Matar chavitos

lunes, 13 de diciembre de 2004 · 01:00
México, D F, 13 de diciembre (apro)- La pobreza es la justificación de la puesta en escena i>Matar chavitos, de José Ramón Enríquez, que se presenta en el Foro La Gruta del Centro Cultural Helénico, bajo la dirección de Antonio Crestani La función estaba programada para las 20:30, pero se permitió el acceso al público hasta las 20:40; no había más de 35 personas La escenografía prometía una buena propuesta teatral: una sala blanca, con alfombra del mismo color, una mesa de centro de cristal, copas finas puestas en una barra, floreros imitación cristal cortado, y una pantalla que haría las veces de una gran televisión “Mozart, siempre Mozart”, fueron las primeras palabras del actor Miguel Cooper (Carlos), quien en su amaneramiento y exquisitez nos remonta al personaje de la película American Psycho, personaje que gusta de matar a prostitutas; pero en este caso, su afición es matar a niños de la calle Así, Carlos disfruta la música clásica para dar inicio a su perversión Tania González Jordán (Guadalupe) y José María Mantilla (Andrés) se reúnen para determinar cuál es la zona que peinarán para matar niños de la calle, y de esa manera, a su parecer, sacarlos de la pobreza y marginación a la que han sido condenados El texto es la intención de un reflejo, es decir, como se comenta en escena, los personajes se vuelven personas e intercalan un discurso con el público, en lo que ellos llaman “el espejo” Este espejo es cualquier individuo, cualquier persona que se niegue a voltear la vista a la realidad de los niños de la calle, ya que el hecho se ha vuelto común; en cada esquina, debajo de puentes o en las coladeras Pero, ¿quién es el responsable, quién les ha quitado sus derechos que por el hecho de ser se tienen? El texto de José Ramón Enríquez carece de una estructura dramática; ciertamente es una denuncia, y ésta sirve para no olvidar las problemáticas sociales; y aunque la intencionalidad sea tener una presentación, un desarrollo, el clímax y la conclusión, proceso de toda puesta dramática, lo anterior se pierde, queda en el intento El director, Antonio Crestani, también expone a los actores: los acerca demasiado al público para confrontarlos en ese denominado “espejo” cuando falta fuerza actoral Desea jugar entre el actor-personaje, pero se queda en el intento Quien detalla un poco más su personaje es Miguel Cooper, aunque nos remonte a la película antes mencionada; su homosexualidad le permite jugar más con el personaje, está mejor delineado, cosa que no ocurre con los otros Es un trabajo visualmente pretencioso para exponer este problema y reivindicarse con la vida “matando chavitos”, aunque se repita constantemente que es por el bien de la humanidad, con la cara de una niña de la calle y con el reto de: “A ver, dispárale”

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