CIUDAD DE MÉXICO (apro).
- Para 2030, África albergará a más de la mitad de las personas con hambre crónica en el mundo, advirtió la Organización de las Naciones Unidas (
ONU) al presentar la última edición del Estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo.
De acuerdo con la ONU, la revisión de toda la serie del hambre desde el año 2000 arroja que después de disminuir constantemente durante décadas, el hambre crónica comenzó a aumentar lentamente en 2014 y continúa haciéndolo.
El informe revela que casi 690 millones de personas pasaron hambre en 2019, 10 millones más que en 2018, y casi 60 millones en cinco años, mientras que la prevalencia global de la desnutrición, o el porcentaje general de personas hambrientas ha cambiado poco, con un 8.9 por ciento; esto significa que, en los últimos cinco años, el hambre ha crecido al ritmo de la población mundial.
"Cinco años después de que el mundo se comprometiera a acabar con el hambre, la inseguridad alimentaria y todas las formas de desnutrición, todavía estamos fuera de camino para lograr este objetivo para 2030", subrayaron los autores del estudio.
Asia sigue siendo el hogar de la mayor cantidad de personas desnutridas con 381 millones, sin embargo, subrayó que África es la región más afectada y lo es cada vez más ya que el hambre se extiende con mayor rapidez sobre el territorio.
Según el documento, 250 millones de personas en África sufren hambre y 19.1% de su población está desnutrida. Esto es más del doble de la tasa en Asia (8.3%) y en América Latina y el Caribe (7.4%), la cual ocupa el tercer lugar. Según las tendencias actuales, para 2030 África albergará a más de la mitad de las personas con hambre crónica en el mundo.
La pandemia intensifica el hambre
Por otra parte, la ONU advirtió que la pandemia de covid-19 ha intensificado las crisis de hambre aguda, las vulnerabilidades e insuficiencias de los sistemas alimentarios mundiales y podría llevar a mínimo otras 83 millones de personas, y posiblemente hasta 132 millones, al hambre crónica para fines de 2020 como resultado de la crisis económica.
El informe resaltó también que, de acuerdo con las últimas estimaciones, tres mil millones de personas o más no pueden permitirse una dieta saludable debido a los altos costos y la baja asequibilidad. En el África subsahariana y el sur de Asia, este es el caso del 57% de la población, aunque ninguna región, incluidas América del Norte y Europa, se salva.
El informe presentó evidencia de que una dieta saludable cuesta mucho más de un dólar con 90 centavos al día, el umbral internacional de pobreza, y que incluso la dieta saludable menos costosa representa cinco veces el precio de llenar el estómago solo con almidón, ya que los productos lácteos, frutas, verduras y alimentos ricos en nutrientes son los más caros a nivel mundial.
Según el informe, en 2019 entre un cuarto y un tercio de los niños menores de cinco años (191 millones) tenían retraso en el crecimiento o emaciación y otros 38 millones de menores de cinco años tenían sobrepeso. Mientras que la obesidad se ha convertido en una pandemia mundial por derecho propio entre los adultos.
Transformar los sistemas alimentarios
Ante esta situación, el informe argumentó que un cambio global a dietas saludables ayudaría a controlar la recaída en el hambre y generaría enormes ahorros, ya que permitiría compensar casi por completo los costos de salud asociados con las dietas poco saludables, que se estima alcanzarán los 1.3 billones de dólares al año en 2030; mientras que el costo social relacionado con la dieta de las emisiones de gases de efecto invernadero, estimado en 1.7 billones, podría reducirse en hasta tres cuartos.
El estudio llamó a los gobiernos a hacer una transformación de los sistemas alimentarios para reducir el costo de los alimentos nutritivos y aumentar la asequibilidad de las dietas saludables. Para esto, recomendó incorporar la nutrición en los enfoques de la agricultura; reducir los factores que aumentan los costos en la producción, el almacenamiento, transporte, distribución y comercialización de alimentos y reducir las ineficiencias, la pérdida y el desperdicio de alimentos.
Asimismo, recomendó apoyar a los productores locales a pequeña escala para que cultiven y vendan alimentos más nutritivos, y aseguren su acceso a los mercados; priorizar la nutrición infantil como la categoría en mayor necesidad; fomentar el cambio de comportamiento a través de la educación y la comunicación; e incorporar la nutrición en los sistemas nacionales de protección social y las estrategias de inversión.
El estudio es elaborado conjuntamente por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el Fondo Internacional para la Agricultura (FIDA), el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), el Programa Mundial de Alimentos de la ONU (PMA) y la Organización Mundial de la Salud (OMS). (
Melisa Carrillo)
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