Macedonia: un referéndum para bautizar a una nación

viernes, 28 de septiembre de 2018 · 08:19
SKOPJE (apro).- Unas semanas antes del referéndum sobre el nombre de Macedonia de este domingo 30, la canciller alemana, Ángela Merkel, viajó a Skopje, la capital de ese país. Luego lo hizo el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, y también la jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini. Los macedonios votarán sobre el acuerdo de junio entre Skopje y Atenas, considerado clave para la estabilidad de la región y del bloque de países occidentales. Lo harán en un referéndum consultivo en el que deberán dirimir si aceptan que su país sea rebautizado Macedonia del Norte, para acabar con 27 años de hostilidad diplomática con Grecia, por la existencia de una homónima región en el norte del país helénico, que ha bloqueado el ingreso de Macedonia en la OTAN y en la UE. Si los macedonios aceptan el cambio, encaminarán al país hacia su integración euro-atlántica, alejándolo de otros posibles aliados, como Rusia. Pero si votan “no”, como les dice el segmento nacionalista que reniega del pacto con Grecia, la pacificación entre Grecia y Atenas puede sufrir contratiempos, así como la colocación geoestrátegica del país. Sin embargo, esta no es la opción que han elegido los países del bloque occidental, ni la que promueve el gobierno socialdemócrata Zoran Zaen, como confirma el ministro de Relaciones Exteriores y jefe negociador macedonio del acuerdo con Atenas, Nikola Dimitrov. “A pesar de todos sus defectos, en nuestro continente no hay una alternativa a la UE. No podemos resolver las políticas migratorias y todas las demás políticas, sin políticas europeas. Lo mismo pasa con el terrorismo, con los desafíos de la globalización, con el cambio climático. La única opción es la UE”, dice, en entrevista con apro, Dimitrov. Sentado en su despacho en el centro de Skopje, la ciudad más multicultural de Macedonia, Dimitrov arremete contra el anterior gobierno nacionalista y conservador de Nikola Gruevski, hoy implicado en varios casos judiciales por corrupción y abuso de poder. Bajo el mandato de Gruevski, recuerda Dimitrov, Macedonia —candidata desde 2005— perdió en 2009 la oportunidad de entrar en la UE y se enzarzó en el costoso proyecto de remodelación urbanística Skopje 2014, que irritó a Grecia por su voluntad de promover una identidad macedonia vinculándola a la figura de Alejandro Magno, que los griegos consideran originario de su país. El conflicto también exacerbó la relación con la minoría más numerosa (25%) del país: la comunidad albanesa. “Este acuerdo es importante para nosotros. En épocas de avance de fuerzas nacionalistas en Europa, hemos optado por ir a contracorriente, porque ya hemos visto qué ocurre cuando las instituciones son incapaces de reaccionar adecuadamente”, insiste Dimitrov. “Nuestro gobierno nació en medio de una profunda crisis moral y por un reclamo popular de justicia y transparencia”, añade en referencia a la llamada Šarena Revolucija (Revolución Colorada), un movimiento de ciudadanos que en 2016 salió a la calle para protestar contra el anterior gobierno de Gruevski. Inestabilidad Vecina de dos países enfrentados en una pugna eterna y que ocasionaron la última intervención militar de la OTAN en la región (1999), Serbia y Kosovo, el camino hacia la estabilidad de Macedonia no fue nunca fácil. En 1991 proclamó su independencia de la Yugoslavia socialista (1945-1992) y pronto se enzarzó en una polémica con sus dos vecinos, Bulgaria y Grecia, ambos fomentados a su vez por fuerzas nacionalistas que argüían que el pequeño país tenía pretensiones territoriales sobre sus territorios. Por la pugna con las autoridades griegas, la más incendiaria, Skopje alcanzó en 1995 un acuerdo con Grecia auspiciado por la ONU, el cual este último país violó al imponer su veto en 2008 a la entrada de Macedonia en OTAN, como también dictaminó una sentencia de 2011 de la Corte Internacional de Justicia de la Haya. Las turbulencias étnicas en la región también contagiaron al país en 2001, cuando Macedonia estuvo al borde de la guerra civil por los choques entre la guerrilla panalbanesa y el ejército macedonio. Posteriormente, en 2015, de nuevo se estuvo cerca del conflicto entre las comunidades en Kumanovo, donde ocho policías y un número desconocido de la minoría albanesa perdieron la vida, en un incidente cuyas circunstancias aún no se han aclarado. El último incidente de importancia ocurrió en abril del año pasado, cuando un grupo de simpatizantes del partido conservador VMRO-DPMNE atacó el Parlamento macedonio, dejando a varias personas heridas, entre ellos el actual primer ministro Zaev. La chispa que desencadenó los hechos fue el anuncio del nombramiento del primer presidente del Parlamento perteneciente a la comunidad albanesa, Talat Xhaferi, un exlíder exguerrillero del UCK. “Por ese terrible ataque se han imputado a 35 personas, entre ellas cuatro diputados conservadores. Entre los cargos está la acusación de hechos criminales con fines terroristas como inducción”, explica Natasha Damjanovska, exjueza de la Corte Constitucional del país. “Fue un momento difícil para nuestra democracia”, recuerda la partidaria del “sí” en el referéndum. Giro copernicano A partir de que en mayo del año pasado asumió el poder, Zaev y su Ejecutivo pactaron con los partidos albaneses y promovieron un giro copernicano a sus políticas para sacar al país del aislamiento —solo 144 países en el mundo reconocen a Macedonia— y firmar un acuerdo de amistad con sus vecinos. Los primeros fueron los búlgaros, con los cuales Skopje selló un acuerdo de amistad a principios de este año. “Recién elegido, le pedí a Zaev que me enviara a Atenas. Era junio (de 2017). Desde entonces, fue como vivir en las montañas rusas, tuvimos muchos altibajos”, cuenta Dimitrov. “La situación se desbloqueó en enero (de 2018) en Davos. Allí Tsipras y Zaev se reunieron por dos horas y se optó por empezar por algunas señales de buena voluntad”, añade Dane Talevski, uno de los consejeros sombra del mandatario macedonio. “Nosotros le quitamos el nombre Alejandro Magno al aeropuerto y a la autopista E75 (nombrados así por el anterior gobierno nacionalista y que había irritado a Atenas). Ellos nos permitieron entrar, entre otras cosas, en la alianza de los países de la región Adriática-Jónica (EUSAIR)”, cuenta Talevski, desde sus oficinas en el Palacio de Gobierno de Skopje. “No obstante, como toda estadística en Macedonia, los sondeos no son unánimes, mientras que también hay dudas sobre si el referéndum obtendrá el quórum necesario de 51% que necesita para que la cita sea considerada válida”, dice Katerina Kolozova, directora del Instituto de Ciencias Humanas de Skopje. Sin embargo, Damjanovska, la jueza del Constitucional, considera que eso no es un obstáculo. “Al ser un referendo consultivo, sea cual fuere su resultado, no obliga a nivel jurídico al gobierno a dar marcha atrás”, dice. “Eso sí, sería recomendable que se obtenga un amplio respaldo de la población, para que el proceso de pacificación sea exitoso a largo plazo a nivel político”, añade. Esta suspicacia también se remite a que la UE se encuentra en sus horas más bajas, por la salida de Reino Unido de la UE y las sanciones a los países de Europa del Este, que han dificultado en los pasados años encontrar posiciones unánimes sobre asuntos de interés común en el club europeo. “Sabemos que estamos intentado agarrar un objetivo móvil. Hace años, entrar era mucho más fácil. Pero lo que es un hecho es que nos han prometido que, si alcanzamos la paz con Grecia, las conversaciones para la entrada empezarán oficialmente en junio del año que viene”, añade Dimitrov. “Estado Unidos tiene una gran influencia en la región, especialmente en la comunidad albanesa que vive en el país. Y este es probablemente el último país de la región que, en tiempos breves, optará por pedir el ingreso en la OTAN”, explica el delegado de la UE en Macedonia y exministro de Exteriores de Eslovenia, Samuel Zbogar. “No les prometimos que entrarán en la UE, pero sí que empezaremos a negociar. Esto es un buen motor para que construyan un mejor país. Les estamos dando listas de cosas para hacer. Ha incluso venido aquí alguna delegación de la UE para iniciar el proceso de revisión”, añade Zbogar, al margen de un acto en Skopje. Hijo de un macedonio expulsado de Grecia durante la guerra civil en ese país (1946-1949) y exembajador en Estados Unidos, Dimitrov también considera que el haber alcanzado el acuerdo de junio con Skopje es ya un gran paso hacia adelante. “Creo que entraremos en la OTAN el año que viene, máximo en 2020”, pronostica. Sin embargo, un grupo de ciudadanos, que dicen ser de distintas orientaciones políticas, incluyen a la activa diáspora macedonia y no quieren revelar sus nombres reales, se escudan bajo el nombre de ????????? (Boicottera). "¿Por qué debemos cambiar nuestro nombre? Grecia ya ha violado el acuerdo una vez. ¿Por qué deberíamos creerles ahora?", inquieren. Para Estados Unidos el pacto también representa el paso obligado para que Grecia levante su veto al acceso de Macedonia en la OTAN, lo que a su vez frenará todo posible intento de expansión de Rusia en el país, como también dijo el secretario de Defensa estadounidense, Jim Mattis, en una reciente visita Skopje. “No queremos que Rusia haga aquí lo que hicieron en otros países", afirmó Mattis, quien también acusó a Rusia de estar haciendo una campaña de desinformación a través de la difusión de noticias falsas en las redes sociales y en los medios de comunicación locales, supuestamente en contra del “sí” al acuerdo greco-macedonio en el referéndum. Otro aspecto son los llamados foreign fighters, los combatientes macedonios que en los últimos años se han afiliado a organizaciones de radicales islámicos armados, como el Estado Islámico, un fenómeno que ha golpeado a Macedonia y preocupa tanto en Bruselas como en Washington. “Macedonia, sin duda, es un enclave estratégico que mañana, quizá, se podría convertir en una nueva frontera europea”, afirma la analista.

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