La vieja y la nueva lucha de clases

sábado, 7 de junio de 2003 · 01:00
Cada día es más notable que la lucha de clases se actualiza, con la reducción evidente de los dueños de los medios de producción, que son cada vez menos en número pero más en importancia económica y política Ya no son sólo las medidas de globalización, una perspectiva sólo empresarial que intenta destrozar los derechos mínimos de los trabajadores bajo el signo de la competitividad que obliga, para conservar mercados externos e internos, a reducir salarios y prestaciones y a limitar la estabilidad en el empleo que está a punto de ser sólo un sueño antiguo Hoy, además de ello, los gobiernos imperialistas, con los Estados Unidos a la cabeza, se ponen al servicio de los intereses de sus grandes empresas y se lanzan a guerras sin fundamento salvo el muy lógico del control del petróleo y ese absurdo cínico de la reconstrucción del país previamente destrozado por ellos mismos, que se ha constituido en un botín de no escasa importancia No constituye un problema, en contra, la quiebra aparatosa de algunas de las empresas mundiales (ENRÓN, como modelo) Por el contrario hoy predomina el interés evidente de sus administradores muchos de los cuales forman parte del aparato gubernamental El capitalismo, derrotada la URSS en la guerra fría con la caída aparatosa del Muro de Berlín en noviembre de 1989, se declara triunfador en el mundo y capaz de reducir a polvo a la Organización de las Naciones Unidas cuyo domicilio en Nueva York no tardará en convertirse en un gran Mall para la venta de convenios internacionales que ahora serán usados – ya lo han sido – como papel de baño Y hoy, las grandes empresas multinacionales tendrán como avanzadillas a los soldaditos norteamericanos e ingleses (no faltarán algunos españoles mientras Aznar les viva, susceptibles de morir en viajes de regreso de Afganistán) que como lo viejos agentes de venta, irán abriendo el mercado Hasta el momento la reacción popular en contra de este nuevo concepto empresarial se ha limitado a las manifestaciones mundiales alrededor de la paz y de las reuniones internacionales sobre temas de comercio Aunque también haya servido la reunión, como la del Grupo de los Ocho y países aspirantes en Evian, Francia, para hacer patente el enojo del señor Bush en contra de Chirac y Schröder quienes se atrevieron a expresar la intención de votar en el Consejo de Seguridad, en contra de las intenciones guerreras de los norteamericanos El espíritu de manifestación, que hoy hemos vivido también intensamente en México, no será, sin embargo, suficiente Las huelgas, inclusive masivas, han perdido la fuerza que tuvieron en otros años Se trata de una penicilina a la que los empresarios ya se han acostumbrado Los trabajadores y sus organizaciones deben buscar otros instrumentos de lucha y entre ellos el más eficaz habría de ser el regreso al llamado internacionalismo proletario que de manera tan enfática se proclamaba al terminar el Manifiesto Comunista de 1848 Sólo a través de una solidaridad mundial, los trabajadores podrán hacer efectiva la lucha de clases Entre nosotros, las más altas autoridades de trabajo, con el aval inclusive en tiempos no tan pasados, de presidentes priístas, han proclamado con la nueva cultura laboral, el final de la lucha de clases Ese mismo espíritu aparece plasmado en la Iniciativa de nueva Ley Federal del Trabajo que por conducto de diputados panistas, priístas y verdes, se atrevió a presentar ante la Cámara de Diputados el señor secretario del Trabajo Carlos María Abascal C El proyecto implora por la conciliación de las clases en una postura que recuerda los principios del viejo y efímero Partido Sinarquista que en tiempos presidió, con valor civil indudable, Salvador Abascal Es obvio que la balanza mundial arroja resultados muy disparejos que otorgan ventajas indudables a los empresarios y a los gobiernos empresariales Pero hay un hecho que no puede desconocerse: si los empresarios quieren vender, no podrán hacerlo si no reparten los salarios suficientes para construir un mercado En una cena memorable, de hace algunos años, a la que invitó Manuel Arango en homenaje a Jeremy Ripkin, el autor del best seller “El fin del trabajo” que fundaba sus conclusiones en los adelantos evidentes de la tecnología, me permití preguntar a Jeremy acerca de las consecuencias para el mercado de un futuro sin salarios “No tengo respuesta” me dijo con sinceridad envidiable Los trabajadores del mundo no pueden inclinar la cabeza ante el hecho, cada vez más dramático, del desempleo mundial y de la reducción, legal o de hecho, de sus condiciones de trabajo, a veces, con la complicidad criminal de los sindicatos corporativos Pero tampoco los partidos políticos supuestamente de izquierda están en condiciones de impulsar cambios El resultado tan poco esperanzador a pesar del avance relativo del PSOE en las elecciones de España, país que tiene ya que conservar y por lo mismo es conservador, es representativo de muchas cosas ¿Qué hacer? Me temo que a mi me pasa los mismo que a Ripkin No tengo respuesta Pero sí estoy convencido de que habrá que buscarla o construirla

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