Fosa común, destino de desaparecidos, admitió Nazar
*Reconoció “ausencia de control” sobre operativos antiguerrilla
México, D F, 15 de diciembre (apro)- En la única declaración formal sobre la guerra sucia en México, de cuyo contenido no se sabía nada hasta ahora, el exdirector de la Dirección Federal de Seguridad (DFS) y creador de la Brigada Blanca, Miguel Nazar Haro, fue traicionado increíblemente por su privilegiada memoria, y aseguró que no recordaba “nada de las presuntas desapariciones” de personas que ocurrieron en ese entonces, salvo que muchos de ellos, al no ser identificados y reclamados, debieron ir a parar, seguramente, a una fosa común
A manera de deslinde, reveló también que “el ambiente de terrorismo que se vivía en esos años, propició que la iniciativa privada manifestara su inseguridad a través de reclamos”, y que como él fue en ese entonces el encargado de dar a conocer los resultados de sus investigaciones a la prensa, se le atribuía, en consecuencia, la responsabilidad de los operativos policiacos
Además, confesó que tenía conocimiento de que miembros de otras corporaciones policiacas “se hacían pasar por él” durante las detenciones e interrogatorios Uno de ellos fue, acusó, José Salomón Tanús, un excomandante del Servicio Secreto, de la DFS y de la Procuraduría capitalina ya fallecido
Protegido de Javier García Paniagua y Fernando Gutiérrez Barrios, y protagonista en los sucesos de 1968, donde tuvo igualmente una activa participación, sobre todo en tareas de espionaje, según confesó él mismo en agosto de 1999 (Proceso 1252), Nazar Haro argumentó que debido a que en los operativos intervenían diversas corporaciones policiacas, incluido el Ejército, “no existía control sobre la realización y las consecuencias de dichos operativos”, especialmente, aclaró, cuando éstos se efectuaban fuera del Distrito Federal
“No se sabía dónde quedaba la bolita”, dijo, irónico
Comandante, subdirector y director de la corporación a la que el reciente informe de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), sobre los hechos ocurridos en la década de los setenta y principios de los ochenta, atribuye buena parte de la responsabilidad en la desaparición de por lo menos 275 personas, entre otros delitos tipificados como de lesa humanidad, Nazar Haro explicó que en muchas ocasiones “aparecían cuerpos de personas fallecidas que presuntamente habían pertenecido a grupos subversivos y que, por lo mismo –acotó--, no portaban documentos relativos a su identidad verdadera”
En el mejor de los casos, precisó, “se encontraba alguna credencial, como licencias de conducir, que supuestamente identificaban a una persona inexistente, de tal manera en las instalaciones de los servicios médicos forenses, los familiares o amigos de esa persona nunca encontraban en los listados los nombres de aquel a quien iban a localizar”
De tal forma que, supuso que al no ser identificadas y reclamadas dichas personas, “seguramente fueron enviadas a la fosa común”
Incluida dentro del legajo de documentos que la CNDH acopió para armar el rompecabezas de los desaparecidos entre la década de los setenta y principios de los ochenta, la testimonial de Nazar ocupa apenas tres cuartillas, escritas a renglón seguido, en la investigación realizada por la comisión, y cuyos resultados demostraron que el viejo sistema político ocultó, alteró y desvirtuó, por espacio de 30 años, evidencias incriminatorias con el claro propósito de burlar la acción de la justicia
La declaración data de 1992, cuando el entonces titular de ese organismo, Jorge Carpizo, emprendió, sin éxito, el tercer intento formal por encontrar la verdad jurídica e histórica de ese oscuro episodio de la historia de México De la existencia y del contenido de esa documental pública, la primera que hizo Nazar en relación con la guerra sucia, apenas tres años después de haber dejado de ser policía y, por ende, intocable, no se sabía absolutamente nada hasta ahora
Interrogado por visitadores de la CNDH, el hombre que no pudo evitar a fin de cuentas que su voluminoso y negro expediente pusiera fin abruptamente a su carrera policiaca, declaró entonces que lamentablemente no podía colaborar con la investigación, ya que desconocía los nombres de los presuntos desaparecidos y no conservaba en su poder documentos sobre el asunto
No obstante, sugirió a los sabuesos de la CNDH que revisaran los archivos de Seguridad Nacional donde, dijo, obra toda la documentación relacionada con esos hechos y algo más: que entrevistaran a los militares Mario Arturo Acosta Chaparro y Francisco Quiroz Hermosillo
Involucrado por la justicia estadunidense en el robo de vehículos a gran escala, Nazar Haro se vio obligado a renunciar a la dirección de la DFS el 13 de enero de 1982, recién iniciado el último año de gobierno de José López Portillo
Aunque en su libro La charola, una historia de los servicios de inteligencia en México, Sergio Aguayo Quezada ofrece otra versión de ese episodio en particular: “Un excomandante de la DFS asegura que el despido ocurrió porque Nazar envió al presidente un video en el que se presumían los avances de la DFS, acompañado de una carta que decía: ‘Gracias a usted y a Javier García Paniagua, hemos crecido tanto’
“Esa sutil crítica al presidencialismo, esa levísima rebelión, puso fin, escribió Aguayo, a una carrera de 22 años al servicio del sistema”
En su declaración a la CNDH, Nazar contó su propia historia Dijo que su salida de la DFS se debió al malogrado intento de su jefe, Javier García Paniagua, por alcanzar la candidatura de su partido, el PRI, a la Presidencia de la República García Paniagua era en ese entonces subsecretario de Gobernación y antes había sido director de la DFS
A pesar que la CIA y el FBI intervinieron en diferentes momentos y circunstancias para protegerlo de la acción de la justicia, debido a que era considerado como un “contacto esencial en la seguridad de Estados Unidos en terrorismo, inteligencia y contrainteligencia”, Nazar fue arrestado el 23 de abril de 1982 durante su estancia en la ciudad de Los Angeles, California, pero sólo permaneció 27 horas en prisión, pues pagó una fianza en efectivo de 200 mil dólares, misma que perdió al regresar a México y no presentarse a la audiencia de ley
Desde entonces, hizo del país su propia cárcel, dado que su nombre apareció en la lista de fugitivos de la justicia norteamericana, al lado de otros excomandantes de la DFS
Su fama pública dentro y fuera del país no impidió su pronta rehabilitación en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari El 16 de diciembre de 1988, cuando García Paniagua llegó a la secretaría general de Protección y Vialidad (SPV) del Departamento del Distrito Federal, invitado por el entonces regente de la ciudad, Manuel Camacho Solís, Nazar dejó ‘la banca’ y regresó a la actividad pública Ante el asombro de propios y extraños, fue designado director general de un área inexistente en el organigrama de la SPV, denominada Servicios de Inteligencia
Las reacciones que surgieron tras su rehabilitación pública, incluida una denuncia penal en la PGR promovida por Teresa Jardí –la SE/561/89/01—, en la que se le acusa de los presuntos delitos de tortura, privación ilegal de la libertad y desaparición forzada, fueron paradas en seco por el propio García Paniagua:
“Dudo que haya un policía en investigación más capacitado que él y, repito, su función va a ser la de investigar, la de detectar con el grupo a su mando a la delincuencia que tiene asolada a la ciudad todavía… El ha sido cuestionado en otro país, ha sido acusado por las autoridades norteamericanas Pero aquí, en este país, yo no conozco que se le haya hecho proceso alguno, ni orden de aprehensión alguna”
Pero, la presión pública, la aparición de nuevos hechos de tortura en la Ciudad de México y la reactivación de su expediente penal en Estados Unidos, marcaron el fin –no el retiro temporal como él había prometido--, de la polémica carrera policiaca del tristemente célebre policía, anticomunista declarado que, al inicio de su profesión, recibió entrenamiento especializado en actividades antiguerrilleras en la Escuela de las Américas, bautizada por organismos de derechos humanos como ‘escuela de asesinos’