La grandeza del cine mexicano, de Jorge Ayala Blanco

lunes, 25 de octubre de 2004 · 01:00
México, D F, 25 de octubre (apro)- En 319 páginas que componen el libro La grandeza del cine mexicano, Jorge Ayala Blanco despliega un estudio crítico en torno a la cinematografía nacional No sólo alude a la grandeza del cine mexicano en sentido literal, sino también como pretenciosa grandilocuencia y ausencia de propuestas sólidas y originales El libro editado por Océano, se compone de siete capítulos y un índice por directores y películas En él se encuentran fotografías que ilustran las escenas más representativas de las distintas películas a las que hace referencia, lo que hace de este documento un libro visualmente atractivo Ayala Blanco muestra, desde una doble perspectiva, un reconocimiento a los trabajos más significativos del cine mexicano reciente, así como un recuento de esquemas narrativos gastados, discursos complacientes y superficiales a partir de un conocimiento profundo del material cinematográfico Jorge Ayala Blanco ha ejercido la crítica cinematográfica por cuatro décadas Se ha distinguido como uno de los más aguerridos y contestatarios estudiosos del cine mexicano; sus reseñas se han publicado en semanarios como Siempre!, y en los diarios Novedades, Excélsior,El Nacional, La Jornada y El Financiero Es autor de varios libros sobre cine mexicano y extranjero La presente obra forma parte del amplio estudio crítico emprendido por el autor, el cual alcanza ya siete volúmenes que se estructuran en torno a las palabra clave: tras la Aventura, la Búsqueda, la Condición, la Disolvencia, la Eficacia y la Fugacidad; y ahora el estudio sobre la Grandeza del cine mexicano A continuación se reproduce un fragmento del prólogo escrito por el mismo autor De la grandilocuencia a la grandeza del cine mexicano A imagen y semejanza de sus títulos programáticos, grandilocuencia de humanísticas películas zoofílicas y zoosóficas que irrumpen, se abalanzan desde la primera imagen, embisten sin reposo, ladran y muerden, rompen antes de articular, rasgan violentamente sin el auxilio de ningún instrumento racional y desgarran al montarse para ayudarse (Amores perros abriendo apetito, nada menos) Grandilocuencia de la reivindicación del tirano vendepatrias desde su pinochético lecho de muerte, inspirado y obteniendo piedad nacional cual saqueadora extremaunción (Su alteza serenísima) Grandilocuencia de una subteatralidad en demagógico plano secuencia infratelevisivo que pretende recrear tanto la antigüedad helénico-romana como el cine primitivo (Así es la vida /La perdición de los hombres) Grandilocuencia provocadoramente despectiva que osa mostrarle a los mexicanos su auténtico rostro de coloridos subhombres abestiados persiguepenesmutilados que viven en mundos subjetivos artificiales, siendo incapaces de expresar, ni en familia, sus verdaderos sentimientos y problemas (Crónica de un desayuno) Grandilocuencia de la pachequez chamánica con nómadas enlutados y ontológicas búsquedas esenciales cual trasnochadas “Enseñanzas de Don Juan” (Piedras verdes) Grandilocuencia de la platónica fantasía postsoviética-eisensteniana que reúne todos los clichés neoescolásticos-scholars sobre la mercurial y exótica nacionalidad mexicana para turistas culturales (Un banquete en Tetlapayac) Grandilocuencia que se masturba en público, cree inventar acomplejadaza el insostenible ménages á tríos internacional, bombardea con historias posibles apenas mencionadas, aniquila la aniquilatada amistad y chantajea con un cáncer terminal para terminar con el cuadro (Y tu mamá también) Grandilocuencia que sobremaquilla con tizne su tejido de puerilidades tremendistas y sus indigestos momentos de ojetez gratuita al sondear explotadoramente la podredumbre urbana (De la calle) Grandilocuencia de un coctel disneynano-TVinfantilista que consagra la inferioridad de los seres humanos ante los juguetes articulados por computadoras (Serafín, la película), porque también los angelitos grandilocuentes empezaron desde pequeños, invocando con nombre y apellidos a Serafín Finfín del Confín Sinfín para que Serfín nos coja confesados Pero ¿dónde comenzó esa pesadilla? ¿Cuándo empezó esa grandilocuencia de la cinematografía nacional? ¿Se encuentran antecedentes de ella a lo largo de su aventurada, buscadora, condicionada, disuelta, eficaz y fugaz/fugada historia? Por supuesto, a todo lo largo y a lo ancho de ella, y a todo lo hondo (dentro de su notable falta de profundidad), y a todos sus niveles de manifestación y significado (aunque cada generación tenga el derecho de inventarse sus propios clásicos de cine) Grandilocuencia canora, hasta la ignominia sentimental y reconciliadora de los hacendados con los peones vueltos caporales, sin mayor conflicto que girar al rededor de una rancherita cardiaca en el paraíso del campo mexicano (Allá en el rancho grande) Grandilocuencia de un indigenismo pintoresco, plasticista, cosmético, sufridor, lloriqueantes y pleno de linchamientos engalanados por antorchas (María Candelaria) Grandilocuencia de una relectura del neorrealismo miserablista como barroco, lacrimoso y coral contrahecho, sublimado e imponiendo para siempre los estereotipos del macho llorón, de la Chorreada sometida buenaonda y de los lúmpenes conmovedores, para uso exclusivo de la lucha de clases mistificada, pero resuelta en sensiblería alucinada (Nosotros los pobres /Ustedes los ricos) Grandilocuencia de la navegación hacia las tremebundas raíces proletarias de la Revolución devastadora de las figuras familiares e incendiatodo (El principito) Grandilocuencia del baño de sangre por el baño de sangre, como única redención anticlerical, sesentaiochera, masoquista-leninista y notarrojerosa (trilogía Canoa/ El apando/ Las poquianchis) Grandilocuencia de la masacrofilia que contamina y envilece cualquier posibilidad de lucidez histórica, inmediata o mediata (Rojo amanecer) Y así, hasta consumarse el finito teologal del cine mexicano”

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