica nunca estuvo conforme con estas alianzas y desde 1997, cuando resultó electa como Diputada de la Asamblea Nacional, comenzó a criticar fuertemente a Ortega por el secuestro y contaminación de los ideales sandinistas. Eso provocó que fuese excluida de todo organismo del FSLN, recibiendo también censura mediática que hasta la fecha es notoria: muchas personas en Nicaragua ignoran su existencia o la de otras compañeras y compañeros; pareciera que quisieran arrancarlos de la Historia. La militante y fundadora del Movimiento por el Rescate del Sandinismo, dice que Ortega dejó de ser revolucionario, y no es que éste no sea su derecho, sino que engañó con un discurso radical y transformador para después sólo llegar a aliarse con el capital y los sectores más atrasados de la jerarquía eclesiástica. También añade que retrocedió en materia de los derechos humanos, sobretodo cuando en plena campaña electoral de 2006, Ortega y su esposa, Rosario Murillo, salieron a la calle a encabezar una cruzada a favor de la prohibición absoluta del aborto y para recolectar votos entre los sectores más conservadores y obtener el apoyo de la jerarquía eclesiástica. La propuesta de esta ley fue ratificada antes de las elecciones por la Asamblea Nacional en octubre de 2006, y luego firmada y ejecutada por el presidente anterior, Enrique Bolaños. “El Ortegismo no quiere dejar el poder y sus prácticas fascistas, ya lo decía Tomás Borge, el ministro del ejército Orteguista: ‘podemos perder todo menos el poder’. Es decir, ahora que llegamos a él, nunca más permitiremos que nos lo quiten. Eso quieren y en el caso de Daniel Ortega, logró personalizarlo: él ya no está hablando de un partido político, sino de él como figura todopoderosa. Ortega se construye casi como un enviado, como un delegado de Dios en la tierra. Su discurso es mesiánico y con ese tenor ha tomado el absoluto control de todas las instituciones: la Corte Suprema de Justicia, el Consejo Supremo Electoral, la Contraloría General de la República, la Asamblea Nacional y las Fuerzas Armadas”. Mónica recuerda que las Fuerzas Armadas Sandinistas fueron creadas en el 79, cuando la Revolución destruyó por completo la Guardia Nacional de la dictadura Somocista. “Uno de los acuerdos más importantes de la transición revolucionaria fue que la contra-revolución (Los Contras) se iban a desarmar, a cambio de que el ejército y la policía iban a reorganizarse como instituciones de la nación nicaragüense. Se trabajó años en una legislación que estableciera con claridad los relevos de los mandos policiales, su carácter no político, no partidista, no beligerante; su sometimiento a la Constitución. Eso fue lo más dramático que cambió Ortega cuando llegó al gobierno del 2007, empezó a hacer reformas de una manera que las instituciones terminaron siendo, particularmente la policía, un cuerpo subordinado por interpósita persona, a él directamente. Esto explica porque empezaran a operar en el país una especie de grupos armados paralelos quienes están asesinando hoy a los estudiantes. Por eso estamos preguntando: ¿cuántos muchachos están siendo asesinados con disparos de francotirador? Son disparos certeros, tirados a propósito a la cabeza o al pecho de la juventud”. Ortega creó un sistema “contra-marchas”. Si había una manifestación, a los pocos días aparecía otra marcha pagada por él. Así escondía la represión, al tiempo que daba la imagen de ser un presidente que no hacía uso de la policía represiva antimotines, sino que señalaba que era el mismo pueblo defendiendo, supuestamente, la segunda etapa de la Revolución. Usaba a civiles con entrenamiento militar. Estos civiles ya operan con total apoyo estatal y son los que se incrustan entre los estudiantes para violentarlos. “Hay algo muy importante que debo decirte para que el mundo pueda analizarlo: muchos de los muertos, que el gobierno está asesinando, han sido identificados como verdaderos sandinistas, ¿entendés?”, explica. “Locura por el poder” En las aduanas fronterizas y en tantos puntos del país, aún se puede mirar letreros con la foto sonriente y triunfal de la pareja Ortega-Murillo y régimen que Mónica llama: “Chayo-Orteguismo”, la propaganda reza: “Gobierno Cristiano, Socialista y Solidario”, la frase aparece y desaparece entre humo de llantas quemadas y de fotos de estudiantes torturados, quemados, con uñas y dientes extraídos. Parecen señalar a un Estado de las tres mentiras. Para Mónica, la oligarquía Chayo-Orteguista ya tiene “rasgos de locura por el poder”, dice que gobiernan como una monarquía absoluta. “Están actuando demencialmente por un aferramiento, mezclado con la construcción paulatina de las formas mafiosas de ejercerlo que defienden grandes intereses económicos. Cuando ejerces el poder de forma mafiosa, también tienes miedo. La pérdida de poder entraña para ellos muchos peligros. Ortega y Murillo son engañadores y mentirosos; querían insertarse dentro del movimiento de la Alianza Bolivariana de manera oportunista y por eso se llaman a sí mimos ‘socialistas’, pero ellos nunca apoyaron una Revolución Bolivariana, ni siquiera en esas reformas constitucionales que en su momento fueron muy democráticas en Venezuela. La verdad querían el petróleo. Se llaman ‘cristianos’ y están matando dentro del país a cientos que profesan esa religiosidad y ‘solidarios’ por secuestrar una revolución que sí fue muy solidaria y que trató de hacer transformaciones”. En el reciente movimiento estudiantil, los jóvenes parecen tener una ruptura con el Frente Sandinista, y no es para menos, considerando que varios de los comandantes que se decían revolucionarios y sandinistas, utilizaron al propio partido para generar riquezas y poder, tal es el excomandante y asesor económico de Ortega, Bayardo Arce Castaño, quien hizo préstamos al sector privado de los fondos del Instituto Nicaraguence de Seguridad Social para financiar proyectos inmobiliarios: “el dinero no es para guardarlo en el colchón”, dijo. Según la también socióloga, los estudiantes ya eran sometidos a brutales formas represivas dentro de las propias universidades, por lo que la rebelión los encontró con una sociedad muy fracturada y todo lo que ha surgido ahora son organizaciones relativamente nuevas, salvo la del movimiento campesino contra la Concesión Canalera (con solo cuatro años de existencia) que busca parar la construcción de un canal interoceánico que pasa por sus territorios. Los actuales movimientos de rebelión surgieron en medio de una enorme desestructuración social, y Mónica tampoco romantiza la unidad nacional que va en contra de la dictadura del Chayo-Orteguismo, pues sabe que las contradicciones de varias organizaciones van a aflorar. “Queremos que afloren una vez resuelto el problema de echar a Ortega. Aquí es algo muy simple: la gente está luchando por algo tan básico como la libertad porque no hay libertad en Nicaragua. Queremos la recuperación mínima de la democracia y del derecho de la gente a la libertad”. Fernando Sánchez es uno de los líderes del movimiento estudiantil y parte de la comisión de estudiantes que estuvo en Washington denunciando los crímenes de Ortega a inicios de junio. Fue también uno de los 13 estudiantes que aparece en la lista cautelar que publicó la Comisión de los Derechos Humanos. Sánchez dice que el movimiento estudiantil ha tenido grandes logros, muy rápidos y espontáneos: “Si hubiéramos tenido organización anteriormente tal vez podríamos haber logrado más, pero eso no lo sabremos, sería especular. Los estudiantes necesitábamos algo fuerte que nos despertara y bueno, empezaron a matarnos". La comisión de estudiantes en Washington logró solicitar las sanciones contra Francisco Rosales y Francisco López, uno es el que manda en la policía nacional de Nicaragua, y el otro es el tesorero del Partido del Frente Sandinista. También que sancionaran las visas de los funcionarios de salud, las alcaldías y de la policía nacional. Fernando dice que Estados Unidos, para bien o para mal, es un país importante para ejercer presión, pues muchos países que consideran unirse, o no, a la protesta, lo toman como referencia por distintos intereses. Para Baltodano, Estados Unidos ya está trabajando en el relevo de Ortega, pero quieren una salida “al suave”, como dicen en Nicaragua, reforzando lo que Luis Almagro, Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA) piensa acerca de que, Ortega, puede llegar hasta el 2021 señalando a las manifestaciones como una vía anti-democrática para removerlo del cargo. “Nosotros decimos que, si llegamos hasta esa fecha, habrá miles de muertos. Ese pronunciamiento ha sido rechazado por las organizaciones de derechos humanos, porque por ningún lado menciona los asesinatos que ha cometido el gobierno: los tilda de violencia genérica”. La comandanta sandinista dice que todas las fuerzas de distinto signo están unidas por un mismo objetivo, pero eso no quita la lucha de clases y las contradicciones. “Hay una disputa, no es algo definido. Estamos tratando de construir un movimiento popular, autónomo, que se cuestione más allá de la salida de Ortega. Cada uno trata de fortalecer sus puntos de vista o sus posiciones ideológicas y es fundamental que exista la autocrítica y el respeto por el otro. También es hora de que se construya una revisión crítica de la izquierda que ha respaldado desde hace tiempo proyectos para vender el país, porque una parte de esa izquierda no quiere hacerse esa autocrítica. Todo le hecha la culpa al imperialismo, todo lo ve en clave de correlación y hegemonismo mundial, no son capaces de verse al espejo y criticar los modelos neoliberales en Nicaragua de la década de los noventa”. Mónica cree en que se deben plantear alternativas al capitalismo de manera real y efectiva, desde abajo, pues como fiel seguidora de Rosa Luxemburgo, cree que el capitalismo en sí mismo conduce a la barbarie: “Comenzar desde la pequeña comunidad, de la ciudad, del municipio, en la vida comunitaria, en el cuidado comunitario de la naturaleza, de la pelea contra las trasnacionales que sólo quieren saquear nuestros recursos”, reflexiona Para Fernando, “el diálogo es un insumo que hay que agotar para negociar de forma pacífica la salida de los asesinos. Sin embargo, el gobierno ha intentado hacer de esto un circo”. Los estudiantes quieren seguir apostando por la vía legal, pero ven nula voluntad política por parte del gobierno de Ortega-Murillo que ha respondido “con una política genocida”. “Hoy lo único que tenemos seguro los jóvenes aquí, es la muerte.” Para el estudiante de comunicación, lo que debe unirles más allá de las fronteras es la humanidad y por ello deben centrarse en reformas constitucionales de fondo, “reformas a los poderes del Estado que están viciados pues si no se establecen buenos cimientos, de nada valdría convocar a elecciones anticipadas” Fernando y sus compañeras y compañeros no quieren llegar a una guerra que lleve a lo mismo: “a personas que luchan por sus ideales, los consiguen y terminan acabando con los ideales de los demás. Un gran ejemplo de eso es Daniel Ortega”. A Mónica ya la llaman sus nietas que tienen hambre, la abuela debe preparar la comida para ellas y para varios “tranques” que necesitan víveres dentro del paro nacional.

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