Papa Francisco

América Latina aún es víctima de imperialismos explotadores: Papa Francisco

El papa Francisco aseguró que América Latina sigue siendo “víctima de imperialismos explotadores”, por lo que, para sacudírselos, exhortó a trabajar para alcanzar el sueño de unidad que inspiró a San Martín y Bolívar.
viernes, 1 de julio de 2022 · 18:48

CIUDAD DE MÉXICO (apro).– El papa Francisco aseguró este viernes que América Latina sigue siendo “víctima de imperialismos explotadores”, por lo que, para sacudírselos, exhortó a trabajar para alcanzar el sueño de unidad que inspiró a San Martín y Bolívar.

En una entrevista con la agencia de noticias argentina Télam, dijo el Papa:

“Latinoamérica todavía está en ese camino lento, de lucha, del sueño de San Martín y Bolívar por la unidad de la región”.

Agregó que Latinoamérica “siempre fue víctima, y será víctima, hasta que no se termine de liberar de imperialismos explotadores”.

Se negó a precisar cuáles son porque, argumentó, “no quiero mencionarlos porque son tan obvios que todo el mundo los ve”.

También alentó los proyectos populares que han emprendido algunos gobiernos latinoamericanos que rechazan el neoliberalismo, dijo al respecto:

“Hay que trabajar para lograr la unidad latinoamericana. Donde cada pueblo se sienta a sí mismo con su identidad y, a la vez, necesitado de la identidad del otro. No es fácil”.

Igualmente, aseguró que “la Iglesia latinoamericana tiene una historia de cercanía al pueblo muy grande”.

Para apoyar su dicho, recordó que “si tomamos las conferencias episcopales –la primera en Medellín, después Puebla, Santo Domingo y Aparecida–siempre fueron en diálogo con el pueblo de Dios. Y eso ayudó mucho. Es una Iglesia popular, en el sentido real de la palabra”.

Tiempo de balance

“En 2023 se cumplen 10 años de su designación en el Vaticano, un aniversario ideal para trazar un balance. ¿Pudo cumplir todos sus objetivos? ¿Qué proyectos quedan pendientes?”, preguntó la reportera Bernarda Llorente.

–Las cosas que hice no las inventé ni las soñé después de una noche de indigestión. Recogí todo lo que los cardenales habíamos dicho en las reuniones pre-cónclave, que debía hacer el próximo Papa. Entonces dijimos las cosas que había que cambiar, los puntos que había que tocar. Lo que puse en marcha fue eso que se pidió. No creo que haya habido nada original mío, sino poner en marcha lo que se pidió entre todos.

– Pero hay una impronta suya, se observa una impronta de la Iglesia latinoamericana?

– Eso sí.

– ¿En qué posibilitó esa perspectiva los cambios que se están viendo hoy?

– La Iglesia latinoamericana tiene una historia de cercanía al pueblo muy grande. Si tomamos las conferencias episcopales –la primera en Medellín, después Puebla, Santo Domingo y Aparecida– siempre fue en diálogo con el pueblo de Dios. Y eso ayudó mucho. Es una Iglesia popular, en el sentido real de la palabra. Es una Iglesia del pueblo de Dios, que se desnaturalizó cuando el pueblo no podía expresarse y terminó siendo una Iglesia de capataces de estancia, con los agentes pastorales que mandaban. El pueblo se fue expresando cada vez más en lo religioso y terminó siendo protagonista de su historia.

“Hay un filósofo argentino, Rodolfo Kusch, que es el que mejor captó lo que es un pueblo. Como sé que me van a escuchar, recomiendo la lectura de Kusch. Es uno de los grandes cerebros argentinos. Tiene libros sobre la filosofía del pueblo. En parte, esto es lo que vivió la iglesia latinoamericana, aunque tuvo conatos de ideologización, como el instrumento de análisis marxista de la realidad para la Teología de la Liberación. Fue una instrumentalización ideológica, un camino de liberación –digamos así– de la iglesia popular latinoamericana. Pero una cosa son los pueblos y otra son los populismos.

Populismo y popularismo

– ¿Cómo sería la diferencia entre ambos?

– En Europa lo tengo que expresar continuamente. Acá tienen una experiencia de populismo muy triste. Hay un libro que salió ahora, "Síndrome 1933", que muestra cómo se fue gestando el populismo de Hitler. Entonces, me gusta decir: no confundamos populismo con popularismo. Popularismo es cuando el pueblo lleva adelante sus cosas, expresa lo suyo en diálogo y es soberano. El populismo es una ideología que aglutina al pueblo, que se mete a reagruparlo en una dirección. Y acá cuando les hablás de fascismo y nazismo entienden en ese aspecto lo que es un populismo. La Iglesia latinoamericana tiene aspectos de sujeción ideológica en algunos casos. Los ha habido y los seguirá habiendo porque eso es una limitación humana. Pero es una Iglesia que pudo y puede expresar cada vez mejor su piedad popular, por ejemplo, su religiosidad y su organización popular.

“Cuando vos encontrás que a las patronales del Milagro de Salta te bajan los Misachicos (Nota de la redacción: Misachicos son pequeñas procesiones organizadas por familias o grupos portando la imagen de un santo, típicas del Noroeste Argentino) desde 3 mil metros, hay ahí una entidad religiosa que no es superstición, porque se sienten identificados con eso. La Iglesia latinoamericana ha crecido mucho en esto. Y también es una Iglesia que supo cultivar las periferias, porque la verdadera realidad se ve desde allí.

– ¿Por qué la verdadera transformación viene de la periferia?

– Me llamó la atención una conferencia que escuché de Amelia Podetti, una filósofa que ya falleció, en la que dijo: ¿Europa vio el Universo cuando Magallanes llegó al Sur? O sea, desde la periferia más grande, se entendió a sí misma. La periferia nos hace entender el centro. Podrán estar de acuerdo o no, pero si vos querés saber lo que siente un pueblo, andá a la periferia.

“Las periferias existenciales, no sólo las sociales. Andá a los viejos jubilados, a los chicos, andá a los barrios, andá a las fábricas, a las universidades, andá donde se juega el día a día. Y ahí se muestra el pueblo. Los lugares donde el pueblo se puede expresar con mayor libertad. Para mí esto es clave. Una política desde el pueblo que no es populismo. Respetar los valores del pueblo, respetar el ritmo y la riqueza de un pueblo.

Comunicación y poder

– ¿Qué valor le asigna a la comunicación?

– La comunicación es algo sagrado. Es quizás de las cosas más lindas que tenga la persona humana. Comunicarse es divino y hay que saber hacerlo con honestidad y autenticidad. Sin agregar cosas de mi cosecha y no decirlo. “Pasó esto. Yo pienso que debe ser esto o interpreto lo otro”, pero que quede claro que sos vos. Hoy día los medios de comunicación tienen una gran responsabilidad didáctica: enseñar honestidad a la gente, enseñar a comunicarse con el ejemplo, enseñar a la convivencia. Pero si vos tenés medios de comunicación que da la impresión que tienen una metralla en la mano para destruir a la gente –con la selección de la verdad, con la calumnia, con la difamación o con ensuciarlo– eso nunca hará crecer a un pueblo.

“Pido que los medios de comunicación tengan esa sana objetividad, lo que no quiere decir que sea agua destilada. Reitero: "el hecho es así y yo pienso así". Y salís al ruedo, pero que quede claro lo que pensás. Eso es muy noble. Pero si vos hablás con el programa que te impone tal movimiento político, tal partido, sin decir que es eso, eso es innoble y no es de bien nacido. El comunicador, para ser buen comunicador, tiene que ser bien nacido.

– Muchos medios al priorizar sus intereses dan paso a una agenda de la globalización de la indiferencia. Son los temas que los medios deciden visibilizar u ocultar por distintas razones.

– Sí, cuando a veces pienso en algún medio que lamentablemente no cumple bien su misión, cuando pienso estas cosas de nuestra cultura en general, de la cultura mundial, que dañan a la misma sociedad, me viene a mí una frase de nuestra filosofía que parece pesimista, pero es la verdad: "Dale que va, todo es igual, que allá en el horno se vamo" a encontrar. Es decir, no interesa qué es la verdad o qué no lo es. No interesa que esta persona gane o pierda. Todo es igual. "Dale que va". Cuando se da esa filosofía en los medios de comunicación es desastroso porque crea una cultura de la indiferencia, del conformismo y del relativismo que nos daña a todos.

– Muchas veces se le asigna a la tecnología cierta vida propia, como responsable de males que se cometen más allá del uso que se hace. ¿Cómo recuperar el humanismo en este mundo tan tecnológico?

– Mirá, un quirófano es un lugar donde la tecnología se usa al milímetro. Y, sin embargo, qué cuidado se tiene en una intervención quirúrgica a través de las nuevas tecnologías. Porque hay una vida de por medio que hay que cuidar. El criterio es este: que la tecnología siempre vea que está trabajando con vidas humanas. Hay que pensar en los quirófanos. Esa es la honestidad que tenemos que tener siempre, hasta en la comunicación. Hay vidas de por medio. No podemos hacer las cosas como si nada pasara.

– ¿Siente que cambió mucho siendo Papa?

– Algunos me dicen que afloraron cosas que estaban en germen en mi personalidad. Que me volví más misericordioso. En mi vida tuve periodos rígidos, que exigía demasiado. Después me di cuenta que por ese camino no se va, que hay que saber conducir. Es esa paternidad que tiene Dios. Hay una canción napolitana muy hermosa que describe lo que es un padre napolitano. Y dice "el padre sabe lo que te pasa a vos, pero se hace el que no sabe". Ese saber esperar a los demás propio de un padre. Sabe lo que te está pasando, pero se las arregla para que vos solo vayas, él te está esperando como si nada sucediera. Es un poco lo que hoy criticaría de aquel Bergoglio que, en alguna etapa, no siempre, como obispo que fui un poco más benévolo. Pero en la etapa de jesuita fui muy severo. Y la vida es muy linda con el estilo de Dios, de saber esperar siempre. Saber, pero hacerte el tonto como que no sabés y dejarlo madurar. Es una de las sabidurías más lindas que nos da la vida.

– Se lo ve muy bien, Francisco. ¿Tenemos Papa y Francisco para rato?

– Que lo diga el de arriba.

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