Mario Amorós: 'Falta aún para derrotar a Pinochet”

martes, 10 de septiembre de 2019 · 22:36
Mario Amorós, periodista e historiador español, autor de obras sobre Allende y Neruda, se dio a la tarea de elaborar la biografía de referencia de Augusto Pinochet. Su libro, presentado el domingo 3, presenta por primera vez el historial castrense completo del dictador; narra, también, un episodio ocurrido en México en 1972, cuando un reportero de televisión le comentó: “Hay ruido de sables en Chile”, lo que el personaje, hipócritamente, negó. En entrevista, el autor habla de la huella pinochetista que aún se percibe en el país sudamericano y sentencia que todavía falta para que el militar fallecido en 2006 esté efectivamente derrotado. SANTIAGO (apro).– “La sombra de Augusto Pinochet está sobre el Chile actual en forma de polémicas públicas permanentes, pero fundamentalmente se expresa a través de un modelo económico neoliberal, concentrador de los ingresos y depredador de la naturaleza, que persiste y sigue siendo parte de la identidad de este país. Por lo mismo, en sentido metafórico, falta aún para derrotar a Pinochet”. Esta es una de las principales conclusiones que expresa –en entrevista con Apro– el doctor en historia y periodista español Mario Amorós, quien presentó en esta capital, el domingo 3: Pinochet. Biografía militar y política (Ediciones B). Este libro –que aparece cerca del aniversario 43 del golpe militar del 11 de septiembre de 1973– ya abrió un gran debate respecto de la figura del dictador, cuyo rol es reivindicado en estos días por líderes mundiales que suscriben sus ideas y prácticas de corte fascista. Uno de ellos, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, declaró el lunes 4 que “si no fuera por Pinochet, que derrotó a la izquierda, entre ellos a su padre (de Michelle Bachelet), Chile sería una Cuba”. Estas declaraciones, que generaron gran polémica y rechazo en Chile y a escala internacional, las hizo Bolsonaro en respuesta a la alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, luego de que ésta criticara el alto número de ejecuciones extrajudiciales en Brasil. El padre de la alta comisionada, el general de la Fuerza Aérea, Alberto Bachelet, fue torturado y asesinado seis meses después del golpe militar, en tiempos en que la dictadura de Pinochet aniquilaba a todos los civiles y militares que le parecían peligrosos o que pudieran hacerle sombra. Entre las revelaciones de esta obra sobresale el desconocido paso de Pinochet –ferviente católico– por la masonería, de la que fue excluido el 24 de octubre de 1942, cuando “se le entregó una carta de retiro obligatorio (…) por la reiterada inasistencia y la falta de pago de cuotas”, como se reseña en el capítulo 2 del libro. Y uno de los principales aciertos de este libro radica en la exhaustiva revisión que se hace del historial militar de Pinochet, que nunca había sido difundido.   El dictador Augusto Pinochet Ugarte (nacido en Valparaíso en 1915 y muerto en Santiago en 2006) ingresó a la Escuela Militar en 1933; abandonó la institución castrense en 1998, cuando dejó el cargo de comandante en jefe para asumir con senador. La condición de jefe del Ejército la había adquirido a fines de agosto de 1973, en circunstancias particularmente críticas, momento en que el presidente Salvador Allende y su antecesor en el cargo castrense, Carlos Prats, vieron en él a la persona idónea para resguardar el orden democrático. Pinochet “es el hombre que más años ha permanecido activo en el Ejército chileno y el que más tiempo ha estado al frente del país, incluso si se considera a los gobernadores de la época colonial”, consigna Amorós en su biografía. El autor pone de relieve que este personaje tuvo “un control tan absoluto” del país, “que en varias ocasiones le indujo a advertir: ‘En Chile no se mueve una hoja sin que yo lo sepa’”. “De personalidad dogmática e intolerante, desde luego no brilló por su inteligencia (…) formado en un Ejército marcado por una disciplina absoluta y una rígida verticalidad de mando, el debate, el consenso, la discrepancia o la oposición (…) fueron para él sinónimos de rendición, ineficacia o derrota”, como se apunta en la obra. Allí se añade: “Careció de apego o intereses en otras materias que no fueran militares (…) fue un oficial de ideas básicas y nítidas, con capacidad de mando, simulador, taimado, paciente, astuto, tenaz, implacable, desconfiado y supersticioso”. En este sentido, el autor destaca que “en el dedo anular de su mano izquierda portó siempre, como un fetiche, un grueso anillo de oro con un rubí cuadrado y su signo zodiacal inscrito: Sagitario: ‘Signo de dominio’”. No obstante, en la entrevista el autor matiza respecto de sus capacidades: “Mucha gente lo ha menospreciado intelectualmente (…) pero no debió ser tan torpe cuando logró obtener esa carrera militar larga y coronarla en la cima”. Amorós destaca en su libro –de 832 páginas– que Pinochet “fue un político hábil que supo encaramarse a la cúspide del Estado y postergar a un lugar secundario” a los demás miembros de la Junta Militar y del alto mando del Ejército, y que “pudo conducir con mano de hierro y el puño de acero de la DINA (policía política), el Estado y el Ejército, con el apoyo de todos los sectores de la derecha y de los grandes grupos económicos nacidos o reforzados con las sucesivas oleadas de privatizaciones de las empresas públicas”. Además, recalca que Pinochet “fue un dictador despiadado” con “insaciable ambición de poder”, que desde el mismo 11 de septiembre de 1973 “hasta la madrugada del 6 de octubre de 1988, cuando maniobró para desconocer su derrota” en el plebiscito que definía su continuidad en el gobierno, “estuvo empeñado en perpetuarse al frente de Chile hasta el fin de sus días, como su admirado Francisco Franco”. En la obra se publican por primera vez algunos de los intercambios epistolares que realizó con el dictador español y que se iniciaron al día siguiente del golpe militar, cuando Pinochet anunció el cese del embajador Oscar Agüero y le transmitió por vez primera –como “leal y buen amigo”– su elocuente admiración. “Os ruego aceptéis los sinceros votos que formulamos por el bienestar de Vuestra Excelencia y por la grandeza de España”, expresaba Pinochet en carta del 12 de septiembre. El “generalísimo” siempre correspondió este sentimiento, lo que se vio expresado en el reconocimiento del 18 de septiembre de 1975. Aquel día el jefe del Estado Mayor del Ejército español, el teniente general Emilio Villaescusa entregó a Pinochet, en Santiago, “la condecoración de la Gran Cruz al Mérito Militar, máxima distinción de su institución en tiempos de paz, otorgada por Franco”, como reseña Amorós. Tras la muerte de Franco el 20 de noviembre de 1975, el mandamás chileno fue uno de los pocos gobernantes que acudió a las exequias, a las que se trasladó a “rendir homenaje a este guerrero que sorteó las más fuertes adversidades”, como explicó antes de volar a Madrid. Al retornar, en escala en Las Palmas, Pinochet fue recibido por el presidente del cabildo de Gran Canaria, Lorenzo Olarte, a quien le confesó su deseo de que en Chile también se edificara un Valle de los Caídos, en su recuerdo, como consigna Amorós. Pero este sueño no estuvo ni cerca de hacerse realidad. Tras su muerte, el 10 de diciembre de 2006, Día Internacional de los Derechos Humanos, el Ejército chileno rechazó la petición de la viuda, Lucía Hiriart de Pinochet, de que sus cenizas fuesen conservadas en la Escuela Militar. Ni siquiera se autorizó que fueran resguardadas en la catedral castrense ni en ninguna unidad militar. “Razones de seguridad”, se argumentó. Sólo pudieron ser trasladadas a su apartada residencia de descanso de Bucalemu, localidad costera de la Región de Valparaíso, donde se guardaron para evitar cualquier acción de sabotaje. “Londres se convirtió en su Waterloo”, señala Amorós en su libro. “Su viaje caprichoso”, de septiembre de 1998, derivó en su detención por agentes de Scotland Yard el 16 de octubre de aquel año. Actuaban a petición del juez Baltazar Garzón y del presidente de la Unión Progresista de Fiscales, Carlos Castresana, ambos españoles. Ese viaje “fue el primer gran error de su trayectoria militar y política”, puntualiza en la entrevista. Después de 503 días pudo volver a Chile, pero ya nada fue igual. Perdió su escaño como senador. Se abrieron centenares de juicios en contra suya y de numerosos funcionarios de su régimen, que acabaron con muchos de ellos en la cárcel. Su detención fue un punto de quiebre en la historia de Chile. A diferencia de España, en que hubo total impunidad, en este país sudamericano ha habido un importante grado de justicia.   Viaje a México Hay un episodio escasamente conocido que se revela en el libro. En agosto de 1972, Salvador Allende aceptó la invitación del gobierno mexicano para que una comitiva del Ejército chileno acudiera a la conmemoración del 162 aniversario de la Independencia de México. “El 29 de agosto Prats eligió al general Pinochet, quien el 8 de septiembre partió hacia el país azteca junto con su esposa y sus hijos Marco Antonio y Jacqueline, en un viaje que tuvo varias escalas”. La más relevante de estas los llevó a estar cuatro días en la zona del Canal de Panamá “donde el comandante estadunidense, el general Underwood le recibió en su cuartel general ‘con honores de jefe de Estado’ y con quien conversó acerca de las posibilidades de compra de tanques para el Ejército chileno”. Aunque Pinochet lo mantuvo en secreto, también hablaron sobre la situación política en Chile. “Según uno de los más de 16 mil documentos de la CIA desclasificados en noviembre de 2000, fechado el 13 de noviembre de 1972, en aquel momento Pinochet ya consideraba que las ‘únicas alternativas’ para Salvador Allende eran o su renuncia forzada a la Presidencia o su ‘eliminación’”. Esta cita se extrae del artículo de la periodista Pascale Bonnefoy “Pinochet quería eliminar a Allende en 1972”, publicado en el diario El Mostrador el 13 de noviembre de 2000. Una vez en México, el alto oficial chileno conversó con el presidente Luis Echeverría. Éste le transmitió afectuosos saludos para Allende. En la ocasión, “Pinochet accedió a ofrecer una entrevista al reportero Fernando Alcalá, del informativo 24 horas del Canal Televisa. ‘Hay ruido de sables en Chile’, le comentó el periodista mexicano… ‘¡De ninguna manera! (…) No hay la mínima posibilidad. El Ejército chileno es institucional y respeta y apoya al presidente, su jefe, sin considerar sus ideas políticas’, señaló Pinochet”. Pese a estas expresiones, a su retorno a Santiago, el 24 de septiembre de aquel año, Prats le comunicó que había dispuesto el retiro del general Alfredo Canales por su implicación en planes conspirativos. “Según un documento de la CIA fechado sólo tres días después e igualmente desclasificado en noviembre de 2000, Pinochet estuvo involucrado entonces en la preparación de un golpe del general Canales. Nadie lo supo entonces”, según se reseña en la biografía del dictador. En su trayectoria como oficial, Pinochet nunca expresó cuáles eran sus ideas políticas. Nadie parecía saber lo que realmente pensaba. Siempre aparentó ser un militar constitucionalista y se preocupó de no aparecer como una amenaza para nadie. Ese fue su secreto para ascender hasta lo más alto. La careta se la sacó tras el golpe militar –al que se sumó a última hora, cuando estaba seguro que no fracasaría– tras el cual se mostró despiadado y comenzó su “guerra contra el marxismo”.   Aportes a la historia La aparición de la biografía de Pinochet vino a llenar un vacío respecto de la vida de este personaje, como han coincidido académicos y dirigentes políticos. Aunque existían algunos títulos sobre la vida del dictador, como Pinochet. La biografía (El Mercurio/Aguilar; 2002) del historiador y exministro del gobierno militar Gonzalo Vial, estos títulos –por lo general– se realizaron en términos laudatorios o aportaron pocos elementos nuevos a los ya conocidos sobre la historia del personaje. Por ejemplo, la biografía de Vial –la más reconocida hasta la reciente de Amorós– casi no utiliza fuentes directas y se basa, fundamentalmente, en lo reseñado por el propio biografiado en Camino recorrido. Memorias de un soldado (1990) y en otros libros sobre su vida, como el escrito por las periodistas Raquel Correa y Elizabeth Subercaseux: Ego Sum Pinochet (1989). Es en este contexto que la obra de Amorós adquiere valor. El autor se ha especializado en el género de las biografías. En 2013 escribió Allende; al año siguiente publicó otra sobre el fundador y líder del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, Miguel Enríquez. Un hombre en las estrellas, mientras que en 2015 dio vida a Neruda. El príncipe de los poetas. –¿Qué significa para ti, un hombre reconocidamente de izquierda, escribir sobre el dictador chileno? –se le pregunta. –Yo detesto a Pinochet desde hace muchos años. Pero eso no me impide hacer mi trabajo de historiador. Soy una persona de izquierdas. Eso se percibe al leer el libro, pero creo que lo importante es que he hecho un trabajo riguroso. En la entrevista, el autor destaca que en su libro –para el que fueron consultados más de 16 archivos de cuatro países, que contiene una bibliografía superior a los 400 títulos; y en el que aparecen citados 138 medios de comunicación, además de otros documentos y fuentes– “no sólo están las voces de las víctimas y de quienes lucharon contra Pinochet” sino también las de sus colaboradores y familiares. Sigue: “He intentado escribir la biografía de referencia de Pinochet. No había ninguna otra biografía histórica bien hecha y ésta es la primera que se hace con documentación de archivo y con todas las fuentes que he tenido a mi alcance”.

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