Rituales de muerte

viernes, 31 de octubre de 2003 · 01:00
La era prehispánica México, D F (procesocom)- Desde épocas prehispánicas se celebra el día de muertos, pero también en Europa existía esta tradición que se hacía de acuerdo con los cánones de la religión católica Aunque con rasgos diferentes, los indígenas de América y los colonizadores rendían culto a sus muertos Después de la llegada de los españoles al continente americano, y la evangelización a la que sometieron a las etnias americanas, ambas tradiciones se mezclaron Nuestros antepasados indígenas tenían la costumbre de inhumar a sus muertos con objetos personales y vasijas de comida, pues creían en la vida después de la muerte La celebración se llamaba “Miccilhuitontli” o “fiesta de los muertitos”, y se realizaba en julio La gran fiesta de los muertos (Ueymicailhuitl) se conmemoraba el décimo mes del año, en agosto, de acuerdo con Fray Diego Durán Se creía que los difuntos tomaban rumbos diferentes en su tránsito al más allá Podían ir al Tlalocan, Omeyocan o al Mictlán Al Tlalocan iban las almas que morían ahogados, por enfermedades como la gota, la sarna, la hidropesía y los niños sacrificados a Tláloc Al Omeyocan, paraíso regido por Huitzilopochtli, dios de la guerra, iban quienes morían en combate o las mujeres que fallecían al dar a luz (Mocihuaquetzque) El tercer lugar de reposo de los muertos era el Mictlán, habitado por los dioses de la muerte Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl Era un lugar oscuro, sin ventanas, del que las almas no podían salir jamás, iban quienes morían de muerte natural Para llegar a este sitio, las almas debían transitar por diversos lugares por cuatro años, y llegar primero a Chignahuamictlán, lugar donde descansaban o desaparecían las almas de los muertos Para lograr lo anterior, el difunto era enterrado junto a un perro, que lo ayudaría a cruzar un río Los niños tenían un lugar de reposo especial, llamado Chichihuacuauhco, donde había un árbol que goteaba leche para alimentarlos Se creía que esos niños volverían a la tierra cuando la raza que la habitaba fuera destruida La muerte para los mexicas o nahuas significaba la desagregación del ser humano El hombre es un ser formado por cuerpo y alma, individualidad, facultades sensoriales y de movilidad, sentimientos, impulsos, capacidad intelectual y está vinculado con una divinidad protectora Nombraban al alma “Teyolia”, “Tonalli” y “Ihiyotl” El “Teyolia” se ubicaba en el corazón y ahí radican la esencia humana, la vida, las facultades mentales y la pertenencia a un grupo de parentesco de un ser humano Al morir, esta entidad anímica viaja a uno de los lugares destinados a los muertos El Tonalli, ligado a la individualidad y al destino personal, reposaba sobre la tierra tras la muerte, y generalmente era guardado por los familiares del difundo en una caja que contenía sus cenizas y dos mechones de cabellos El Ihiyotl es el motor de las pasiones, se dispersaba en la superficie terrestre y podía convertirse en seres fantasmales o en enfermedades (Yohual ehécatl o viento nocturno) El “Miccilhuitontli” y el Ueymicailhuitl de los mexicas comenzaban cuando cortaban el xócotl, en el bosque A este árbol le quitaban la corteza y lo adornaban con flores Es por lo anterior que el mes de difuntos era representado en esa época con un cadáver amortajado y unos hombres arrastrando el xócotl Durante veinte días se hacían ofrendas al madero Se hacían procesiones donde muchos hombres terminaban rodeando el xócotl; se hacían sacrificios de muchos hombres y se daba comida en abundancia Después colocaban un bledo en lo alto del madero y danzaban vestidos con plumas y cascabeles Para terminar la fiesta, los jóvenes subían al madero y arrancaban la figura de bledo, tiraban el xócotl Colocaban altares con ofrendas para recodar a sus muertos Para los mexicas, la fiesta de los muertitos incluía diversos actos para reunir las partes dispersas del Tonalli del difunto Buscaban la manera de conservar el cadáver y rendir homenaje a sus restos El culto duraba dos meses y los muertos eran enterrados con objetos que habrían usado en vida o que les pudiesen ayudar en su viaje al inframundo, como vasos, ollas, objetos de obsidiana El ritual de los mayas iniciaba al ocultarse el sol Arribaban al lugar los “padrinos de fiesta” que el muerto nombró en vida Previamente se colocaba y adornaba un altar en la casa del difunto Flores, cadenitas de papel, carrizos y ramas de dátil o palma alrededor de la mesa cubierta con una sábana blanca, sobre la que se colocan las pertenencias, vestuario, bebida y alimentos preferidos del muerto Dentro de la casa se preparaba una caja mortuoria semejante a la original, y se adornaba con flores de papeles de colores Los padrinos tomaban el ataúd dentro de la casa, y regresaban acompañados por el rezador y la cantora, quienes adquirían esa responsabilidad de la herencia de su generación El rezador siempre vestía traje negro, lo seguían las fiesteras, quienes portan estandartes de sus agrupaciones religiosas, de color rojo y blanco que, según sus creencias, son colores que ahuyentan a los malos espíritus Alrededor del ataúd colocado cerca del altar, los deudos ondeaban banderas rojiblancas al espíritu del muerto El rezador y la cantora inician una oración, mientras los presentes rezaban, danzaban, se lamentaban o cantaban: Mañana o pasado, cuando yo me muera No hagas las cosas, como tú las quieras No me pongas flores naturales, Ponme coronas de flor de oropel Donde Dios las vea Mañana o pasado cuando yo muera, No me pongas fajas de hilo de ixtle Ponme una faja de cabellos nuevos Porque esa faja hasta Dios la ve La ceremonia concluía al día siguiente Antes de terminar, realizaban una procesión llamada “conti”, y la dirigían al cementerio En el lugar donde reposan los restos mortales, dejaban el ataúd, las ofrendas, la bebida y la comida Esa noche, la familia del difunto se quedaba en su casa, pues temía que el alma del difunto se llevara a otro pariente al lado de “Tata Dios” La tradición católica Entre los siglos X y XI el abad Odilón de Cluny instituyó que en los monasterios de su abadía se festejara a los Fieles Difuntos Se celebraban misas, cotos, limosnas, responsas y oblaciones, pues creían que así podrían ayudar a los muertos a descansar en paz Los católicos creían que al morir, el alma del difunto podía ir a tres lugares diferentes: al cielo iban las almas puras, al infierno quienes vivían en pecado y al purgatorio los que no alcanzaron la pureza pero están en gracia de Dios Para éstos últimos es el día dedicado a los Fieles Difuntos Tenían la costumbre de llevar flores amarillas a los cementerios donde habían enterrado a sus muertos Llevaban comida para degustarla “en compañía” del difunto Los españoles trajeron estas costumbres a América durante la época de la Conquista Estas tradiciones, junto con los rituales prehispánicos derivaron en un culto a los muertos único en el mundo Todavía en la actualidad se cree que desde el 31 de octubre hasta el 2 de noviembre las almas de los difuntos tienen permiso celestial de bajar del cielo a la tierra y reencontrarse con sus deudos, parientes y amigos, por lo que la gente se prepara para recibir a sus difuntos El culto a la muerte en la actualidad La época de la Independencia que implicó un resurgimiento nacional y social del país, también imprimió un tono más festivo al culto a los muertos Se comenzaron a hacer dulces en forma de calaveras, muertitos de mazapán, pan de muerto En el México independiente, el Día de Muertos se convirtió en una gran fiesta, como lo era para nuestros antepasados prehispánicos Se vendían juguetes de cortejos fúnebres, esqueletos o calaveras Había funciones de teatro, zarzuelas o comedias alusivas a la fecha y las familias con recursos daban a sus sirvientes “la calavera”, es decir, dinero para que lo gastaran ese día Las tumbas en los cementerios eran adornadas con flores y velas Desde la época de Juárez se popularizaron las “calaveras”, es decir, los dibujos de cráneos o esqueletos acompañados de versos burlones dirigidos a los gobernantes o a la actualidad política y social del país Se difundían en diarios denominados “de combate” Pero en la época del Porfiriato todo se distorsionó Entre la clase alta del país se hizo costumbre que el Día de Muertos la gente estrenara ropa y la luciera en los teatros o en La Alameda En ese entonces, el festejo se denominó “llorar el hueso” Sin embargo, la esencia de la tradición del “Día de Muertos” se sigue conservando Los aztecas y los españoles aportaron elementos culinarios y religiosos que enriquecieron las ofrendas familiares, pues todavía se cree que las ánimas de los difuntos regresan a la tierra a visitar las ofrendas el 31 de octubre y el 1 y 2 de noviembre, alimentándose de los platillos que les dejaron sus familiares vivos para hacer más grata su estancia Hablemos de la muerte A algunos sorprende la forma como los mexicanos ven a la muerte Independientemente del dolor que puede provocar la pérdida de un ser querido, también son capaces de burlarse de ella; de representarla con un dulce de azúcar y comerla sin remordimientos, elevarle altares a los seres queridos, montar ofrendas o parafrasearla, creando, con el ingenio, “calaveras” o dichos populares Por ejemplo: “Al fin que para morir nacimos” “A mí las calaveras me pelan los dientes” “Caite cadáver” “Cargué con el muerto” “Cayendo el muerto y soltando el llanto” “Como la muerte de Apango: ni chupa, ni bebe ni va al fandango” “De limpios y tragones están llenos los panteones” “Donde lloran, ahí está el muerto” “El que por su gusto muere, hasta la muerte le sabe” “Hay muertos que no hacen ruido y es más grande su pena” “La muerte es flaca y no ha de poder conmigo” “Las penas no matan, pero ayudan a morir” “Mala yerba nunca muere y si muere, ni hace falta” “Muerto el perico, ¿para qué quiero la jaula?” “Mujeres juntas ni difuntas” “Velo y mortaja del cielo bajan” “Primero muerto que cadáver” “El muerto al pozo y el vivo al gozo”

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