Las cartas inéditas de Orozco a su amor adolescente

lunes, 28 de junio de 2010 · 01:00

465 misivas del pintor José Clemente Orozco, que  permanecieron inéditas 100 años, estarán en unos días bajo la mirada pública en forma de libro: El joven Orozco. Cartas de amor a una niña, que editan conjuntamente Lumen (en su colección Narrativa), Proceso y la Fundación Juan Antonio Pérez Simón. En ellas se advierte, además de un amor singular y apasionado –pero al fin y al cabo platónico– por la adolescente Refugio Castillo, de 12 años –él frisaba los 26–, las aspiraciones del artista y un humor extraordinario que tambié despliega en dibujos. Reproducimos la introducción de la reportera cultural Adriana Malvido, algunas de las cartas y la nota de presentación del periodista Julio Scherer García que abre el volumen.

 

Hace cuatro años don Julio Scherer García puso en mis manos 10 carpetas que contenían 465 cartas inéditas de José Clemente Orozco. Eran originales, firmadas de puño y letra por uno de los más grandes pintores del siglo XX. Él tenía 26 años cuando se enamoró de una niña de 12; su nombre era Refugio Castillo y cursaba la primaria. Su pasión secreta duró más de 10 años, de 1909 a 1921, durante los cuales el artista le escribió prácticamente todas las noches.

Se conocieron en la Ciudad de México. Eran vecinos. Originaria de Sombrerete, Zacatecas, Refugio vivía con su familia en la misma vecindad del centro de la capital en la que Orozco rentaba un pequeño cuarto. El amor a primera vista los llevó a escribirse todos los días y a tener encuentros clandestinos que se prolongaron hasta finales de 1911, cuando los Castillo decidieron regresar a su pueblo. Entonces, la relación continuó a través de las cartas durante una década más. Ella se convirtió en maestra y él en un artista cuya fuerza crece con los años.

Cuando Refugio, a sus 77 años, pensó equivocadamente que le quedaba poco tiempo de vida, sacó de su escondite 465 cartas, decenas de tarjetas, mensajes breves, dibujos, acuarelas y retratos que Orozco hizo para ella, un total de 745 documentos que habían permanecido ocultos durante más de medio siglo. Mandó llamar a José García Cervantes, quien había sido su alumno, y se las entregó en Sombrerete el 22 de mayo de 1975 con un escrito: “Mi querido discípulo, como cuando eras muy niño, hoy te guardo el cariño de entonces y más todavía porque me has demostrado estimación, lo tengo en cuenta; por eso cedo a ti algunas cartas desde 1909 a 1921, de José Clemente Orozco. Son la historia de una gran parte de su vida y de mi vida. Por eso las he conservado”.

José García Cervantes era entonces presidente de la Confederación Deportiva Mexicana (Codeme), por lo que Refugio le pidió que hiciera llegar las cartas a la Secretaría de Educación Pública o a alguna institución cultural para que se destinaran a un museo.

El funcionario, que residía en la Ciudad de México, guardó los documentos en una caja y en ella permanecieron durante 29 años más en perfecto estado de conservación. García Cervantes murió en 1990 y fue hasta 2004 que su viuda, Eloísa Stivalet, decidió abrir aquella caja para poner a la venta las cartas en una casa de subastas.

La subasta se realizó el 9 de septiembre de 2004 en la galería Louis C. Morton en las Lomas de Chapultepec de la Ciudad de México y fueron adquiridas por Juan Antonio Pérez Simón, presidente de la Fundación JAPS, cuya colección de arte mexicano e internacional es uno de los acervos más importantes y mejor conservados de este país.

Poco después, las cartas llegaron a mi mesa gracias a la invitación de Julio Scherer para que realizara este trabajo.

Pasaron por las manos expertas y cuidadosas de la historiadora Ángeles Magdaleno Cárdenas para su transcripción y por las del equipo de Rodolfo Martínez Méndez, bibliotecario de la Colección JAPS, que las escaneó. 

Un tesoro entre mis manos. Las leí y las releí. José Clemente Orozco desde la intimidad de un artista en lucha permanente contra la adversidad y por la vida. El pintor de El hombre en llamas envuelto en su propio fuego. Hallé pasión, ideas, sufrimiento, inteligencia, ternura, violencia, poesía, dulzura, humor, delirio, juego, extenuante emoción, neurosis, búsqueda incesante de conocimiento y, sobre todo, rebeldía y deseo. El de Orozco y Refugio es un amor en medio del movimiento revolucionario y de los cambios más dramáticos y luminosos en el arte mexicano.

Como la gran mayoría de las cartas no están fechadas, se ordenaron, en la medida de lo posible, según la fecha inscrita en el sello postal de sus respectivos sobres y por la secuencia temática de sus contenidos. En realidad, fue como armar un enorme rompecabezas con la voz de Orozco como guía. 

A partir de su contenido me propuse reconstruir la historia de amor y darle una forma narrativa dentro del contexto histórico y artístico que los rodeó entre 1909 y 1921. Se trata de un periodo rico en episodios importantes de la vida de México, como el movimiento revolucionario, la guerra civil y los años que anteceden al renacimiento cultural y artístico del país. Pero, sobre todo, abarca los años en que empezó a gestarse un genio de la pintura, el dibujo y el grabado. Los años del esfuerzo, del dolor, de las tempestades internas y del descubrimiento de la pasión por el arte. Y por el amor. Todas las escenas descritas están basadas en el contenido de las cartas y en las entrevistas que realicé en Sombrerete, Zacatecas.

Dentro del contexto en el que se da la relación amorosa, Orozco se convierte en un fino cronista de su tiempo y refleja cómo se vive la Ciudad de México, cómo funcionan las vías de comunicación y el transporte, la vida cultural, el teatro, el circo, las cantinas, las calles, los paseos al campo, las costumbres de la época, el cambio de valores, el lugar de la mujer en la sociedad y la educación, temas que pasan por la sensibilidad del artista y su mirada atenta a todo lo que sucede alrededor.

Aun cuando las cartas que Refugio le escribió a Orozco se perdieron, el pintor hace referencia a ellas casi todo el tiempo y reproduce textualmente las frases de la joven que más le conmueven, lo seducen, lo impresionan o lo enfurecen, lo que me permitió inferir la parte de la historia que corresponde a la mujer y citarla, a partir de las propias citas del artista.

Me tomé la libertad de hacer una selección de las cartas que consideré más significativas para reproducirlas íntegramente y, del resto, elegir párrafos que le dieran más congruencia al hilo conductor de la historia, para intercalarlas en mi propio relato. Fue difícil elegirlas debido a la riqueza del lenguaje de Orozco y a su calidad como escritor. Todas las cartas aquí reproducidas guardan fidelidad con el original y sólo se les hicieron enmiendas ortográficas básicas.

Sabemos, por el libro Cartas a Margarita, que la relación del pintor con su futura esposa inicia cuando está por concluir su intercambio epistolar con Refugio. También sabemos que 20 años después le escribirá a la bailarina Gloria Campobello. Es decir, Orozco siempre escribió cartas. Se dirigió así a Luis Cardoza y Aragón, José Juan Tablada, Jean Charlot, Jorge Juan Crespo de la Serna, Alfonso Reyes, José Pijoan, Justino Fernández… Sin embargo, la pasión que habita en las cartas para Refugio resulta única, no sólo por tratarse de una relación “platónica” que revela el poder de su imaginación, sino por el periodo de su trayectoria en que se da el intercambio epistolar. Y porque, en su deseo, el pintor expone su más profunda intimidad y la fuerza espiritual que lo mueve en la vida.

 

Advertencia

 

La historia que aquí se cuenta se basa en las cartas de Orozco a Refugio, que me llevaron a un viaje por los libros, los periódicos de la época, los muros, las calles y las vecindades del Centro de la Ciudad de México. También viajé a Guadalajara y a Zacatecas en busca de las piezas que faltaban en el rompecabezas. Debido a la ausencia física de los protagonistas y a falta del testimonio de Refugio o de su propia versión de la historia, sería pretencioso asegurar que el rompecabezas quedó completo o que en el armado no intervino la interpretación personal de otros testimonios y de la propia autora.

Aquello que reproduzco como frases escritas por Refugio es porque Orozco así las citó en las suyas. La descripción de sus estados de ánimo y de sus sentimientos y la recreación de las escenas y las atmósferas en las que transcurren los hechos, en la voz de la tercera persona narrativa, son producto de la imaginación, a la que no le cerré la puerta siempre y cuando se mantuviera respetuosa y fiel al contenido de las cartas.

Para dibujar la personalidad de Orozco contamos con sus cartas, su Autobiografía y su obra. Para la de Refugio, con los testimonios de quienes la conocieron y con la figura, real o imaginaria, que el artista creó al escribirle.

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