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A 10 años del Movimiento de los indignados en España ¿qué ha cambiado?

A 10 años del 15M se produce otra escena que contrasta y nada tiene que ver con aquellas reivindicaciones: La madrugada del pasado domingo, miles de ciudadanos salieron a las calles y plazas de las principales ciudades al grito de “libertad”, para celebrar el fin del estado de alarma por la pandemia
sábado, 15 de mayo de 2021 · 09:42

MADRID (apro).— A una década de la irrupción del movimiento de los indignados, España sigue viviendo tiempos revueltos. Aquel 15 de mayo de 2011, miles de jóvenes ocuparon de forma espontánea las plazas de las principales ciudades para gritar su indignación contra una clase política que no los representaba y contra un sistema económico que los excluía.

Ese fue el inicio de años trepidantes que aún tienen secuelas en la política española, y también en la calle con nuevos movimientos, siendo el más importante el tsunami feminista.

A diez años de distancia, se produce otra escena, que contrasta y nada tiene que ver con aquellas reivindicaciones: La madrugada del pasado domingo 9, miles de ciudadanos salieron a las calles y plazas de las principales ciudades al grito de “libertad”, para celebrar el fin del estado de alarma que el gobierno de coalición de Pedro Sánchez decretó desde que estalló la crisis del coronavirus en marzo de 2020. En todas las escenas se podía ver gente bebiendo e incumpliendo las medidas sanitarias, sin distancia de seguridad ni cubrebocas.

El grito de “libertad” que se escuchó en los “botellones” del reciente fin de semana no tenía ninguna sintonía con los indignados de la Puerta del Sol, y en cambio fue más afín con el lema de campaña de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, del Partido Popular (PP). Más proclive al populismo de derecha estilo Donald Trump, Ayuso refrendó su mandato en las elecciones autonómicas del 4 de mayo, ligando su lema de campaña, “libertad a la madrileña” con su exigencia de una apertura más laxa de los bares, que da trabajo a un sector muy importante de trabajadores.

Díaz Ayuso ha sido la principal opositora a la estrategia del gobierno de Sánchez para controlar la pandemia, a pesar de que su comunidad tiene malos resultados –casi 24 mil muertos—, que su administración adoptó las medidas más laxas, con una sanidad pública deteriorada y con recursos muy limitados.

Sin embargo, su campaña electoral consiguió movilizar el voto de derecha y obtener 65 escaños, quedando a solo cuatro de la mayoría absoluta.

“Tomarte unas cañas (cervezas) no es libertad, es desahogo”, aclaraba Mónica García, la nueva líder de la oposición, en una entrevista con el diario El País. Su partido Más Madrid, que encabeza Íñigo Errejón, participante en el 15M y fundador de Podemos, obtuvo mejores resultados que el Partido Socialista Obrero Español (PSOE).

Como sanitaria anestesióloga que ha estado en primera línea en el combate a la pandemia, García ha sido la más crítica con Ayuso, y ha puesto en evidencia los recortes presupuestales en sanidad y la privatización en ese campo.

Reconoce que Ayuso –representante de uno de los partidos que los indignados llamaban “casta”— logró conectar con un sentimiento ciudadano y eso le ayudó a ganar la elección.

“La señora Ayuso ha sabido conectar con un sentimiento legítimo tras un año durísimo de pandemia, un sentimiento de huida de la pandemia”, “ha sabido encajar con ese sentimiento”, aunque “seguimos con las UCI (unidades de cuidados intensivos de los hospitales) llenas” de pacientes por el coronavirus.

También sostiene que las elecciones del 4 de mayo “se han medido como un estado emocional, más que un estado de gestión” de la pandemia. Ayuso consiguió “encajar” con esa “fatiga pandémica” y ha sido “negacionista con la realidad, porque ha dejado en un segundo plano lo que pasaba en los hospitales”.

Chivo expiatorio

La misma noche electoral, Pablo Iglesias, el exvicepresidente del gobierno y candidato de Unidas Podemos, anunció su retiro de la política institucional, luego de los malos resultados electorales y haber despertado duros ataques desde la ultraderecha. “Cuando uno deja de ser útil tiene que aprender a retirarse”, dijo quien también participó en las concentraciones de 2011.

Iglesias fue el líder de Podemos desde su nacimiento en marzo de 2014, año en que irrumpieron en las elecciones europeas, obteniendo cinco escaños en el Parlamento Europeo. Este partido recogía el espíritu del movimiento de los indignados con propuestas para renovar la política española, combatir la corrupción, promover la rendición de cuentas y la inclusión de políticas sociales justas.

“El cielo no se toma por consenso, el cielo se toma por asalto”, proclamaba Iglesias ante sus seguidores asistentes a una asamblea el año de nacimiento del partido.

En las elecciones del 25 de mayo de 2015, Podemos y una serie de partidos aliados triunfaron en Madrid, Barcelona, Zaragoza, Coruña y Cádiz, a los que se llamó los “ayuntamientos del cambio”. A la fecha, Barcelona y Cádiz siguen en manos de partidos de políticos que participaron en el 15M.

Al respecto, la politóloga Cristina Monge, coordinadora de Tras la indignación. El 15M: Miradas desde el presente (Editorial Gedisa, 2021) sostuvo en la presentación de su libro que, en las visiones actuales, se puede concluir, “que Podemos no sería sin el movimiento del 15M, pero también el 15M no sería lo que ha sido sin Podemos”.

Quim Brugé, catedrático de Ciencia Política y Derecho Público de la Universidad Autónoma de Barcelona, dijo en el mismo evento que el 15M hizo un “diagnóstico certero de un cambio de época que en la actualidad no es discutible. Puso sobre la mesa unas crisis económica, social, política e institucional de una enorme importancia, que removieron los cimientos sociales”.

Sin embargo, consideró que “al movimiento le ha costado dejar un legado”. “Al grito de indignación no le siguieron las palabras para construir una auténtica alternativa”, y esa falta de alternativa se está convirtiendo en “miedo al futuro, polarización, en cólera y en enfado, que es un espacio que no abona a la transformación, sino a los falsos salvadores, es una deriva democrática que puede ser peligroso”.

En marzo pasado, al abandonar la vicepresidencia del gobierno que encabeza el socialista Pedro Sánchez, y anunciar que competiría como candidato por la Comunidad de Madrid, argumentó que su intención era contribuir a frenar el avance de la ultraderecha en el gobierno de la capital de España.

Aunque se trató de una elección autonómica, la de Madrid tiene mucho impacto en la política nacional, por estar aquí asentados los poderes del Estado, el poder mediático y económico del país.

Sin embargo, solo consiguió 10 escaños en la Asamblea madrileña, tres más de los que el partido obtuvo en 2019. Ese resultado lo colocó como la última fuerza política.

Por ello, al anunciar que abandonaba la política, Iglesias señaló, “hemos constatado un incremento y una normalización sin precedentes de los discursos fascistas en los medios de comunicación y mi conciencia absoluta de haberme convertido en el chivo expiatorio que moviliza los efectos más oscuros, más contrarios a la democracia”, dijo la noche electoral. “…Cuando tu papel moviliza lo peor de los que odian la democracia uno toma decisiones. Dejo todos mis cargos, dejo la política de partido, la política institucional”.

Desde que Pedro Sánchez e Iglesias acordaron el gobierno de coalición, en enero de 2020, han sido objetivo de duros ataques de los partidos de la derecha, PP y Ciudadanos (C´s), y de la ultraderecha de Vox.

Los han tachado de “gobierno ilegítimo”, “dictadura constitucional” y gobierno “aliado de los etarras” y de “los que quieren romper España”, esto a pesar de que ganaron en las urnas bajo las normas constitucionales y luego sancionado (como gobierno legítimo) por el rey Felipe VI en su calidad de jefe de Estado.

Desde la tribuna del Congreso, la diputada del PP, Cayetana Álvarez de Toledo, llamó a Iglesias “hijo de terrorista”, porque su padre, Javier Iglesias, perteneció en su juventud al Frente Revolucionario Antifascista Patriótico (FRAP) y fue detenido por la dictadura franquista por repartir panfletos.

En el terreno de la justicia, diversas demandas e investigaciones contra Podemos han sido politizadas (lawfare) a lo largo de estos siete años, con un gran despliegue mediático, sin embargo, esas actuaciones judiciales hasta ahora han sido archivadas por no tener fundamento. A eso se suma el acoso cotidiano de manifestantes alentados por la extrema derecha a las afueras de su casa madrileña en Galapagar. Por último, en la campaña Iglesias recibió dos sobres con amenazas de muerte contra él y su familia, acompañados de proyectiles de armas de fuego.

Al final de su mensaje de la noche electoral, el líder de Podemos echó mano de una estrofa de la canción El necio, de Silvio Rodríguez: “No sé lo que es el destino, caminando fui lo que fui, hasta siempre”.

Tres meses antes, el 17 de febrero, todavía como vicepresidente, Pablo Iglesias tocó desde la tribuna del Congreso un tema que calificó de tabú, y que es la imposición de la agenda por parte del poder mediático, principalmente por “los dos oligopolios televisivos controlado por grandes grupos mediáticos, Atresmedia y Mediaset, que según Varlovento Comunicación, alcanzan el 80% de la audiencia de los consumidores y absorben 83% del mercado publicitario”.

Detrás los verdaderos dueños son los bancos, grandes empresas y fondos buitres. “Se dirá que es la plena normalidad democrática, que en realidad sean brazos mediáticos de poderes económicos”.

Sin embargo, denunció, el poder mediático se ha dedicado a “blanquear” a la extrema derecha, y a la “intoxicación informativa” en contra de su partido y del gobierno actual.

“Los medios deciden todo lo que se puede ver, oír y leer en este país”, afirmó. Y argumentó que era evidente que “una de las causas del auge de la extrema derecha no se debe a lo que han hecho los otros partidos solamente, sino en la normalización de las agendas de la extrema derecha en los poderes mediáticos. Si se habla de determinados temas, se pone la pista de aterrizaje para que determinadas fuerzas políticas tengan éxito”.

Aunque no existen “instrumentos de control de la ciudadanía para un poder tan inmenso”

 “Tejer” desde la izquierda         

En su despedida, el líder de Podemos consideró que es momento de “feminizar el espacio de la política” de la izquierda, y deslizó el nombre de su sucesora, Yolanda Díaz, la vicepresidenta tercera del gobierno de Pedro Sánchez, y ministra de Trabajo.

El jueves 13, en su primer acto en el partido, Díaz animó a los miembros de Podemos a asumir “la responsabilidad que está ya en nuestra vida”, y reclamó una actuación política menos centrada en Twitter y más “en las cosas pequeñas” y “cotidianas” que son las que importan de verdad a la gente”.

 “La legislatura comienza ahora” y “vamos a ser decisivas en la próxima década”, señaló acompañada de otros miembros del gobierno español que provienen de sus filas, y de los cuadros dirigentes del partido.

Tras la derrota de Madrid, Yolanda Díaz señaló, “voy a tender puentes. La política del ruido y los muros no conduce a nada”. Y en sus primeros encuentros con dirigentes de otros partidos afines, como Gabriel Rufián, de Esquerra republicana de Catalunya (ERC), la palabra más repetida fue “tejer” en la izquierda.

Militante del Partido Comunista de España (PCE) y miembro de Podemos, ha desarrollado parte de su carrera política en Galicia, y en el gobierno de Pedro Sánchez ha sido la gran sorpresa, porque ha negociado algunos de los principales acuerdos con empresarios y sindicatos, en especial durante la pandemia.

Ha cerrado cinco grandes pactos desde la subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI); los Expedientes de Regulación temporal de Empleo (ERTE), procedimiento para autorizar a empresas a suspender contratos de trabajo o reducir jornadas de forma temporal, pero con una contraprestación al trabajador. Y luego una ampliación de los ERTE en septiembre pasado, en medio de una dura negociación.

También alcanzaron un acuerdo en la nueva Ley del Teletrabajo; un nuevo plan de creación de empleo, la llamada ley rider (repartidores de comida por aplicación) o la ampliación de las inspecciones en el campo.

Con el presidente Sánchez ha mantenido encuentros para afianzar la relación que permitió la formación del gobierno progresista para terminar la legislatura en 2023, y ha dejado claro que el desencanto que parte de la ciudadanía se debe combatir desde la izquierda con medidas y reformas concretas en plazos concretos.

La ministra de Trabajo ha dejado claro que en 2021 derogará la reforma a la Ley laboral del PP (durante el gobierno de Mariano Rajoy), que se basó en el trabajo temporal y desequilibró la negociación colectiva.

Durante una exposición del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, para salir de la pandemia, Yolanda Díaz se comprometió a la renovación y transformación del mercado de trabajo comprometida con Bruselas.

Esta estrategia permitirá simplificar los contratos, integrará a los jóvenes en el mercado de trabajo con condiciones dignas, promoverá la igualdad entre mujeres y hombres en el mercado laboral y acabar con la temporalidad.

Todos estos elementos coincidentemente son algunas de las demandas que exigieron los indignados, hace ya una década.

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