Canadá-Estados Unidos: aliados distantes
MONTREAL (apro).- Una frase aparece en uno de los muros de la embajada estadunidense en Ottawa para recordar los fuertes vínculos entre los dos países norteamericanos: “La geografía nos ha hecho vecinos. La historia nos ha hecho amigos. La economía nos ha hecho socios. Y la necesidad nos ha hecho aliados. Aquellos a quienes la naturaleza ha unido de esta manera, que ningún hombre separe”.
John F. Kennedy, autor de estas líneas, mantenía fríos tratos personales con el primer ministro canadiense John Diefenbaker, aunque los nexos entre sus países estaban por encima de todo.
Richard Nixon y Pierre Elliott Trudeau vivieron roces por la cercanía del líder canadiense con Cuba, pero eso no erosionó significativamente la cooperación bilateral.
“Como en toda relación, han existido momentos tensos entre Canadá y Estados Unidos. Sin embargo, jamás habíamos enfrentado un clima tan complicado como con Donald Trump”, afirma Roland Paris, profesor de asuntos internacionales en la Universidad de Ottawa.
Los dichos de Trump dirigidos a Trudeau y el aumento de aranceles entre ambos países explican el distanciamiento. El primer ministro canadiense se encuentra en un escenario complicado: debe defender el orgullo nacional, recibir los embates de Washington y, a su vez, mantener abiertos los canales de comunicación con su principal socio comercial.
La dependencia que tiene Canadá con su vecino es incuestionable. Por ejemplo, 72% de sus exportaciones tienen a Estados Unidos como destino, 2 millones de empleos canadienses dependen de dichas exportaciones y Canadá goza de mayores relaciones comerciales con el estado de Michigan que con toda la Unión Europea.
El “enemigo” canadiense
Durante su campaña electoral, Donald Trump lanzó múltiples diatribas contra México en diversos temas. Canadá también apareció por momentos, pero las frases incendiarias eran sobre todo para los mexicanos. Tras su victoria en las urnas, Trump dijo que cumpliría su promesa de renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
Justin Trudeau y su equipo pusieron en marcha una estrategia basada en subrayar los beneficios comerciales para Estados Unidos y Canadá y en el alto grado de vinculación de sus economías. En febrero de 2017, Trudeau visitó la Casa Blanca. Al final del encuentro, Trump señaló que sólo sería necesario efectuar ajustes menores a las relaciones comerciales con Ottawa.
No se sabe a ciencia cierta cuándo podría concluir la renegociación del TLCAN; incluso sobrevuela la amenaza del rompimiento del pacto. Washington se mantiene firme en sus principales exigencias: una cláusula de terminación automática cada cinco años, cambios en los mecanismos de resolución de controversias y mayores porcentajes de contenidos regionales en los automóviles. Canadá y México consideran que las demandas estadunidenses exceden sus límites impuestos.
Roland Paris comenta: “Los canadienses quieren que el TLCAN siga funcionando, pero no a cualquier costo. Si el tratado colapsa y el comercio vuelve a las tasas arancelarias de la Organización Mundial de Comercio, el impacto en la economía canadiense sería negativo, aunque no desastroso. Me parece que eso no debería suceder por los beneficios para los tres países, pero Donald Trump es impulsivo e impredecible”.
En este ambiente, Trump estacionó hace ya algunos meses la cordialidad con Canadá. Primero impuso gravámenes a la madera industrial canadiense y castigó con fuertes aranceles a los aviones de Bombardier. Dichas medidas fueron recibidas con decepción en Ottawa, aunque apuntaban a la aeronáutica y a la industria maderera, dos sectores tradicionalmente conflictivos entre los vecinos.
Después Trump aumentó el tono en los micrófonos y el ciberespacio, señalando repetidamente que Canadá se aprovecha de la relación comercial con Estados Unidos. El presidente estadunidense ha evocado varias cifras que supuestamente lo prueban. La más reciente la difundió el 10 de junio, al señalar que Estados Unidos tuvo en 2017 un déficit comercial con Canadá por 17 mil millones de dólares.
Chrystia Freeland, ministra canadiense de Asuntos Exteriores, sostuvo que los números de Trump están alejados de la realidad. Freeland compartió para ello una cifra publicada por la propia Oficina del Representante de Comercio de los Estados Unidos: en 2017 hubo un superávit estadunidense por 8 mil 400 millones de dólares.
El pasado 2 de junio Trump activó aranceles al acero (25%) y aluminio (10%) procedentes de México, Canadá y la Unión Europea. Horas antes de que la disposición entrara en vigor, Justin Trudeau y Chrystia Freeland dieron una conferencia de prensa en Ottawa. “Los aranceles son inaceptables. Durante los últimos 150 años, Canadá ha sido el socio más sólido de Estados Unidos. Es inconcebible”, expresó el líder canadiense, subrayando su malestar especialmente porque los estadunidenses justificaron la medida como un asunto de seguridad nacional. Trudeau hizo referencia a distintas guerras en las que su país ha luchado al lado de Estados Unidos.
El gobierno canadiense respondió a los gravámenes. Freeland anunció aranceles contra productos estadunidenses por unos 12 mil 800 millones de dólares, cifra equivalente al impacto que tendrá en Canadá la medida de Trump. Los aranceles canadienses entrarán en vigor el 1 de julio, gesto percibido como una puerta entreabierta en caso de que el gobierno de Estados Unidos recule en su decisión.
Trudeau: “deshonesto” y “débil”
La pasada cumbre del G7 en Charlevoix (Quebec) seguramente servirá como estudio de caso en escuelas diplomáticas, ya que no se recuerda un encuentro entre los miembros de este club de países ricos con tantas situaciones bochornosas. Diversos medios lo han catalogado como “el G6 + Trump”. El mandatario estadunidense fue arisco, pensó en Rusia más que en sus aliados tradicionales, confirmó su antipatía en varios temas y reflejó sus alergias al multilateralismo.
Horas antes de aterrizar en Canadá, Trump publicó en Twitter una crítica a su vecino del norte, afirmando que impone a los productos lácteos estadunidenses 270% de aranceles. “¡No es justo para nuestros granjeros!”, recalcó.
Sin embargo, omitió dar detalles sobre la forma en que opera el sistema de gestión de oferta para la leche y sus derivados en Canadá (dado que permite contingentes importantes desde Estados Unidos sin imponer gravámenes excesivos); tampoco comentó los subsidios que reciben los productores de su país. Estados Unidos exporta a Canadá cinco veces más leche y derivados que los que importa de su vecino.
Al final de la cumbre del G7, Trudeau volvió a señalar que los aranceles estadunidenses eran inconcebibles. Desde el aire, en pleno viaje a Singapur para reunirse con el líder norcoreano Kim Jong-un, Donald Trump tildó a Trudeau, vía Twitter, de “deshonesto” y “débil”. Ya en Singapur, volvió a la carga: “Las declaraciones de Justin Trudeau le costarán mucho dinero a Canadá”.
Por su parte, Peter Navarro, consejero económico del mandatario estadunidense, se refirió a Trudeau en Fox News: “Hay un lugar especial en el infierno para cada líder extranjero que practica una diplomacia de mala fe con el presidente Trump”. Navarro se disculpó dos días después.
Ante los ataques, la conciliación
El Parlamento canadiense aprobó por unanimidad el 11 de junio una moción que reprobaba la serie de mensajes negativos a Trudeau y condenaba los aranceles al aluminio y al acero. Igualmente, los grandes diarios de Canadá mostraron su apoyo al gobierno liberal. Trudeau expresó en sesión parlamentaria que su atención estaría enfocada en la defensa de los empleos canadienses y no en ataques personales.
Un día después, la ministra Freeland viajó a Washington para reiterar la oposición de su gobierno a los aranceles sobre el acero y el aluminio frente a los miembros del Comité de Asuntos Exteriores del Senado estadunidense. También sostuvo un encuentro con Robert Lighthizer, representante comercial de Estados Unidos, para conversar sobre el futuro de las renegociaciones del TCLAN. No entrar en provocaciones y mantener (e incrementar) los contactos: la importancia del mercado estadunidense así lo dicta.
“Trudeau y Freeland han tomado el camino correcto. Sus respuestas han sido claras y mesuradas, dadas las circunstancias tan especiales que ha enfrentado Canadá. Necesitan continuar con su discurso conciliador, sumar todos los apoyos estadunidenses posibles en cada nivel de gobierno y en cámaras empresariales. También es necesario reactivar las mesas de negociaciones”, considera Roland Paris.
En este clima de incertidumbre, diversas voces en los medios canadienses se han preguntado qué puede hacer Trudeau para encontrar oportunidades lejos de la frontera con Estados Unidos. Así, han salido a colación las ventajas que brinda el Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea, la urgencia de ratificar el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica y el empuje que podría dar la firma de un acuerdo comercial con China.
“Son estrategias apropiadas, sobre todo las que tienen que ver con el mercado asiático por su acelerado crecimiento. Sin embargo, esto no puede ser un objetivo a corto plazo. No debe verse como una solución inmediata a los problemas con Estados Unidos”, afirma Pierre Fortin, profesor de economía en la Universidad de Quebec en Montreal.
Para este especialista la mejor respuesta a corto término radica en la defensa del TLCAN, solidificando las relaciones con los sectores estadunidenses que apoyan el acuerdo y con los aliados mexicanos.
El 15 de junio Trump aprobó gravámenes del25% para cerca de un millar de productos chinos. Beijing contratacó con aranceles a bienes agrícolas estadunidenses. Trump tardó pocos días en volver a evocar a Canadá. El martes 19, en una reunión con empresarios en Washington, sostuvo que los ciudadanos canadienses viajan a Estados Unidos para adquirir calzado y revenderlo después al otro lado de la frontera. Sus palabras fueron recibidas en Canadá con hilaridad.
En el mismo encuentro, el mandatario estadunidense afirmó que desea firmar un acuerdo de forma separada con Canadá en vez de concluir una renegociación tripartita del TLCAN. No obstante, en mayo pasado, Trump había asegurado que las pláticas para modificar el convenio norteamericano estaban cerca de cerrarse con éxito. También el martes 19, Chrystia Freeland comentó en Ottawa que México, Canadá y Estados Unidos continuarán estableciendo contactos en el verano respecto del TLCAN.
Por lo pronto, las autoridades canadienses saben que Trump puede golpear de nuevo, y de forma considerable, con su idea de imponer 25% de aranceles a los automóviles importados. 95% de las exportaciones de la industria automotriz canadiense fueron hacia Estados Unidos en 2017 (por unos 60 mil millones de dólares). Y unos 120 mil empleos en Canadá dependen de dicho sector. La ministra Freeland ha señalado que su gobierno está preparado para cualquier escenario: “Tenemos planes B, C, D, E y F, y tal vez, hasta el final del alfabeto”.
En efecto, Canadá los necesita.