Plácido Domingo volvió al Conservatorio Nacional

domingo, 28 de octubre de 2018 · 23:28
CIUDAD DE MÉXICO (proceso.com.mx).- Sesenta y cinco años después de que ingresara como estudiante de piano y dirección de orquesta, Plácido Domingo, conteniendo las lágrimas, develó la placa que consagra su nombre en el auditorio al aire libre del Conservatorio Nacional de Música (CNM). La reunión, cálida, en la cual jovencitas y muchachos del Ensamble Coral Cantera de la institución fundada en 1866 cantaron magistralmente para el tenor hispano-mexicano, se convirtió en una fiesta de aplausos cada vez que tomó la palabra. Emocionado, evocó ante el púbico --unas 300 personas que lo recibieron con una ovación de alrededor de un minuto-- a maestros que lo formaron ahí, como a los hermanos Halffter, Carlos Chávez, Blas Galindo y Juan D. Tercero, a sus docentes de canto como Carlo Morelli y Fanny Anitúa; además recordó el trabajo con el director Lorin Mazel –especialista en el compositor francés Héctor Berlioz--; y con cariño habló de su compañero de banca de la secundaria, Eduardo Mata, con quien en el Conservatorio hizo una Sinfonieta en do mayor. En algún momento interrumpió su charla al reconocer entre la asistencia a la gran sorprano Cristina Ortega, e iniciaron un diálogo afectuosísimo… Su primera intervención fue cuando el compositor David Rodríguez de la Peña, titular del CNM, lo presentó inicialmente, y la segunda tras la invitación de la directora del Instituto Nacional de Bellas Artes Lidia Camacho, para develar la placa en la Sala Agustín Caballero. De ahí será trasladada más adelante al auditorio exterior del edificio, creado por el arquitecto Manuel Pani en 1949, frente a los jardines donde antes hubo bancas. En principio, el tenor agradeció a sus padres, los cantantes hispanos Plácido Domingo Pepita Embil --quienes llegaron a México trayendo una compañía de zarzuela--, el que siempre le insistieran que no sólo se dedicara a cantar, sino a ser músico, razón por la cual entró al Conservatorio a los 14 años, luego de cursar la secundaria, lo cual quizá eso le permitió “mi longeva voz” hasta ahora (nació en Madrid en 1941). Por sus estudios de piano pudo repasar sus papeles de intérprete de ópera en el instrumento, ahorrándose el esfuerzo de la voz. Fue así como está camino de alcanzar las 4 mil funciones de ópera. Y ante Camacho señaló que el salto natural de su carrera lo dio del CNM al INBA, al estrenarse como intérprete en el Palacio de Bellas Artes con un papel de Rigolleto, de Verdi. También hizo un reconocimiento al maestro Luis Sandi, fundador del Coro de Madrigalistas, que cumple 80 años. Y es que en el acto se preparó un recital para el intérprete, que sin duda lo hizo evocar sus años juveniles (“ha pasado tanto, tanto tempo”, dijo en algún momento--, con arias de la misma Rigolleto (soprano Damaris Lezama, mezzosoprano Yunuet Lagunas, tenor Alberto Galicia, barítono David Robinson); “La canción de la luna” de Rusalka de Dvorak (Michelle Fox Pavia, soprano); “La ci darem la mano” de Don Giovanni de Mozart (Fox Pavia y el barítono Adrián Hernández Herrera); y “Adiós mi bien adiós” de Carlos Chávez (Hernández Herrera). Pero el festejo musical cerró con una intervención coral, la del grupo formado por una docena de veinteañera(o)s de la Cantera del maestro Francisco Zúñiga Olmos. Fue una alegría: Sus alumnos de tercero de canto embelesaron al auditorio con las canciones “Chamaquita de mi vida (canción al estilo de Oaxaca)” y “Como un sueño” --del propio director--, que llegó a una culminación feliz con el arreglo de la popular “Capullito de alhelí”, de Rafael Hernández, que además los jóvenes acompañaron rítmicamente con el cuerpo. El tenor estaba exultante. Tomó de nuevo la palabra para decir un deseo, el de tener en un próximo viaje un encuentro, una charla con los estudiantes del Conservatorio, “no un Master Class, lo cual me parece presuntuoso”. De ahí hasta el estacionamiento tardó casi media hora, acompañado de familiares –entre ellos su hijo Álvaro, incansable, siempre con él, mientras el mayor, Plácido, estrenaba paralelamente una obra en Madrid, según contó--. Entre autógrafos y selfies --por ejemplo, de las espléndidas sopranos veinteañeras del coro como Montserrat Sofía Cedillo Urbán, Vanessa Jurado Sánchez y Areli Bautista--. El joven aprendiz había regresado. “Esta es su casa”, le había dicho Rodríguez de la Peña.

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