Atenco, el día después

viernes, 2 de agosto de 2002 · 01:00
Era el rechazo al cada vez más lejano nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, pero algo más Era el repudio a las expropiaciones ejidales, pero algo más Era el rencor contra las autoridades estatales y federales, pero algo más Era los machetes al aire, pero algo más Era el incendio de vehículos, la captura de rehenes, pero algo más San Salvador Atenco era la exasperación que aflora, la ira incontenible, el hartazgo, la violencia social que ya está ahí -No puede pasar? me dijo el policía federal que con su patrulla y unos botes con letreros improvisados ("Camino Cerrado a Atenco") desviaba los autos Había, según presumen ellos mismos, más de mil de estos policías de gris A éste no le gustó la credencial ni mis tenis ni que le hablara de tú Me lo dijo Estaba muy irritado con mi insistencia Llamó a su "superior", quien me revisó de nuevo y preguntó genuinamente extrañado: ?¿Viene usted a pie? Y le dije que sí, que ser peatón es mi protesta contra lo descomunal Siento que caminando la ciudad conjuro de alguna forma lo que ya no tiene dimensiones humanas Soy como los de Atenco, le expliqué, y debió comprenderlo porque bufó y me dejó pasar con una mueca desde la que le bisbeó a un hombrón que no hablaba y que no dejó de escudriñar mis gestos: "Los pinches de Proceso" Mientras caminaba por la carretera que, muy eventualmente, me llevará a San Salvador Atenco, vi las huellas de lo que ha sido con toda seguridad una larga noche de rumores, miedo y la inminencia, entre cabeceos, café y cigarros, de la muerte o la detención: fogatas de llantas recién apagadas en las orillas del arroyo que pasa por debajo del puente, municiones disparadas quizás en una falsa alarma, trincheras improvisadas con cajas de refrescos Tenían a 14 de sus líderes detenidos y, a la hora que llegué al pueblo, a tres policías, un Ministerio Público y al subprocurador de Texcoco como rehenes No habían dormido Todos ahí, hasta las ancianas y los niños, tenían los ojos enrojecidos del insomnio En los retenes civiles los ánimos estaban más que exaltados Al quejarme por la tercera revisión en menos de 10 metros, el ejidatario sacó su machete y lo blandió justo al lado de mi nariz: ?¿Qué? Si no nos rajamos allá, menos aquí No entendí a qué se refiería, pero pude ver ese gesto, mezcla de rencor, impotencia y ganas de obtener un poco de atención que muchos tienen por aquí A pesar de que era un hombre que podría pasar de ese exabrupto amenazante al llanto autocompasivo en menos de un segundo, no olvidé que es esta una zona de guerra Cada montón de basura era una trinchera Los machetes labrados con la leyenda "Por la defensa de San Salvador", los palos con clavos, los azadones, un trinchete, no eran las principales armas En pleno centro de San Salvador Atenco estaba la evidencia: el tráiler de miles de Coca Colas había sido vaciado Cada envase que se bebía era almacenado para hacer bombas molotov que serían llenadas con las tres pipas de gasolina que, detrás del Auditorio Municipal, se escondían entre ahuehuetes La capacidad incendiaria alcanzaría, según calcula un campesino con pasamontañas llamado Matías, para hacer volar al suyo y a otros 11 pueblos en los alrededores "San Juanico se queda corto", exageró, y creo que sonrió debajo del pasamontañas En la azotea de una farmacia en la esquina de la plaza vi a dos jóvenes empeñados en trabajos complementarios: uno se tomaba los refrescos, el otro convertía los envases en bombas Habían construido una barricada en la azotea y, desde ahí, supongo que pretendían recibir a la policía La exaltación generalizada provino de la situación en la que su pueblo se encontraba, pero no había que descartar, además, el exceso de azúcar que había ingerido El asombro fue mío cuando pensaba que así combatirían a mil policías armados con armas largas y automáticas, helicópteros, camiones blindados y chalecos antibalas A lo lejos vi a dos campesinos a caballo Traían palos El "talk show" Lo que ocurrió al día siguiente fue un mitin en torno de una televisión de muy pocas pulgadas, cuyo sonido fue amplificado para todos con un micrófono modesto La tranquilidad aparente de los asistentes que se miraban en la tele, en su propio show, le restó dimensiones al estado de guerra en el que el pueblo se encontraba: hubo risas cuando el vocero del movimiento aseguró que el procurador de justicia estatal, Alfonso Navarrete, tiene "caca en el cerebro"; hubo rechifla cuando apareció el gobernador Arturo Montiel a cuadro, y sólo cuando la cámara los tomó, ellos levantaron los machetes y gritaron consignas Con un discurso de identidad, ligado a los valores de la tierra y a los que ahí están enterrados, el movimiento contra el aeropuerto metropolitano se presentó también como un talk show que se vale de la televisión, literalmente, para hablarse, convencerse y cohesionarse ?Mira, ahí estamos ?dijo una joven con ombliguera del Che Guevara, que alcanzó a taparse los dientes urgidos de ortodoncia Su nombre era Magdalena y, a pesar de que los medios la conviertieron en protagonista de este episodio, no quiso hablar, tuvo pena y se acabó tapando la cara con un trapo blanco Y es ahí donde emergió de nuevo lo profundo: es la tela que se está usando para las bombas El vocero, David Pájaro, cuyo hermano era uno de los detenidos, aprovechó la emisión en directo del Canal 4 para negociar: ?Antes de que se oculte el sol ?dijo en doble micrófono, el del mitin y el de la televisora?, queremos que el gobernador y el procurador nos presenten a los detenidos, no importa cómo, hinchados, torturados, como sea, pero los queremos ver Si lo hacen, nosotros les enseñaremos a los que tenemos retenidos Había un componente de compensación: querían estar en igualdad de condiciones frente al Estado Por eso habían retenido a las autoridades de justicia, por eso buscaron un diálogo público con el presidente Fox, por eso, cuando sentían siquiera un poco que están siendo desdeñados, vociferaron: "La tierra no se vende" La aparente frivolidad de hacer un mitin frente a una tele se desdibujaba a cada instante en que alguien, una anciana con cataratas, un gordo con pasamontañas y tatuajes, el custodio del cañoncito de madera, explotaba: "Quieren repetir el 68" Ésa era la dimensión real en la que ellos se miraban, no era, a pesar de las apariencias, la de la televisión Era la de la historia con mayúsculas La falta de disciplina El peso que uno de los detenidos, el líder Ignacio Valle, tenía entre los atenquenses no es desdeñable En el mural que adorna el Auditorio Municipal está su rostro algo divinizado: en vez de la cicatriz que tiene en la mejilla, aparece una herida sangrante Valle está al lado de Zapata, de un encapuchado sin pipa leyendo La Jornada (el titular: "Atenco se levanta"), de Ricardo Flores Magón y de Digna Ochoa Justo al pie del escenario mediático, el santo local: "Divino Salvador" y la Virgen de Guadalupe De todos los héroes mezclados, el único vivo es Ignacio Valle Y fue detenido con seis órdenes de aprehensión Sin duda, fue la víctima propiciatoria de Atenco ?Quieren liberar a todos menos a Nacho ?anunció David Pájaro, y la gente se indignó? Y nosotros decimos: primero liberen a Nacho ?y la gente se encendió Se percibía un caos asambleístico al menos en los asistentes al mitin de la televisión, unos 200: de su interior surgían propuestas gritadas, consignas anónimas, aplausos o rechazos sin origen ubicable David Pájaro va haciendo declaraciones para probar el estado de ánimo de sus bases, y así las iba variando En aprietos, recurrió al nombre de Nacho Valle, cuando sintió aprobación se mostró beligerante, al ser rechazado repitió: "No voy a tomar ninguna decisión que no venga de ustedes" La asamblea habló con chiflidos y consignas, era difícil entenderla Y desorganizó al movimiento En algún momento de la entrevista en vivo con otra de las líderes, Marta Pérez, las guardias se descuidaron, todos querían ver qué dice en la tele, las guardias civiles en bicicleta estaban todas donde no debían estar, tratando de ser espectadores y protagonistas, cuidando las palabras de sus líderes, desconfiando hasta de sus propias autoridades Y es la falta de disciplina lo que hacía ver, no a "guerrilleros" como aseguró el gobierno del Estado de México apenas 15 horas antes, sino una resistencia autorregulada por los recelos, las simpatías, el estado de ánimo mayoritario Era, sin duda, el de estar al tú por tú con las autoridades Les respondían, se referían a ellos, tras nueve meses de ignorarlos En ese momento de confusión ?muchos de los guardias civiles parecían oponerse a que David Pájaro permitiera a una televisora filmar a los rehenes? que se aprovechó para anunciar que uno de los heridos en el enfrentamiento en Acolman, Abel Galicia, con una bala en el brazo, no había sido atendido por un médico ?Ahí lo tienen mientras los policías heridos ya hasta fueron dados de alta ?acentúa el orador para, una vez más, marcar lo que más molestó en Atenco: el trato desdeñoso Y logró su objetivo La gente olvidó que se estaba oponiendo a que los rehenes fueran fotografiados y todo terminó en una avalancha de periodistas cuyos embates fueron controlados por golpecitos en los tobillos Los repartió una señora de mandil armada con un palo En la punta tenía al menos seis clavos "Ya estamos muertos" En verdad Atenco era, desde el 22 de octubre de 2001, un lugar expropiado Las 4 mil familias a las que se les ofreció entre 7 y 25 pesos por metro cuadrado, continuaron ahí y pasaron, en nueve meses de desdenes y prepotencia gubernamentales, de exigir un pago justo a simplemente no vender la tierra y morirse resistiendo "Ya estamos muertos", me dijo María Galicia "Sólo estamos esperando que nos saquen al camposanto, porque no vamos a ir por nuestro propio pie De eso no le quepa duda, joven" Al ver el polvo salitroso en el que no crece nada, al mirar el agua enturbiada por la sal que sale de los pozos, y los dos cerros, Tepetzingo y Huatepec, sin vegetación, uno no puede sino preguntarse qué es lo que se defiende Un pequeño pueblo polvoso combate al Estado de las inversiones millonarias sólo por una razón: para ser tomados en cuenta Ése fue el reclamo de San Salvador Atenco a unas autoridades que anunciaron la construcción del nuevo aeropuerto por la televisión, que jamás se presentaron a dialogar ?ni cuando se destituyó a la alcaldía electa ni cuando secuestraron máquinas de medición geológica o a empleados de una constructora?, que nunca reaccionaron a sus marchas No hay que preguntarse aquí por la legalidad ?los ejidatarios detenidos tenían amparos contra la detención?, sino por la justicia Subido en la tarima desde la que los medios hacían de estos campesinos la parte indignada del talk show (las autoridades son la parte balbuceante), me pregunté si valía la pena morirse sólo por ser tomado en cuenta Dicen los teóricos que a lo descomunal-global siempre se le opone lo local con sus dimensión más humana, pero aquí lo local tiene que empezar por reconstruirse desde el tamaño de las personas Si algo ha provocó el silencio de los gobiernos estatal y federal fue que las personas, éstas que se mueven en bicicletas, se sientan empequeñecidas y, frente a eso, levantaron los machetes Nada qué perder En este día, el siguiente al enfrentamiento de Acolman, la policía no llegó A los llamados al diálogo siguió la lluvia y nos fuimos dispersando Varias veces corrió el rumor de la intervención de la policía federal, pero ellos seguían, como dijeron, "a órdenes", comiendo de los platos que les trajeron desde Toluca A tres kilómetros, los ejidatarios comieron arroz con tortillas, oyendo los discursos de solidaridad de campesinos de Tepoztlán y de estudiantes universitarios La idea de hacer un canje de rehenes por detenidos en el río Jalapango, no recibió, al menos en ese día, respuesta alguna de las autoridades En la aparente tranquilidad del momento tuve un recuerdo muy viejo En diciembre de 1987, el ahora procurador estatal, Alfonso Navarrete Prida, cuando era consejero estudiantil por Derecho en la UNAM, se levantó de una mesa donde un ceuísta bromeó con cambiarle el nombre al barco Justo Sierra por "Che Guevara" Eso recordé Y hasta ese momento me di cuenta de que la imagen del guerrillero no estaba en Atenco No había utopía ahí, nada qué construir y, a la vez, nada qué perder

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