Vicente Leñero: "Tercera llamada" de "Vivir del teatro"

lunes, 29 de octubre de 2012 · 13:57
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Vicente Leñero nos comparte con detalle su visión del teatro y la dramaturgia mexicana en una tercera entrega en Vivir del teatro, compilación de crónicas acerca del montaje de sus obras entre 1968 y 2004, y ahora reunidas en un solo del Fondo de Cultura Económica. Las “primera y segunda llamadas” fueron publicadas en 1982 y 1990, respectivamente; el ciclo se cierra con los avatares que el autor narra “tras bambalinas” de su producción entre 1990 y 2004. El escritor (Guadalajara, 1933), quien se dio a conocer con la novela Los albañiles (Premio Biblioteca Breve 1962 y luego llevada al teatro), divide su “Tercera Llamada” en ocho secciones: Hace ya tanto tiempo (1990-2000-2004), El infierno (1990-1999), Dramaturgias (Clotilde en su casa, 1990, y Chin Chun Chan y Las musas del país, 1992), La noche de Hernán Cortés (1992); Todos somos Marcos (1995), Los perdedores (1996), Qué pronto se hace tarde (1996) y Don Juan en Chapultepec (1997). A lo largo de estos sabrosísimos relatos Leñero describe momentos importantes de su vida dramatúrgica y de la dinámica del teatro nacional, como su entrañable relación con don Ignacio Retes, la decisión en algún momento de abandonar la escritura teatral, el nacimiento del Conaculta y su encuentro con el primer presidente de esta institución creada durante el gobierno salinista, Víctor Flores Olea, y lo que esto significo para el teatro de nuestro país. Diversos personajes relacionados de múltiples maneras con la obra dramática de Vicente Leñero, como Luis de Tavira, Gabriel Pascal, Julieta Egurrola, Sandro Cohen, Ramiro Osorio, Bruno Bert, Raúl Zermeño, Tolita Figueroa, Guillermo Gil, Miguel Flores, Olga Harmony y Estela Leñero, entre muchos otros, deambulan en los textos de este libro para hacer un recuento de los montajes escénicos. Nos habla también de su concepto de dramaturgia aplicado a obras del pasado. Al respecto, recuerda cómo él mismo solía impugnar los montajes que usan el texto como pretexto y convierten al director escénico en creador único de un espectáculo nacido de la desconfianza del director en cuestión o de su celo por no compartir con el dramaturgo el gesto creador. El método dramatúrgico –afirma categóricamente–, como complemento de la obra, es otra cosa. Nos recuerda cómo Brecht y Piscator lo aplicaban en la reconsideración de los clásicos y cómo lo han aplicado espléndidamente Peter Brook o Giorgio Strehler. “El teatro es un fenómeno del presente –siempre del presente– y la mirada de hoy requiere enfocar los subtextos y las condiciones en que una obra fue no sólo escrita por su autor, sino sobre todo representada en un foro… Shakespeare se entendería mejor hoy, teatralmente hablando, si pudiéramos atisbar las condiciones escénicas en que sus obras fueron representadas”, concluye. Estos y otros temas relacionados con el teatro mexicano de buena parte de la segunda mitad del siglo XX son tratados con un lenguaje ameno y cautivador por Leñero, uno de nuestros destacados autores del siglo XX en este título de Letras Mexicanas, libro indispensable para todos aquellos que deseen adentrarse en los laberintos y las intimidades de nuestro teatro nacional.

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