Los neocons y las guerras domésticas

lunes, 5 de julio de 2004 · 01:00
México, D F (apro)- La idea de invadir Irak y el terremoto que esto desató en el Medio Oriente, tuvo su origen en un grupo de intelectuales, burócratas y políticos que tomaron por asalto la política exterior y de seguridad de la administración Bush, a los cuales se les conoce como “neoconservadores” o, en corto, neocons Desde antes de que las tropas estadunidenses se hicieran de Bagdad, en marzo de 2003, sobre los neocons ya se habían escrito páginas y páginas que van de los análisis más lúcidos y serios hasta tratados sobre torcidas teorías de la conspiración A los neocons se les ha acusado, por ejemplo, de ser trotskistas medio de clóset (Irving Kristol, gurú del grupo fue en la universidad seguidor de León Trostsky), que tratan de mantener al mundo en guerra (perdón, en revolución) perpetua, y de ser agentes al servicio del Estado de Israel infiltrados en la misma Casa Blanca (y sólo porque algunos de ellos son judíos) Si buscamos información fidedigna entre las montañas de literatura que se han acumulado sobre los neocons, habría que decir que son un grupo bastante sui géneris, formado por personajes con un pasado con frecuencia liberal, por no decir demócrata; que dieron el salto —muchos— al bando republicano durante la administración Reagan y que creen que Estados Unidos debe utilizar su inigualable poderío militar para promover cambios que le resulten favorables en cualquier región del mundo Después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, este último concepto se materializó en la invasión de Irak, la cual tenía como primer objetivo acabar con el régimen hostil de Saddam Hussein, y de ahí continuar con una suerte de revolución democrática en el resto del Medio Oriente No todos los neocons célebres están en el gobierno de George W Bush, ni todos los que están ocupan los puestos más altos El más famoso neocon es el subsecretario de la Defensa, Paul Wolfowitz; el segundo es Richard Perle, quien, aunque amigo de Wolfowitz y del secretario Donald Rumsfeld, sólo es asesor del Pentágono; y el más poderoso, en términos reales, es el vicepresidente Dick Cheney, aunque él es más bien un converso reciente Se ha escrito mucho sobre la manera en que los neocons han revolucionado la política exterior de Estados Unidos y, en buena medida, las relaciones internacionales en general De lo que se había discutido y escrito más bien poco era sobre el impacto que sus ideas y prácticas han tenido en el escenario político estadunidense Esto ha comenzado a cambiar conforme se acercan los comicios presidenciales de noviembre, donde Bush, el presidente que por seguir el recetario neocons se tropezó en Irak y en el proceso se peleó con casi todo el mundo (literal), enfrentará al demócrata John Kerry La rebelión “paleoconservadora” En el número de julio de la revista Vanity Fair, el periodista británico Christopher Hitchens afirma que de manera paralela y como consecuencia de la guerra en Irak, en estos días tiene lugar otra sorda conflagración: en el mismo territorio de Estados Unidos y específicamente entre los integrantes del partido del presidente, el Republicano La inquietud en la familia ya viene de meses, quizá incluso desde antes de que Bush comenzara a despachar en la Casa Blanca, pero se transformó en guerra cuando se hizo evidente que la invasión del país árabe no era el soleado paseo por la rivera del Tigris que prometieron el mandatario y sus estrategas, lo cual puede tener consecuencias devastadoras para los republicanos en pos de la reelección en noviembre Los bandos que se han formado en el partido del elefante son, de un lado, los neocons, y del otro los curiosamente llamados “paleoconservadores”, de los cuales la figura más visible --y vociferante-- es la del excandidato presidencial y ultraderechista Patrick Buchanan Irak fue el detonante indiscutible de la guerra fratricida Buchanan y sus seguidores acusan a los neconservadores de ser unos parásitos (“como las pulgas de un perro”, según Buchanan) que secuestraron al partido --y al gobierno de Bush-- con el solo fin de poner en práctica sus ideas suicidas de política exterior Son ellos los primeros que utilizaron con tono despectivo el adjetivo de “trotskistas” contra sus adversarios ¿Cómo definir a un “paleoconservador”? Jonah Goldberg, columnista de la revista neocon National Review, explicó en la primavera de 2003, en el contexto del inicio de la conflagración interna, que estos son, de manera muy simple, los conservadores de la vieja guardia, los que creen que el gobierno debe ser lo más pequeño y discreto posible, que defienden el sacrosanto derecho del ciudadano a portar armas y, sobre todo, que tienen una actitud más bien aislacionista en política exterior Según Goldberg, el pecado de los neocons --lo que les ganó el odio de los paleo--, fue que lograron colocarse en posiciones destacadas del gabinete externo y de seguridad de Ronald Reagan, desplazando a los conservadores tradicionales, y de ahí ya nada los movió; al contrario: siguieron avanzando con el primer presidente Bush y tienen su momento estelar con el segundo Bush Para los paleo, pues, los neocons no son más que liberales o, de plano, demócratas disfrazados con piel republicana Y por lo menos en el caso de los mismísimos Perle y Wolfowitz tienen cierta razón: los dos militaron en el Partido Demócrata hasta bien avanzada su vida profesional ¿Cómo afectará este virulento pleito fraternal las aspiraciones reeleccionistas del mandatario republicano? Es difícil decirlo con certidumbre, pero habrá que poner atención en los siguientes asuntos: si las cosas se descomponen aún más en Irak (y ahí, ya hemos visto, todo siempre puede ir peor), la rebelión en el tradicionalmente disciplinado Partido Republicano puede salirse de control y un indicador de esto sería que las bases cristianas, que tanto significaron electoralmente para Bush en 2000, pero que también tanto simpatizan con tipos ultra como Buchanan, decidieran darle la espalda Los neocons no sólo le han complicado la existencia a Bush y a sus republicanos En el bando demócrata del senador John Kerry las cosas tampoco lucen simples: para ellos el reto es, ni más ni menos, que ofrecer una alternativa de política exterior que sea no sólo mejor, sino que corrija los errores que ya hizo la administración actual y evite que el país se deslice en nuevos atolladeros Es decir, Kerry debe demostrar que cuenta con una suerte de “antídoto neocon¿“Neodemócratas”? Hay expertos que afirman que después de la guerra de Vietnam, que se convirtió para Estados Unidos en un espantoso pantano durante administraciones demócratas (John Kennedy primero, luego Lyndon B Johnson), los gobiernos emanados del Partido Demócrata han actuado de manera “táctica”, cuando no les queda más remedio, en asuntos de seguridad nacional y política exterior Terminada la emergencia regresan a temas que les resulten “más seguros, menos controversiales en términos políticos”, explica el analista Joshua Micah en un análisis sobre lo que sería la política exterior de John Kerry aparecido en The Atlantic Monthly de este verano Según Micah, un segmento importante del electorado estadunidense comparte esta percepción sobre los demócratas En contraste, agrega el autor, los republicanos, como demuestra el ascenso de los neocons, se las han arreglado para monopolizar el debate intelectual sobre cómo debe Estados Unidos enfrentar las nuevas amenazas a su seguridad Por lo tanto, para representar una alternativa seria a la agenda neocon, los demócratas deben terminar de conjurar su muy personal trauma de Vietnam, ir más allá de criticar a Bush y sus estrategas, y hacerle al electorado una propuesta clara y atractiva para que Estados Unidos ejerza su supremacía global y se proteja de peligros como el terrorismo internacional, todo sin atropellar en el proceso al resto del planeta La semana pasada la revista británica The Economist puso el dilema en los siguientes términos, a propósito del estreno en Estados Unidos de la exitosa película “Farenheit 9/11” de Michael Moore: Kerry, dice la publicación, debe cuidarse de ser identificado como un crítico de George W Bush que dice cosas tan populares como que éste falló espectacularmente en la guerra contra el terrorismo, pero que no tiene ningún empacho para añadir que el presidente, y con él los estadunidenses, son las personas “más estúpidas del mundo” Pero, sin importar cuál de los dos candidatos gane finalmente en los comicios de noviembre, la agenda que le heredarán los neocons es la misma y tiene dos pendientes centrales: Remendar la imagen de una superpotencia que, gracias al fiasco de Irak, ya no luce tan invencible como cuando Bush llegó por primera vez a la Casa Blanca Y, por supuesto, arreglar ese desastre llamado Irak En este último punto, y con el afán de ser absolutamente justos, habría que recordar que las ideas que inspiraron la invasión no son de exclusividad republicana o más específicamente, neocon: el primer presidente que puso como una de las prioridades de la política exterior de Estados Unidos el “cambio de régimen” en Irak fue el muy demócrata Bill Clinton, según nos recuerda una y otra vez Bob Woodward en su multicitado libro Plan of Attack Por último, hay que preguntarse si debemos esperar diferencias significativas en la política exterior que los neocons le vendieron a Bush y la que propondrían los demócratas en torno a Kerry La respuesta parece ser que no tantas como el mundo lo desearía En The Atlantic Monthly Joshua Micah recomienda no perder de vista que los estrategas de política exterior y seguridad demócratas que rodearon a Clinton, y que ahora están con Kerry, como Richard Hoolbroke, se sienten bastante cómodos con el uso de la fuerza para obligar a otros países a hacer lo que Estados Unidos desea Como ejemplo está Yugoslavia, país soberano al que Clinton ordenó bombardear para detener las políticas represivas del gobierno de Slobodan Milosevic contra los albanokosovares Eso sin mencionar que a estos demócratas no les debe de sonar nada mal la idea neocon de exportar la democracia por todos los confines del planeta

Comentarios