Por los difíciles caminos de esta ciudad

sábado, 18 de octubre de 2003 · 01:00
México, D F- Los martes y jueves tengo clase en la Facultad de Derecho de 830 a 1000 Desde la casa de ustedes, que no es casa sino departamento en Polanco, solía salir a las 740, más o menos con la certeza, no tan cierta, de que llegaría a tiempo a CU Pero el famoso Periférico controla tu vida y tus tránsitos La construcción del segundo piso provocó serios problemas pero a partir de su inauguración, la ruta se hizo cómoda Poco ha durado la dicha Desde hace un mes, más o menos, la leve corrección de la anchura del tercer carril (o primero, tal vez), con la ominosa presencia de enormes grúas a partir del entronque más que difícil del segundo piso con el nivel de los mortales (por los rumbos de San Antonio y no precisamente el santo casamentero), me está complicando la vida de manera horrorosa Pero hay cosas que no entiendo Los martes los embotellamientos son verdaderamente intolerables a partir de ese punto, de norte a sur Y los jueves, por una razón que no me explico, la circulación es tersa y cómoda Bueno ¡casi! A las diez inicio el viaje de regreso hacia el Despacho por la avenida Revolución Y allí el problema tiene características diferentes Por supuesto que siempre tengo prisa, pero los incidentes en el camino son tan particulares que yo creo que los habitantes del DF estamos creando una condición humana un tanto deplorable Reconozco que tengo mal genio Pero también reconozco que normalmente no manejo en esos viajes Ello me ha permitido, hace un par de días, anotar en una bonita tarjeta blanca los diferentes estados de ánimo de un transportado (igual sería de ser el conductor, pero no podría apuntar) ante los múltiples obstáculos que la ciudad nos depara Hay, por supuesto, el embotellamiento natural derivado de que, cada año, las agencias de automóviles lanzan al mercado un número de automóviles, camiones y demás móviles muy superior al que la madre naturaleza destina al final vergonzante de los entierros sin remedio Pero, además, las calles no han crecido en la misma medida y esa concurrencia acelera el mal humor Después cuentan también las obras y las obritas, a veces gentilmente marcadas por agentes de tránsito que adelgazan las vías Sus ademanes gimnásticos para que los automóviles circulen más rápido se enfrentan a la imposibilidad de hacerlo Y uno piensa si esas obras u obritas no habría sido mejor hacerlas en Semana Santa o, al menos, por la noche, tarde Hay la competencia natural con los taxistas, un poco usufructuarios preferentes de esa propiedad colectiva que son las calles A ellos, al menos actúan como si fuera cierto, se les da el derecho de atravesarse sin aviso, frenar de repente si hay cliente a la vista y ponerte cara de que te considera un idiota manejando, si no le das el paso imposible Convierten con su conducta en color odioso el verde maravilloso de la clorofila Vicio permanente es el de los automovilistas que en un alto, se abstienen de pararse en el límite para que no estorben cuando para los otros se les pone el siga La decencia, en el límite de tu paciencia, impide y no siempre, que abras la ventanilla y por ella le expreses a los imprudentes obstaculizadores la calificación que les corresponde Las miradas torvas de unos y otros darían pie para un concurso de fotografías Está, después, no faltaba más, la economía informal galopante Los chamacos y algunos no tan chamacos limpiaparabrisas, que por cierto miden con gracia el tiempo intrasemaforil, pueden hacerte perder la oportunidad de pasar más allá sin poder aprovechar el siga Y no sabes si elegir entre la justicia social o el odio irreverente en contra de ese oficio tan sacrificado Por supuesto que les hacen la competencia los pordioseros, abundantes siempre y de los que te defiendes un poco porque el cinturón de seguridad te impide sacar centavos de la bolsa La sagrada observancia de la ley Lo importante es que se genera un abundante ambiente para psiquiatras sin chamba que, de prisita, podrían analizar tus sentimientos de odio hacia los imbéciles que no te dejan circular; los policías que levantan la manita para acelerar lo que no se puede acelerar; los vendedores; los chóferes que se detienen a media calle para que alguien se baje o el desgraciado que tuvo un problema con la batería Al final, tu cita se va al demonio Claro está que la explicación clásica no falta: - lo siento, pero tuve problemas de tránsito - Si es que tu contraparte ha llegado a tiempo Hay un resultado evidente El furor, el odio acumulado, la injuria que te desborda, convierten a todo el año en el día de las “madres”

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