Internacional

Nagorno-Karabaj: ¿Es necesaria una nueva guerra?

Armenia y Azerbaiyán forman una suerte de corredor entre Europa y Asia, pero además el segundo cuenta con reservas de gas natural y petróleo crudo, razones para despertar los intereses de los países que le rodean, en particular Turquía, Rusia e Irán.
sábado, 28 de noviembre de 2020 · 21:51

En recuerdo del editor Juan-Guillermo López

CIUDAD DE MÉXICO (proceso).- Un sirio explica desde Azerbaiyán: “La situación es terrible. Terrible. Hay disparos todos los días. Estamos en medio de una tormenta. No hay descanso. Muchos hombres han desaparecido y no los encontramos”.

Él es uno de los cientos de mercenarios sirios que están siendo enviados por Turquía para combatir en contra de Armenia en la disputa por el control de Nagorno-Karabaj en Azerbaiyán, un territorio poblado mayoritariamente por armenios que reclamaron su autonomía desde 1980 y que insisten en crear una entidad aparte.

Armenia es un país de casi 10 millones de habitantes y Azerbaiyán apenas cuenta con 3 millones. Ambos recuperaron su independencia cuando la URSS se desmembró entre 1989 y 1991. Los separatistas son apoyados desde luego por Armenia por lo que el gobierno de Ereván decidió ocuparlo para crear una “franja de seguridad” para unir su país con los territorios azerbaiyanos, motivo de la disputa. Armenia es cristiana desde tiempos remotos, y Azerbaiyán es musulmán, con un destacado laicismo tolerante.

Diferentes naciones tienen intereses en esa región con fronteras porosas, por esa razón es un sirio quien relata lo que allí se está viviendo. Armenia y Azerbaiyán forman una suerte de corredor entre Europa y Asia, pero además el segundo cuenta con reservas de gas natural y petróleo crudo, razones para despertar los intereses de los países que le rodean, en particular Turquía, Rusia e Irán.

La industria del reclutamiento

La guerra en Siria desde 2011 hasta nuestros días ha convocado a las potencias y a varios países, pero cuando ésta se acerca al final las posibilidades de actuar en esa compleja región se han limitado. La guerra siria ha provocado una crisis humanitaria sin precedente, con medio millón de muertos y la salida de aproximadamente 10 millones de personas. Los que quedan ahora en ese maltrecho país enfrentan la hambruna y las escasas perspectivas de vida que los involucran con la industria del reclutamiento.

La emigración llegó al tope y lo saben, por eso son otras las opciones, como aceptar los ofrecimientos de Turquía para intervenir en la disputa entre Azerbaiyán y Armenia o, aún más lejos, tomar las armas de Rusia para ir a combatir en Libia.

Y en ese ir y venir de los pueblos de la región, a los armenios –que debido a sus escasas condiciones de vida habían decidido encontrar en Líbano su destino reuniéndose con la amplia comunidad de ese origen– la grave crisis por la que atraviesa ese país los ha obligado a regresar a Armenia.

El origen del conflicto actual se remonta a 1991 cuando, respondiendo al reclamo de autonomía, el ejército armenio ocupó la región del Alto Karabaj, reconocida internacionalmente como parte de Azerbaiyán, que representa 20% de su territorio. Después de un saldo inicial de cerca de 25 mil víctimas vino un alto al fuego en 1994, llegó el acuerdo entre Bakú y Ereván con sus miles de muertos, heridos y desplazados, realizado con la mediación de Estados Unidos, Rusia y Francia, que participaron en el grupo de Minsk de la Organización para la Seguridad de Europa (OSCE).

Como siempre y de acuerdo con los resultados, en ese tipo de conflictos los organismos internacionales no logran influir como se debiera y los países que podrían contribuir a alcanzar la paz dejan mucho que desear. El presidente francés Emmanuel Macron se coloca ahora al lado de Armenia: “He notado las políticas de Turquía (a favor de Azerbaiyán), que considero desconsideradas y arriesgadas”, porque además lanza mensajes bélicos. Mike Pompeo, el secretario de Estado de Estados Unidos, habla de la necesidad de buscar acuerdos entre las partes y recientemente se reunió con los ministros de Relaciones Exteriores de Armenia y Azerbaiyán para acordar una tregua que se estableció pero que a los pocos días se rompió. No importó que los bombardeos de Azerbaiyán sobre Nagorno-Karabaj hubieran provocado la destrucción de viviendas dejando a 90 mil personas sin hogar.

En la guerra mediática en la que unos y otros buscan influir en la opinión pública mundial, Hulusi Aker, ministro de Defensa de Turquía afirma: “Aquellos que piden un alto al fuego y negociaciones, ahora están observando desde lejos cómo Armenia continúa cometiendo crímenes de guerra. Y volvió a masacrar a nuestros hermanos y hermanas azerbaiyanos, incluidos, niños, mujeres y ancianos”, refiriéndose a los ataques que Armenia lanzó contra civiles en Canje, la ciudad más grande de Azerbaiyán, según el diario oficialista AA 100 años, 1920-2020, publicado en Ankara.

Desde septiembre, cuando se agudizó el conflicto, han muerto ya varias decenas de civiles azerbaiyanos y han llegado a más de 200 los heridos. La otra parte afirma que Azerbaiyán ha atacado 120 asentamientos civiles y destruido infraestructura de comunicaciones, puentes, instalaciones eléctricas e hidráulicas.

Ante el escenario vacío que ha dejado la guerra en Siria, el peligro de recrear algo semejante en los territorios en disputa ha llevado a los países más poderosos a ocupar una posición. Rusia, con sus bases militares en Armenia, emplea además milicias sirias en su avance regional, por eso los hogares en los campos de Idlib son conducidos por mujeres, porque los hombres han sido reclutados para incluso ir hasta Libia, y de no hacerlo toda la familia puede morir de hambre. Prefieren recibir 600 euros y a veces hasta 2 mil 500 mensuales, los más calificados, para participar en batallas que no son las suyas. Así lo demuestra su participación al ser reclutados por Turquía para la captura de Nagorno-Karabaj en una muestra de lo que es la economía de la desesperación entre los sirios sin expectativas en lo que ha quedado de su país después de la guerra: escombros y muerte.

Nagorno-Karabaj. Destrucción y Muerte. Foto: AP 

En la antesala de una guerra

Pero ¿quién es quién entre los interesados en involucrarse y por qué lo hacen en un territorio que parece un escenario prefigurado para favorecer de nuevo la presencia de grupos terroristas, sin importar la destrucción que ha quedado a la vista en Siria?.

Turquía apoya a Azerbaiyán porque por razones históricas no apoyaría a Armenia, lo cual le dará más poder en el Cáucaso y en Asia Central. Por supuesto, quiere que Armenia se retire de la parte ocupada para consolidar su fuerza en la región al reafirmar su alianza con Azerbaiyán. Sin embargo, no quiere involucrarse en un conflicto armado, aunque junto con Rusia busca otras arenas para sus batallas al estabilizarse la situación en Siria.

Estados Unidos, como lo ha mostrado, no ha tenido una presencia afortunada en la cercana región de Siria y de Irak, y su retirada ha dejado el campo vacío para la presencia de Rusia, que se ha convertido en el aliado más poderoso del malhadado presidente Bashar al-Asad, quien se mantiene seguramente con apoyos internos, pero también con los que principalmente le otorgan el ejército turco y la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán, que bloquean los avances de la oposición.

De no resolverse el conflicto que ahora enfrenta a Azerbaiyán con Armenia por la región separatista de Nagorno-Karabaj, se puede estar en la antesala de una nueva guerra, semejante a la de Siria que sólo trajo destrucción y muerte. Y como sucedió en Irak y está sucediendo en Libia, las acciones de Estados Unidos y de otras potencias hasta ahora sólo han empeorado procesos que quizás podrían haber encontrado sus propias vías de solución.

Texto publicado en la edición 2299 del semanario Proceso. 

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