Reprimir sin vergüenza

jueves, 5 de diciembre de 2019 · 21:29
VALPARAÍSO, Chile (apro).- El uso de armas y proyectiles supuestamente “no letales” han causado al menos cinco muertes y traumas oculares a más de 300 personas, muchas de las cuales han quedado con ceguera parcial o total. Según estadísticas oficiales, las personas heridas en la reciente represión a las manifestaciones en Chile superan las 11 mil; está también el hecho de haber torturado a cientos y quizás miles de detenidos y hay más de 70 querellas del Instituto Nacional de Derechos Humanos contra el cuerpo de Carabineros, por abuso sexual de mujeres y niñas; y ahora el gobierno se dispone a aumentar su potencial represivo con la incorporación masiva de nuevas armas de alto impacto. Todo con el fin de intentar poner freno a la revolución ciudadana que se mantiene firme en todo Chile a 50 días de iniciado (18 de octubre) el “estallido social” detonado por el alza en el precio del pasaje del Metro de Santiago. En efecto, el subsecretario del Interior, Rodrigo Ubilla, informó el miércoles 4 –en entrevista con el diario El Mercurio– que el gobierno está evaluando dotar a los Carabineros con “una línea de nuevas armas no letales” entre las que sobresalen los “dispositivos acústicos”. La justificación: “Lo que queda en la calle es pura y dura delincuencia común”, expresó Ubilla y añadió: “Estamos en un plan de dotar rápidamente a Carabineros de equipamiento nuevo para recuperar parte de lo que hemos perdido” para así contar en 2020 “con una nueva capacidad tecnológica y operativa importante”. Ubilla reveló que, además de apertrecharse con nuevos carros lanza-agua y lanzagases, vehículos de transporte de personal, dispositivos propagadores de gas pimienta, nuevas bombas lacrimógenas, y equipamiento de protección personal como cascos, guantes y trajes antillamas, el gobierno está analizando la posibilidad de adquirir “disuasivos acústicos”, los que, según él, se usan en más de 60 países. “Nos quedamos con el lanza-agua, que es de los ochenta y el lanzagases, que es de los setenta, por lo que es necesario renovarse”, expresó. Este alto funcionario de gobierno dio a conocer al citado medio que la posibilidad de hacerse de dispositivos acústicos será analizada con la asesoría que entregarán a Carabineros diversas policías extranjeras, entre las que mencionó la Guardia Civil y la Policía Nacional de España; la Policía Federal de Alemania y el general Óscar Naranjo, exdirector de la Policía Nacional de Colombia y actual asesor de seguridad del Banco Interamericano de Desarrollo. Armas de guerra Los “disuasivos acústicos” son básicamente de dos tipos: las granadas aturdidoras de luz y sonido, mejor conocidas como flashbangs y el dispositivo acústico de largo alcance (LRAD). El LRAD fue producido originalmente por la estadunidense American Technology Corporation. En un principio fue concebido para dos tipos de uso: la emisión de mensajes sonoros y la irradiación de sonidos dolorosos. Definida como arma “no letal” por sus fabricantes, se ha usado en situaciones de guerra y para sofocar manifestaciones. En Chile esta arma fue utilizada sólo una vez, al menos de lo que se tenga registro. Esto ocurrió el 11 de septiembre de 2008 en la población Lo Hermida, de Santiago de Chile. Se utilizó en medio de un operativo de represión efectuado por Carabineros a protestantes que se expresaban en rechazo del aniversario 35 del golpe militar de 1973. En la ocasión, el uso de este dispositivo creó consternación en la ciudadanía, dada las reacciones de dolor y pánico que generaron entre los afectados. Los flashbangs, por su parte, acaban de ser estrenados en el reciente ciclo de protestas. Según reportó el diario digital Resumen, de Concepción (región de Bío Bío), en nota del 28 de noviembre, durante la tarde del 26 de noviembre, en medio de una jornada de huelga nacional, Carabineros lanzó una de estas bombas contra los manifestantes. “Según las personas que presenciaron el hecho, el artefacto lanzado por la policía explotó generando un fuerte ruido” que afectó seriamente a algunos de los que participaban en una manifestación en las cercanías del Palacio de Tribunales. “Posterior a los sucesos, manifestantes recogieron los restos del artefacto lanzado por carabineros, constatando que se trataba de un arma explosiva, similar a una granada”. Según las especificaciones consignadas en el artefacto, la granada aturdidora correspondía al modelo GB 707 de marca CONDOR (Brasil) “que sería la versión pequeña de la granada GL-307, también utilizada por la policía de Colombia”. Esto, de acuerdo a lo que reseñó Resumen. En la ocasión también fue encontrado un segundo artefacto. Se trata del modelo 7290 Mini Bang del fabricante estadunidense Combined Tactical Systems. En entrevista con Proceso el médico forense y gobernador de la Asociación Mundial de Medicina Legal, Luis Ravanal, expresó que los dispositivos acústicos “pueden producir una amplia variedad de lesiones, desde daños auditivos leves a severos, sordera permanente, trastornos visuales, reacciones de pánico y terror, así como dolor, desorientación, quemaduras, sensaciones de malestar y náuseas”. “Aunque el ejército estadunidense ha utilizado simuladores de granadas durante más de 60 años, la Unidad de Investigación de Operaciones del Servicio Aéreo Especial (SAS) del ejército británico, se atribuye al desarrollo de la primera granada flashbang moderna, a principios de la década de 1970”, informa Ravanal. El SAS también desarrolló y refinó las tácticas para el empleo de estos dispositivos. El primer uso operativo documentado de un flashbang fue realizado por comandos israelíes durante la Operación Thunderbolt, para rescatar a los pasajeros de un avión de Air France secuestrado en Entebbe, Uganda, en julio de 1976. “Los flashbangs crean una explosión de luz extraordinariamente brillante y un ruido atronador que temporalmente enceguece y ensordece a cualquiera que esté a pocos metros. El combustible que genera el destello se quema a una temperatura superior a la de la lava, por lo que, además, pueden producir quemaduras severas”, informa este tanatólogo. Ravanal –que ha sido perito de parte en las investigaciones por las muertes de Pablo Neruda y de Salvador Allende– indica que los flashbangs son granadas de mano modificadas que “cuando explotan en el cuerpo humano pueden causar lesiones graves o la muerte”. Añade: “La policía argumenta que los flashbangs salvan vidas porque aturden a los criminales que de otra manera podrían disparar. Pero los flashbangs también han cercenado manos y dedos, han inducido infartos, causado incendios y matado a mascotas”. Sigue: “Una investigación en Estados Unidos (The Human Toll of Flashbangs; 2015) ha encontrado que al menos 50 estadunidenses, incluidos agentes de policía, han sido gravemente heridos, mutilados o muertos por flashbangs desde el año 2000, cifra que probablemente constituye una fracción del total de casos, dada la escasez de registros desde la implementación de estas armas”. Ravanal destaca que en el caso chileno “se deben tener en cuenta las consideraciones éticas, sanitarias, jurídicas y medioambientales sobre la aceptabilidad y conveniencia respecto al uso de armas acústicas y enceguecedoras”, como las que el gobierno pretende usar “como medios de poderío y control policial sobre la población civil, con frecuencias acústicas que son dañinas para la salud, las cuales invariablemente van a afectar a los habitantes en medios urbanos, las cuales no discriminan entre niños, adultos, ancianos, enfermos y animales”. Balas, no balines El riesgo de entregar nuevas y letales armas a Carabineros, se evidencia al analizar la forma en que esta institución ha usado armas y municiones contra manifestantes pacíficos desde que comenzó el estallido social. Según informó Human Rights Watch en reporte entregado al presidente Sebastián Piñera el 26 de noviembre, los servicios de urgencias de Chile atendieron –entre el 18 de octubre y el 22 de noviembre de este año– a 11 mil 564 personas con heridas relacionadas con las manifestaciones. Aunque no hay una estadística clara y diferenciada de la cantidad y tipo de heridas producidas en el contexto del estallido social, los testimonios de los equipos médicos coinciden en que la mayor incidencia ha sido provocada por los mal llamados “perdigones” o “balines”. En reportaje de 16 de noviembre del Centro de Investigaciones Periodísticas se aterriza lo masivamente dañino del uso de este tipo de proyectiles. Citando el relato de la estudiante de medicina Emilia Larrea, que atendía un puesto de primeros auxilios a una cuadra de Plaza Italia (punto neurálgico de las protestas en Santiago) se informa que en los días de mayor convocatoria de las protestas, sólo en ese puesto se atendían en torno a 200 personas. “La mayoría de los heridos que llegan acá son por perdigones. Hay una persona que nos llegó con 18 perdigones en el cuerpo, otra persona con 14. Hay otra que arribó con el taco de perdigones introducido en la pierna, y por lo tanto tenía los 12 (perdigones) metidos en el mismo lugar. Eso quiere decir que los están disparando a quemarropa”, reveló la estudiante Larrea. El 15 de noviembre la Sociedad Chilena de Oftalmología emitió un comunicado en el que señalaba que desde el 19 de octubre al 14 de noviembre se habían atendido 248 pacientes “con trauma ocular severo”, subrayando que “en su mayoría las graves lesiones oculares observadas se asocian a impacto por balines utilizados con escopetas antidisturbios”. Un informe de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Chile –de 15 de noviembre– confirmó información entregada por numerosos radiólogos y oftalmólogos que daban cuenta de que los supuestos perdigones de goma utilizados por Carabineros en realidad estaban compuestos de metal, lo que era evidente al ver el enorme daño que causaban. En sus conclusiones el estudio de la Universidad de Chile señala que “los perdigones analizados contienen 20 % de caucho y el 80% restante corresponde a otros compuestos: sílice, sulfato de bario y plomo”. El estudio se hizo a dos “balines” extraídos a pacientes que se atendieron en la Unidad de Trauma Ocular del Hospital El Salvador, de Santiago. La masividad y gravedad de las lesiones ocasionadas por las armas de Carabineros venía generando estupor a poco de comenzado el estallido. El 8 de noviembre BBC Mundo informó –en reportaje sobre el daño ocular que se estaba registrando en el contexto de la represión– que en tres semanas de protestas en Chile, había más lesiones en los ojos que en tres décadas de conflicto entre Israel y Palestina. Dos días después el diario estadunidense The New York Times difundía el reportaje en video “Es mutilación: la policía en Chile está cegando a los manifestantes”. Tras el escándalo nacional e internacional derivado de la mutilación masiva contra manifestantes, el general director de Carabineros Mario Rozas dispuso –el 10 de noviembre– que a contar de esta fecha el uso de balines estaría acotado a “situaciones de real peligro para nuestros carabineros y ciudadanos”. Sin embargo, después de ese compromiso y otros que la policía ha asumido en los días y semanas siguientes, se ha mantenido el uso masivo de este tipo de proyectiles como lo prueban los numerosos casos de nuevos afectados, incluidos con lesiones oculares, que a diario llegan a los centros de emergencia. Pese a la evidencia, el gobierno y Carabineros han negado en instancias oficiales el uso de proyectiles con contenido metálico. El 12 de noviembre, en el contexto de una audiencia de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos –verificada en Quito– que analizó la crítica situación de derechos humanos en Chile, el representante del Estado chileno, el abogado Mijail Bonito, aseguró que “Carabineros de Chile no usa balines de acero. Nosotros vamos a entregar todas las facturas de compras y además todo un análisis de los perdigones de goma”. El general de Carabineros Enrique Bassaletti aseguró –el 22 de noviembre a Chilevisión Noticias–: “No usamos balines, sino perdigones de goma”.  

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