El espía de Mossad, de Gordon Thomas y Martin Dillon

lunes, 6 de diciembre de 2004 · 01:00
México, D F, 6 de diciembre (apro)- Estamos frente a una exhaustiva investigación documentada sobre la vida del magnate y espía Robert Maxwell, multimillonario dueño del Daily Mirror británico y creador del software Promis (que según los editores de la casa española Ediciones B hoy en día es utilizado por Al-Qaeda) En este volumen de 533 páginas donde los autores Gordon Thomas y Martin Dillon nos ofrecen documentos, fotos y entrevistas inéditas (algunas con familiares del personaje), habremos de seguir paso a paso el camino de Maxwell como espía al servicio de Israel utilizando sus contactos privilegiados con las altas esferas de los gobiernos británico, soviético y estadunidense Su misteriosa muerte en España en noviembre de 1991 podría tener que ver con esa labor de espionaje, y así el libro se puede leer con el ritmo de una novela policiaca, nos alientan los editores El siguiente es el prólogo: La primera llamada telefónica se produjo a las 13:34, hora israelí, del 5 de noviembre de 1991 Era del embajador de Israel en Madrid, a través de una línea segura que se decodificaba en la torre de hormigón repleta de antenas electrónicas de la parte más elevada de Tel-Aviv La torre, visible desde las montañas de Judea, constituía el eje de todas las comunicaciones militares, diplomáticas y secretas de Israel De manera automática, se pasó la llamada al despacho del primer ministro, Yitsjak Shamir Shamir, bajo y con cara de gnomo, mantenía la sesión informativa diaria con sus principales asesores acerca del empeoramiento de la situación económica en el país En el teléfono parpadeó una luz roja y automáticamente se puso en marcha una grabadora La edad empezaba a afectarle la memoria Mientras escuchaba a su interlocutor, su rostro no mostró emoción alguna; el primer ministro gustaba de comentar que, aunque lo llamase el mismo Dios, sus facciones jamás revelarían lo que el Todopoderoso le estaba diciendo Cuando el embajador dejó de hablar, Shamir espetó dos preguntas: “¿Cuándo? ¿Dónde está?” Estas preguntas se repetirían en todo el mundo a las pocas horas Pasaban pocos minutos de las 7:30 en Washington cuando un oficial de servicio del cuartel general de la CIA, en Langley, arrancó un mensaje de un fax de alta velocidad Lo leyó y estampó en él ‘Urgente, DCI’ Acto seguido lo remitió a las oficinas del director de la central de inteligencia, situadas en la séptima planta En Moscú, donde ya era media tarde, el jefe de relaciones públicas del KGB, el general Alexandr Karabaika, se encontraba en el Kremlin con el presidente Mijaíl Gorbachov, comentando cómo la agencia de espionaje podía reaccionar a la perestroika con mayor transparencia Una llamada puso fin a la discusión y Karabaika corrió a su cuartel general en la Lubianka para averiguar si el KGB disponía de información complementaria sobre lo que acababa de oír Gorbachov, por su parte, comenzó a hacer llamadas al extranjero en la primera de una serie de pesquisas que se prolongarían hasta bien entrada la noche en Rusia Todavía era por la mañana en Londres cuando los frenéticos telegramas interrumpieron cientos de reuniones en la City, el corazón financiero de la capital Pero fue en los clubes de Pall Mall y en las redacciones de los periódicos de Fleet Street donde la noticia causó mayor revuelo La gente se quedó sin habla al conocerla Por todo el planeta se extendió una oleada de incredulidad, seguida a veces por un estremecimiento de nerviosismo mezclado con pavor Mientras tanto, en Tel-Avi, el primer ministro Shamir, que no había recibido respuesta a sus preguntas --“cuándo? ¿dónde está?”--, pulsó un botón de la consola de su teléfono Ello hizo que se iluminara la luz idéntica en el teléfono de Shabbetái Shavit, el mehueme de Israel, jefe supremo de la inteligencia del país y director general del Mossad La conversación, que grabaron tanto el primer ministro como el propio Shabbetái Shavit, es un modelo de concisión y comprensión: --¿Se ha enterado? --inquirió Shamir --Sí, me he enterado- respondió Shavit --¿Qué ha ocurrido? --Ha desaparecido --¿Está seguro? --insistió Shamir --Lo estamos buscando --aclaró Shavit Aquel mismo día, en aguas del Atlántico, Robert Maxwel encontró un destino que se había decidido en secreto tres meses antes

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