Pero por las noches

lunes, 10 de noviembre de 2008 · 01:00
Anagrama
El escritor mexicano Daniel Sada obtuvo el lunes 3 el XXVI Premio Herralde de Novela con la obra Casi nunca Sada es también autor de las novelas Lampa vida, Porque parece mentira la verdad nunca se sabe y La duración de los empeños simples, entre otras El jurado estuvo integrado por Salvador Clotas, Juan Cueto, Luis Magrinyá, Enrique Vila-Matas y el editor Jorge Herralde Con autorización de la editorial Anagrama adelantamos el primer capítulo de la novela, que será puesta en circulación próximamente Primera parte Tras un preciado hallazgo El sexo, como pretexto válido para romper con la monotonía; el sexo-motor; el sexo-ansiedad; la costumbre del sexo, como un hartazgo cualquiera que se volverá lastre; el sexo colosal, incontenible, frenético, ambiguo como un juego que confunde y luego aclara y vuelve a confundir; el sexo-simulacro, el sexo-obviedad El placer, al fin, como un encomio que vaya justo en sentido inverso a lo que se vive Conjeturas truncas durante una caminata, bajo una tarde descolorida Cuadras de calles en declive y en ascenso Dificultades al paso, y también en la mente El sujeto era un tal Demetrio Sordo, flaco y alto, casi a punto de cumplir treinta años, afecto a las cosas del campo, donde residía a medias su felicidad laboral, pero su solaz: ¿cuáles emociones? La cotidianeidad nocturna del juego de dominó en una cantina de mala muerte, o los paseos, pocos, sin chiste, de apenas tres kilómetros, o menos; o cafeteadas vespertinas, siempre solitarias y sin para qué; o la escritura de cartas dirigidas a entes conocidos pero ya fantasmales Y así la hartura y ¿qué hacer?: pensar presintiendo certezas y dudas: cuántos descartes y cuántos reacomodos, mismos que, sin exprimirse mucho el seso, justo durante aquella tarde nublada, le ayudaron a hallar la chispa que le hacía falta Fue el sexo la elección más fácil, aunque el reto consistía en practicarlo cada veinticuatro horas ¡Ojalá! Sí, sería todo un desembolso que valdría la pena De modo que esa misma noche el agrónomo fue a un burdel Fue titubeante Sus pasos cortos lo evidenciaban Tras descender del taxi caminó como si pisara huevos o se astillara las plantas de los pies con vidrios rotos Estaba casi en el centro de una zona roja no paradisíaca y tampoco, para colmo, siquiera luminosa a medias Era la segunda vez que iba a un infierno similar y por tal vicisitud no sabía hacia dónde jalarse Avistando en derredor, lo primero que vio al aire libre fue una hilera de mujeres fodongas sentadas en mecedoras de guayaco, cada cual frente a la puerta abierta de su cuartucho mezquino Fregado espectáculo a todo lo largo de una acera por la que él empezó a desplazarse A poco sus pasos cortos se convirtieron en zancadas Prisa entendible porque deseaba hallar un burdel elitista Para ello tuvo que preguntar a un transeúnte La cosa fue que al ser informado entró en sintonía Aquel de allá o el otro de más allá Ésos son los más caros Luego un parloteo relativo a las mujerzotas por ver (había de todos tipos), sólo que Demetrio no quiso oír más descripciones, antes bien aceleró sus pasos sin dar las gracias: y, ¡pues sí!, un burdel se llamaba La Entretenida y el otro Presunción, dos casonas amarillas cual plastas cuadretes dándole algo de lustre al crepúsculo: y ¿a cuál entrar para quedarse? Duda risueña algo prolongada Optó por Presunción Pago anticipado allí, como si se tratara de un museo, una exageración: descarga billetosa hecha a regañadientes A cambio la alegría inmediata apuntalándose en la semioscuridad, porque ahora sí debió ser un impacto lo observado muy a voleo, como era la amplitud de una sala sugestiva en matiz naranja, donde estaban dispuestos muchísimos sillones No había pista de baile, pero sí música ambiental: ranchera, muy ruidosa, y sólo eso ¿Muy de lujo el panorama lúgubre? Mirón, el recién llegado siguió mirando tras sentarse La invitación: gran amabilidad: un hombre regordete le señalaba el asiento: dulzura de ademán reiterado Muy al canto ese mismo le preguntó: ¿Qué le sirvo?, y el aún cliente en potencia dijo: Espere, espere Naciente timidez mezclada con ardor: Demetrio y su búsqueda entre tanta belleza en penumbras: tanto aplaste ¿excitante? Lo bueno fue que pronto hubo un distingo: notó a una morena grandullona de buenas carnes, una vulgaridad excéntrica que sonreía como nadie Ella, sabiéndose elegida, se arrellanó de tal modo en su sillón que dejó ver para el mirón sus deliciosas piernas en largo, adrede Treta efectiva, porque Demetrio la llamó y aquélla, solícita, salerosa, ¡venga!: llegó despacio: su pelambre rizado se movía con vaivén de más Ella parecía deambular por una pasarela Entonces, sin más, ¡a sentarse!, ¡a platicar pequeñeces! Cargante indicio del cual hubo de sobrevenir un discreto agarre (algo juguetón) de manos Suavidades por cuanto emociones a punto Preludios del gozo, por decir: dos, sí, buscando la vivaz conexión, acaso más allá de lo mercantil sexual, que devino en un descaro mirón de ida y vuelta, que si retador, que si invitador; a esto hay que añadir las someras delicias a media luz porque llegó la mudez para dar paso al juego de facciones, de ambos el morbo como acoplamiento: el casi besarse, pero, ¡zas!, la impertinencia del mesero, a lo que: ¡Sáquese!, quiero sexo, no tragos Y Demetrio viendo a la morena le dijo: Órale, tú, vamos de una vez a la cama ¡Qué brusco! Es que andaba de verdad apurado A lo que sin más, ni modo, para adentro, casi a las carreras Por ende, resumamos lo del encierro ?estaba lloviendo, por lo que fue menester guarecerse cuanto antes?: apuro de desnudeces y apuro de ensarte, más lo faltante, esto es, los besos largos con lengüeteo muy móvil, como que al compás de la cadencia de ambos allá abajo; arriba, entonces, transportes de saliva o simples embarramientos de continuo Pero ojalá no más combinaciones de posturas para no desconcentrarse Lo que no ocurrió: y: la iniciativa en vilo, más de ella De ella su afán, su extra, su gusto en correntía que adicionaba mimos casi sentimentales, amén de movimientos de cadera mucho más rítmicos como para que el macho agrandara sus ojos y alzara más sus cejas, al tope aquello ¡ya!, al grado de que Demetrio explotó con una exclamación a todo tren: ¡Dale mi amor así! Nunca pensé que tú Etcétera Y el río de esperma de inmediato, con sentida correspondencia de orgasmo sin par Satisfacciones Luego el vestirse tan mal, por la prisa, nada de peinarse a gusto ante un espejo, ni ella ni él, cual debe, lo que sí que el agrónomo le prometió a la cachonda una segunda visita al día siguiente, y el pago: lo mero bueno, aunque no a la morena sino a la matrona: una chaparra con cintura ecuatoriana que se hallaba retacada en un cuarto lujosísimo junto a la enorme sala Hasta allí entrar Infiernito Riesgo Adentro, huy, olores pretenciosos Relucía el morado de los sillones donde como patriarcas aclocados dos policías platicaban Interrupción: y: es tanto Pago Dineral Uno de los ojos de la matrona tenía una nube Por ende: ¿qué decir de ese mirar misterioso, indefinido? Lo que debe añadirse es que no hubo mínimas sonrisas de ninguno de ésos, y ella con sus ojos moviéndose como limpiadores de parabrisas La matrona le dio el cambio a Demetrio Adiós Media vuelta y Veamos: no había motivo para que ése casi corriera, aun cuando, de todos modos, tuviese la impresión de salir de un mundo en llamas Lo anterior queda como un vasto encuadre Pareciera todo un pinturreo morboso, con coágulos de óleo apelmazados a propósito Lo que sigue es una adivinanza: ¿en qué época estamos? La respuesta es 1945, año del estallido de la bomba atómica y fin de la Segunda Guerra Mundial Modernidades Pero estamos al otro lado del mundo, en Oaxaca, centro cultural universal, superior (digamos) a Tokio Pero, más bien, estamos con Demetrio Sordo, el agrónomo sexual, que un día de tantos se puso a hacer cuentas Es que llevaba más de una semana de visitar el burdel Presunción Excepto un lunes, el resto de los días había hecho el amor con la morena grandullona Tal portento: Mireya se llamaba, nombre en el aire porque en el burdel le decían Bambi A saber por qué el mote, la fulana no era delicada como la caricatura en mención Todo lo contrario Le hubieran puesto, por ejemplo, Diosa Kali, por exuberante, o Diosa Isis, o por ahí, o sepa, pero ¿Bambi? Para evitar incurrir en una obsesión superflua, centrémonos en lo de las cuentas Demetrio empezó a vaciar números en un cuadernillo a rayas Su pluma atómica se deslizaba con torpeza Nervios En trece días un total de ciento cuatro pesos, desde luego bien invertidos; de cinco en cinco el placer, más los tantos precios de entrada, de tres en tres, cosa inigualable para un obseso Los lunes Mireya descansaba La advertencia a tiempo sirvió para que Demetrio tuviera a otra entre sus brazos, nada más ?ni modo? ese lunes siguiente La novedad fue una flaca estilizada muy desabrida Luego: calcular la suma de su sueldo menos sus gastos de cajón La insólita añadidura El placer en cueros Lo compartido cada vez más en firme Lo tremendo en vías de transformación diaria: oh amorío, oh siluetismo Y volviendo a los números, poco más de doscientos pesos eso Y los otros gastos También restar lo de los lunes No querría un reemplazo sexual Se lo impuso: ningún experimento Sería tristísimo, como sucedió con esa huesuda de cara bonita Además, él debía descansar, era necesario Así que lo haría, seguro: la abstinencia como relajamiento: una vez por semana: ¡sí!, para no reventar Ahora viene lo ilustrativo en cuanto al trabajo de Demetrio: su jornada laboral abarcaba de las siete de la mañana a las cinco de la tarde, a veces hasta las seis y rara vez hasta las siete Al terminar con su deber se encaminaba directo hacia la casa de huéspedes de doña Rolanda, una señora caduca y ultraconservadora En ese lugar él arrendaba la habitación más espaciosa Y el ir habitual: su regreso, su hastío con gotas de beneplácito Bueno, hasta hacía justo diez días tal automatismo, ¡claro!, entre semana, siendo que sábado y domingo ocurría lo que podía llamarse "encierro conceptual", loco, o también pascasio, en su cuarto rentado, mismo que tenía un aparato de radio: encenderlo para abandonarse oyendo música romántica y noticias tontas: cuantía de horas en franca inopia Todo eso que ya le resultaba detestable Pero por las noches l

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