El relanzamiento de Meade y su chamarra roja

miércoles, 9 de mayo de 2018 · 08:07
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Frente a un escenario de posibles derrotas en todas las elecciones del próximo 1 de julio, Enrique Peña Nieto, como líder real del PRI, tomó la decisión de hacer conciliar al partido con el candidato ciudadano José Antonio Meade luego de que, durante cinco meses de precampaña y campaña, cada uno andara en rieles distintos. Más a fuerzas que de ganas, Meade se puso la chamarra roja y aceptó que pusieran el logo del PRI en el escenario que instalaron este domingo en la sede nacional del partido como parte de su relanzamiento. Aunque un día antes, en Poza Rica, se vio obligado a recibir el apoyo de uno de los personajes más denostados del priismo por su riqueza inexplicable y denuncias de corrupción: Carlos Romero Deschamps, quien le prometió el voto de los petroleros. El relanzamiento de la campaña de Meade, sin embargo, no fue como esperaban en el PRI que había anunciado la llegada de 10 mil militantes a la sede del partido y solo llegaron tres mil. Este famoso relanzamiento es un intento de conciliar la campaña de Meade con el PRI, lo cual quiso evitar a toda costa, durante meses, el propio candidato presidencial y su equipo coordinado por Aurelio Nuño. El fracaso del experimento del “candidato ciudadano” encarnado por Meade, que implicaba el alejamiento vergonzante del PRI por los escándalos de corrupción, obligó a realizar un cambio en la dirigencia del partido con la salida de Enrique Ochoa Reza y la llegada de René Juárez Cisneros. Voces en el PRI dijeron que la oferta de dirigir al partido durante el resto de la campaña, se la hicieron a Miguel Ángel Osorio Chong, en un intento de reconciliación tras el revés que sufrió el exsecretario de Gobernación en su intento por ser el candidato presidencial. Aunque la propuesta fue rechazada, René Juárez Cisneros, amigo y aliado de Osorio y Peña, fue puesto al frente del PRI para tratar de cerrar la cicatriz. No obstante, con el relanzamiento de Meade, en realidad parece que la meta del PRI y del peñismo es asegurar posiciones en las cámaras de diputados y senadores, así como algunas de las ocho gubernaturas en juego, las diputaciones locales y las presidencias municipales. Al interior del partido y de la oficina presidencial, al parecer tienen encuestas que indican que ya nada se puede hacer ante el desfonde de la campaña de Meade, quien esta muy lejos de Andrés Manuel López y de Ricardo Anaya. De ahí que el plan de relanzamiento en realidad sea rescatar el mayor número de votos en la elección presidencial a fin de contar con más diputaciones y senadurías. El PRI tiene ante sí uno de los peores escenarios de su historia como partido en el poder. Si pierden la elección presidencial, las ocho gubernaturas más la Ciudad de México, y consiguen unas cuantas decenas de diputaciones y senadurías, podría convertirse en cuarta fuerza nacional. Por cierto… Hay cierta expectativa y esperanza entre los priistas de que desde Los Pinos comience la “operación rescate” de Meade y el PRI. Peña Nieto estaría dispuesto a echar a andar la maquinaria electoral, aceitada con los recursos de los programas sociales, pero falta que funcione la otra parte: la del candidato Meade, porque la estrategia no funciona en automático y hasta ahora no se ve que el aspirante presidencial y su equipo tengan la fuerza y la destreza para manejarla. Mientras tanto, el tiempo avanza inexorablemente hacia el 1 de julio como fecha fatal.

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