"Escribir en México no es llorar, es enseñar": Carballo

domingo, 31 de marzo de 2002 · 01:00
México, D F (apro)- El valor literario de Manuel Acuña, sin el amor a Rosario; la pasión de Concha Lombardo, militante de la causa imperial, o la historia de José López Portillo y Rojas que, como su nieto, también producía tequila, se conocen por una vocación: la investigación y crítica literaria Como resultado de ambas, acaban de editarse dos libros: "Ensayos sobre crítica literaria", de Antonio Alatorre, y "Diccionario crítico de las letras mexicanas en el siglo XIX", de Emmanuel Carballo En el primero, exdirector del Centro de Estudios Filológicos de El Colegio de México, catedrático y compilador del libro "Fiori di sonetti/Flores de sonetos", entre otros, reúne textos publicados en diferentes revistas y épocas, sobre el tema de la crítica, aunque subraya en la introducción: "A mí, más que discurrir sobre el fenómeno y los problemas de ?la crítica?, lo que me gusta es meterme en el fenómeno y los ?problemas? de la literatura" Pero bien sabe Alatorre que trabajos realizados por él o Carballo, como críticos e investigadores, arrojan luces en el campo literario, e independientemente de que puedan ser perfectibles, serán siempre socorridos por otros estudiosos o el lector general Lo reconoce al resumir el papel de la crítica: "Es una comprensión más clarividente de la obra literaria Significa un aumento de conocimiento intuitivo Si la literatura es vida, la crítica es un aumento de vida" Su crítica ideal es aquella que "comprende y transmite la totalidad de las dimensiones de la obra" Considera como parciales aquellas que sólo atienden un aspecto: biográfico, histórico o lingüístico, entre otros, y admite como la crítica más difícil "e infinitamente más expuesta a error" la de los autores contemporáneos Al evaluar las fallas de la crítica literaria en México, Alatorre señala falta de rigor y concreción en la mayor parte de ella, y acusa a muchas revistas, sin citar nombres, de "cuatachismo" Diccionario El volumen de Carballo tiene su antecedente en su libro "Historia de las letras mexicanas en el siglo XIX", publicado por la Universidad de Guadalajara en febrero de 1991 "Un manual que abrió brecha en esta clase de estudios", describe el autor El diccionario se presentó la noche del martes 19 de marzo en el Museo Nacional de Arte con la participación de Felipe Garrido, director general de Publicaciones del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, que edita el libro de Alatorre, y coedita con Océano el de Carballo La presentación se hizo a manera de una conversación entre Garrido y Carballo, en la cual el crítico literario aprovechó para señalar, con tristeza, que la edición de "Historia de las letras mexicanas?" tardara años en agotarse, siendo que la Universidad de Guadalajara cuenta con la Feria del Libro "más importante en América Latina" También, como un reproche, contó que se lanzó solo y por su cuenta a realizar el Diccionario, que abarca cien años, cuando debiera ser una tarea de instituciones como la Universidad Nacional Autónoma de México o centros de investigaciones literarias Recuerda, por ejemplo, cuando Celestino Gorostiza, entonces director del Instituto Nacional de Bellas Artes, propuso hacer una historia de la literatura mexicana y convocó a varios autores para que abordaran diferentes etapas o temas: "Yo iba a hacer la novela costumbrista, realista y naturalista Nadie entregamos (sic) lo que nos correspondía, salvo el padre Garibay que publicó su ?Historia de la literatura náhuatl? y le abrió una perspectiva enorme a la literatura, descubrimos un pasado y una belleza en esos poetas, filósofos y prosistas maravillosos" Definido por Carballo como un libro pedagógico, "de batalla", que podrá ser perfeccionado por otros, incluye a la mayor parte de los autores del siglo XIX, en orden alfabético desde Manuel Abad y Queipo (1751-1825), hasta el dramaturgo español José Zorrilla (1817-1893), quien radicó en México entre 1855 y 1865 Admite omisiones como la de los escritores Antonio Zaragoza y Luis de la Rosa, pero destaca que, a diferencia de la primera versión, incluyó el campo de la oratoria como "una de las modalidades favoritas del siglo XIX", practicada por religiosos, políticos, académicos y leguleyos Las fichas tienen el nombre del autor, sus fechas de nacimiento y muerte, así como los géneros a los cuales se desarrolló, como pueden ser oratoria, poesía, teatro, historia, ensayo sociopolítico, novela y crítica literaria La publicación revela el gusto de Carballo, pues como lo reconoció en la presentación, cuando un autor le gusta se explaya y puede dedicarle cinco o seis páginas, como a Justo Sierra o Manuel Gutiérrez Nájera En cambio, si no le interesa --es el caso de Manuel Acuña--, no ha profundizado en su obra y no se siente capaz de hablar de ella, prefiere entonces acudir a otros estudiosos, entre ellos José Luis Martínez y José Emilio Pacheco Garrido preguntó a Carballo si realmente existe interés en los lectores contemporáneos por los autores del siglo XIX o si su libro será sólo para estudiantes de literatura A lo cual respondió el crítico literario: "Pensando en la globalización y en los campesinos de Atenco, este libro puede ser, junto con sus machetes, una de sus armas de batalla porque es una apasionada defensa del nacionalismo "El libro principia cuando el mexicano se da cuenta de que está sujeto a España y quiere independizarse Ahí empieza la literatura mexicana --más o menos con Fernández de Lizardi y algunos poetas en el ?Diario de México?--, de 1810 en adelante, pero en 1921 ya tenemos una literatura recién nacida como el país" De López Portillo "el bueno" Durante la charla con Garrido, Carballo reveló que se centró en la obra de cada autor, omitiendo muchos datos biográficos: "No sale la Rosario de Acuña, cuando en todas sus biografías hablan más de ella que de él, no se habla de él como pasante de medicina, ni se dice que nació en Saltillo y que al llegar a la Ciudad de México vivía en la pobreza absoluta "Eso es folclor y a mí me interesa la literatura y la crítica, lo que queda no es la lavandera, no es Rosario, no es su amigo Juan de Dios Peza, es su obra; es lo que vale de un autor y se olvida la porquería de su vida Los autores son casi siempre abominables, hay que leerlos, no conocerlos" Narró también que comenzó a hacer el recuento de los escritores del siglo XIX de manera circunstancial en Guadalajara, Jalisco, en 1952, cuando al poeta jalisciense Alberto Navarro Sánchez se le ocurrió hacer una biblioteca de autores coterráneos Carballo conocía sobre poesía jalisciense y nacional del siglo XX, pero entonces había prologado los cuentos completos de José López Portillo y Rojas: "López Portillo el bueno y él sí hacía tequila de veras, había un tequila ?La Rojeña? de la viuda de Rojas, la familia de López Portillo, hay una novela corta que se llama ?Nieve?, no es de este señor que se está muriendo y que no tiene idea de que su abuelo escribió una novela sobre cómo se hace el tequila, cómo se procesa, cómo es una hacienda tequilera" Luego de López Portillo y Rojas, Carballo siguió con el estudio de otros autores como Rafael Delgado, Emilio Rabasa, Federico Gamboa y Luis Inclán, entre otros En la presentación recordó con particular emoción a Concha Lombardo, "la primera escritora romántica", de la cual contó una anécdota que no se reproduce en el libro, fiel a su consigna de destacar sólo la obra: Narró que cuando su esposo, el general conservador Miguel Miramón fue fusilado, ella conservó su corazón en un relicario hasta que su confesor lo descubrió en una visita a su alcoba, le recriminó tenerlo siendo que pertenecía a Dios y le ordenó sepultarlo Lombardo obedeció y le hizo al corazón un funeral En sus "Memorias" la escritora se refirió así a la pérdida de Miramón, según consigna Carballo en su Diccionario: "Yo perdí con él todo lo que puede halagar a una mujer: posición social, bienestar, honores (?) pero esos bienes efímeros los he reputado nulos, y si aún lloro al que perdí fue porque me dejó sus virtudes grabadas en la memoria, y porque se llevó a la tumba mi paz y mi corazón" Para el especialista se puede comenzar a hablar de una literatura propiamente mexicana hasta 1867 con las obras de Ignacio Manuel Altamirano, aunque haya habido antes que él otros autores importantes entre ellos Fernández de Lizardi Considera que los escritores de ese tiempo fueron en su mayoría curas laicos y maestros: "Escribir en México no es llorar, es enseñar" Y concluye que ésa debe ser la frase de la literatura mexicana Quizá podrían enarbolarla los autores que ahora luchan contra el gravamen a las regalías por derecho de autor que el Congreso de la Unión les impuso el pasado 1 de enero

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