Yo, Elena Garro

jueves, 1 de marzo de 2007 · 01:00
Lumen México
¡Dinero, dinero!(Proceso 1582/25 de febrero de 2007) Esta semana Lumen México pone en circulación un libro del periodista Carlos Landeros, donde reúne las entrevistas que a lo largo de 30 años, desde 1963, sostuvo en diversos países con la escritora Elena Garro Con autorización de la editorial, se presenta el primer capítulo, "Los encuentros", a manera de presentación La primera vez que entrevisté a Elena Garro, al inicio de mi carrera periodística, fue porque me lo pidió el entonces director y fundador del periódico El Día, Enrique Ramírez y Ramírez, quien al desaparecer el periódico de izquierda El Popular decidió que México necesitaba otro diario que lo reemplazara No obstante, unos cuantos años después, don Enrique cambió su ideología de izquierda por una diputación priista Recuerdo el temor que se apoderó de mí cuando el señor Ramírez me dijo que Elena Garro, quien recién regresaba de París, era su amiga y que ya estaba concertada la entrevista para el día siguiente; que me preparara porque era un personaje difícil Su matrimonio con Octavio Paz ya estaba resquebrajado Intenté comprar su novela Los recuerdos del porvenir, que había obtenido recientemente el premio literario Xavier Villaurrutia, uno de los más importantes de México No la conseguí En ese tiempo, las librerías no abundaban en nuestra ciudad La busqué con algún compañero de la entonces Escuela de Economía de la UNAM, pero ninguno la tenía y tampoco la habían leído Es decir, fui a la entrevista sin arco ni flecha y con mucho miedo Me presenté a la hora señalada, las 11 de la mañana, en su casa de Alencastre, en las Lomas de Chapultepec, Elena abrió la puerta sonriente Me deslumbró irremediablemente Era una mujer, más que bonita, hermosa y seductora Tenía clase y conversaba de una manera envolvente Su sentido de la ironía era peculiar, siempre al filo del humor negro y un poco perversa Era capaz de burlarse de todo y de todos, hasta de sí misma en los momentos más dramáticos de su vida La Garro vestía en diferentes tonos de beige, su color favorito Su atuendo contrastaba con su pelo rubio y sus ojos cafés, que me parecieron color té Me dijo que sentía un poco de frío, que aún no se acostumbraba al cambio de horario, por eso traía un abrigo, también color beige, de pelo de camello Me llevó hasta un salón lleno de cajas de cartón sin abrir repletas de libros Era el lugar que eligió para su biblioteca Se sentó en una silla francesa y me señaló otra Luego comenzó a platicarme de varios escritores franceses, como Malraux, Gide, Sartre y varios autores más que yo no había leído No me importó, todo lo que platicaba de esas obras hacía que de inmediato sintiera deseos de leerlas Así, escuchándola, las horas volaron Cuando nos dimos cuenta ya eran más de las seis de la tarde, y lo único que habíamos tomado era un vaso de agua y unos caramelos Elena nunca le dio importancia a la comida Casi al final, me preguntó si ya había leído Los recuerdos del porvenir; le dije que no, que la compraría al día siguiente si la encontraba No la compres, dijo, te la voy a regalar La sacó de una de las cajas y me la dedicó Háblame cuando la hayas leído, dijo Al salir de su casa estaba eufórico Acababa de conocer a un verdadero personaje; nuestra amistad perduraría por más de tres décadas

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