Laura Méndez de Cuenca

jueves, 13 de enero de 2011 · 01:00

Mílada Bazant: Laura Méndez de Cuenca. Mujer indómita y moderna (1853-1928). Vida cotidiana y entorno. El Colegio Mexiquense. Gobierno del Estado de México; México, 2009, 498 p.

Fue olvidada por la historia como muchas otras mujeres. Laura Méndez se distinguió en su tiempo por sus escritos, su moderna labor educativa y su personalidad indómita. Aún en nuestros días hay quienes la recuerdan y admiran, a pesar de que la mayoría desconoce que aquella mujer no sólo fue testigo de uno de los cambios más interesantes del país –la transformación de un México tradicional a un país moderno–, sino que luchó para que ello sucediera.

El libro de Bazant, sin embargo, no nos retrata únicamente la vida de Laura Méndez de Cuenca, sino el entorno y la vida cotidiana de México en la segunda mitad del siglo XIX y los inicios del siglo XX. A pesar del sustento histórico que demuestra una investigación minuciosa, el estilo sencillo, atractivo y novelado de la obra atrapa al lector desde el inicio.

Cuando en 1853 nació Laura Méndez, el país se dividía entre liberales y conservadores. Esta lucha –más compleja de lo que en ocasiones imaginamos– se vio reflejada, a nivel familiar, en las discrepancias entre los padres de Laura, conservadores, y las dos hijas, liberales. No sólo ello sería motivo de dolor en su vida privada pues también debió enfrentar una relación amorosa fallida con Manuel Acuña, quien la rechazó cuando estaba embarazada. A su rescate acudió Agustín Cuenca, amigo de Acuña, quien decidió casarse con Laura Méndez salvando así su “honor”, aunque sin lograr evitar las habladurías de una sociedad aún bastante tradicional.

De los ocho hijos que tuvo, seis murieron cuando eran muy pequeños, uno murió joven y la única que sobrevivió tenía un padecimiento neurológico atendido –con poco éxito– por especialistas en enfermedades mentales. A estas graves condiciones familiares se aunaba la pobreza que implicaba dedicarse a las letras, aun para una mujer cuyas habilidades y trabajo arduo se reconocían.

A pesar de los conflictos conyugales con Agustín Cuenca, y con motivo de su muerte, Laura escribiría uno de sus más bellos poemas. Sobresaliente resulta el siguiente fragmento: “…Y te quise, mi bien, porque callaste/ y te quise, tal vez porque guardaste/ para ti solo el peso del dolor;/ y la piedad que tu silencio invoca/ es hoy fuego voraz que se sofoca,/ besos que se atropellan en mi boca,/ deleites, sufrimientos: es amor.” Tal como lo afirmó José Emilio Pacheco, para muchos Laura fue la mejor poeta del siglo XIX. Quizás su mayor aportación es literaria, pero también se destacó en materia pedagógica pues tuvo la astucia de aplicar teorías modernas a la práctica educativa en México. Ello no habría sido posible de no ser por la perseverancia de Laura Méndez en la lectura, y el estudio de varios idiomas que le permitió leer en su lengua original a autores extranjeros de gran envergadura. No sólo la lectura sino también la experiencia de vivir en el campo, en la ciudad, en Estados Unidos y Alemania enriqueció sus escritos y su paso por puestos de suma importancia; por ejemplo, fue subdirectora de la Escuela Normal para Profesoras y de Artes y Oficios, miembro del Consejo Superior de Instrucción Pública y representante de México en varios congresos internacionales de pedagogía.

Defendía que la mujer estudiara y trabajara, porque aseguraba que “la mujer mexicana no es ya sombra evanescente de un mito arcaico, no es la corruptora irresponsable de la familia”; con lo cual rompía el estereotipo de mujer que se defendía y que se seguiría divulgando a lo largo del siglo XX. Pero fue más allá, clamando por la libertad que se había negado a las mujeres y que merecían con premura: “La mujer moderna, iluminada por la antorcha de la Revolución y enaltecida con sus ideales, reclama ante todos los privilegios a que tiene derecho, el inestimable de la libertad”.

Si bien defendía la educación liberal de las mujeres y el trabajo de las solteras, mal casadas o viudas, tras observar a la mujer estadunidense afirmó que no debía ser arrancada del hogar “pues ni ella es feliz en medio de tanta libertad, ni siente por ello gratitud hacia el hombre que se la ha otorgado sino odio profundísimo, cuando no desprecio”. Y no es que no fuera feminista, sino que fue feminista a inicios del siglo XX. En 1905 ocupó el cargo de presidenta de la Sociedad Protectora de la Mujer.

Bazant expone la vida de Laura Méndez cuyo complejo entorno marcó no sólo su cotidianidad sino sus escritos, su labor pedagógica y sus análisis sociales y políticos. Ofrece el retrato de la vida de una mujer excepcional a la vez que muestra la vida cotidiana de México en un periodo de transición. Analiza los escritos de Méndez como fuentes históricas a partir del conocimiento documentado de su vida, de la sociedad de la época y de una imaginación delimitada por la investigación histórica.

En estos tiempos de celebración centenaria y bicentenaria debería importarnos mucho más la vida y obra de esta mujer “indómita y moderna” que vivió en el México Independiente y transformó al México posrevolucionario. Ojalá que la historia no la ignore más, como olvida a aquellos y aquellas que no fueron grandes personajes pero que participaron también en cada uno de los colosales acontecimientos de la historia nacional.  l

 

* Licenciada en Etnohistoria, ENAH-INAH.

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