China, Brasil y la política de la pobreza

domingo, 30 de mayo de 2004 · 01:00
México, D F, (apro)- En otro momento la declaración de James Wolfensohn debió haber sido sorprendente, pero en los últimos meses el presidente del Banco Mundial se ha dedicado a hacer y a decir cosas fuera de lo ordinario para un banquero que dirige a esta institución económica famosa por su ortodoxia “Esta no es una conferencia para enseñar el Consenso de Washington El Consenso de Washington lleva años muerto; hoy no hay consenso No estamos aquí para enseñar doctrinas, sino para intercambiar ideas”, dijo el australiano en una de sus participaciones en la Conferencia para Acelerar la Reducción de la Pobreza que se realizó del 25 al 27 de mayo en Shanghai, China, convocada por el Banco y el mismo gobierno de Pekín “Recordemos que el Consenso es ese gastado recetario que a finales de los ochenta salió de las cabezas de economistas ultraliberales en sitios como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, que afirmaba que con una mezcla de disciplina fiscal inquebrantable y apertura radical de los mercados se podía alcanzar la gloria económica, y que fue adoptado con particular celo por las autoridades económicas de países como México Como la gloria —al menos en México, pero en otros muchos sitios más tampoco—, no ha aparecido por ninguna parte, lo de moda ahora es repudiar, o al menos descalificar, al Consenso Y qué mejor lugar para que el señor Wolfensohn se pusiera al día que Shanghai, el corazón capitalista del país que protagoniza el más grande milagro económico que se recuerde, según el muy entusiasta calificativo que el mismo Banco le coloca a China Antes de continuar, habría que definir en qué consiste esa presunta gloria económica A juzgar por lo expresado por los economistas que se reunieron en aquel frenético puerto del Pacífico, ésta se alcanza cuando un país logra crecer aceleradamente, acumula riqueza y es bien distribuida entre sus habitantes Uno de los principales resultados de este círculo virtuoso es reducir —o preferiblemente eliminar— la pobreza, extrema y a secas Según lo concluido en Shanghai por los especialistas y las autoridades de decenas de naciones participantes, la imparable China también es el país que más rápidamente ha reducido el número de sus habitantes que son pobres Las cifras son de vértigo: de acuerdo con los datos del mismo Banco, en un periodo de menos de 25 años —de 1981, cuando China comenzaba su experimento con la economía de mercado, a la fecha— y con índices de crecimiento anual promedio de 9 por ciento, la nación asiática ha logrado cortar el número de habitantes que viven en la pobreza de 490 millones a 88 millones Es el país más poblado del mundo, con mil 200 millones de habitantes Estos logros inéditos descansan, en parte, en asuntos no tan loables, como es el autoritarismo del régimen comunista que sigue en el poder Combatir la pobreza debe ser mucho más fácil, sin duda, en un país donde las autoridades pueden decretar casi desde el valor de la moneda, hasta la evacuación de poblados enteros para construir una presa Pero más allá de estas inquietantes precisiones, el valor del experimento chino radica no sólo en su eficiencia, sino en que, como la cita en Shanghai lo demuestra, está siendo reconocido como una alternativa bastante viable a los modelos económicos dictados para los países pobres desde las capitales occidentales De hecho, la conferencia de la semana pasada es la primera en la que las recetas para el crecimiento económico y el combate a la pobreza no salieron de las naciones desarrolladas “China se convirtió en un modelo para la reducción de la pobreza al lograr un crecimiento dramático, a veces, incluso, ignorando el pensamiento económico convencional”, dice en este sentido uno de los papeles de Banco emitidos en la reunión y en el que no se escatiman halagos para Zhou Xiaochuan, gobernador del banco central chino El éxito económico es un ingrediente indispensable si se quiere que la agenda política propia tenga peso en la escena internacional, algo que los chinos ambicionan sin mucho recato en estos tiempos de dominación unilateral de Estados Unidos “Esto (los avances contra la pobreza) se registrará como uno de los logros más importantes en la historia de la humanidad Vamos a establecer un nuevo orden económico y político”, resumió en la conferencia el primer ministro chino, Wen Jiabao Por todo lo anterior, no es de extrañar que el invitado de honor de los chinos para esta reunión haya sido Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil, un país que también persigue activamente ese “nuevo orden económico y político” donde las naciones emergentes tengan mayor voz y poder Al participar en la conferencia y en presentaciones públicas que tuvo en el marco de la gira que también realizó la semana pasada por China, Lula equiparó a la pobreza con “la peor arma de destrucción masiva” y, más importante, pugnó porque el combate de la misma sea considerado por la comunidad internacional como un problema político, y no solo económico y social El discurso de China y Brasil es refrescante si se considera que, como bien dijo también Lula, Estados Unidos, la única superpotencia, ha monopolizado la agenda global, concentrándola en el tema que es su única obsesión: la cruzada contra el terrorismo, real y, con mucha frecuencia, imaginario Una prueba importante para este esfuerzo de brasileños y chinos por ampliar la agenda de preocupaciones globales vendrá en septiembre próximo, cuando Lula aprovechará la asamblea anual de la Organización de Naciones Unidas en Nueva York para lanzar una iniciativa que tiene como fin crear un Fondo Mundial de Combate al Hambre y la Pobreza Curiosamente, el otro gran promotor de este fondo es Francia, el país que ha encabezado la oposición más vociferante contra las iniciativas unilaterales de Washington en los foros internacionales

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