El síndrome de la "Chimoltrufia"

martes, 15 de febrero de 2005 · 01:00
México, D F, 14 de febrero (apro)- “Yo como digo una cosa, digo la otra”, “Como puede que sí, puede que no, lo más probable es que quién sabe”, estas frases las hizo famosas la comediante Florinda Meza en su personaje de “La Chimoltrufia”, creado por Roberto Gómez Bolaños, “Chespirito” ¿Por qué salen a colación? Porque cada vez que el presidente Vicente Fox se desdice de sus palabras, viene a la mente el peculiar personaje Y es que ha sido común en sus cuatro años de gobierno que un día diga una cosa y al día siguiente otra contraria Esta actitud del jefe del Ejecutivo federal formaría parte de lo anecdótico si no fuera porque, generalmente, se manifiesta en situaciones de suma importancia para la vida del país El más reciente ejemplo lo dio en España, durante una conferencia de prensa Ahí, el mandatario criticó a la oposición y de paso le achacó la responsabilidad del escándalo suscitado por la infiltración del narcotráfico en la misma Presidencia de la República; lo menos que dijo fue que habían engrandecido el problema para afectar a su gobierno Nada más alejado de la realidad El presidente “olvidó” --como si padeciera Alzheimer-- que fue él quien aceptó, en una entrevista radiofónica, que el narcotráfico había sentado sus reales en Los Pinos No fue la oposición, fue él, el jefe del Ejecutivo; y en franca contradicción con el procurador general de la República, Rafael Macedo de la Concha, quien había minimizado el problema Días después, el presidente se desdijo; posteriormente, la respuesta vino de Macedo, quien el sábado dio a conocer que Nahum Acosta sí estaba al servicio del narcotráfico, específicamente, del cartel de Juárez ¿Entonces? ¿Es o no es? Lo grave de esta situación no es si el presidente dice una cosa –al fin y al cabo poco a poco estamos acostumbrándonos a ello-- y el procurador, otra El problema real es la falta de autocrítica por parte del gobierno federal y de su partido desde el momento en que estalló el escándalo No es suficiente el argumento de que en este gobierno no se ocultan los problemas, porque hasta el momento no se ha escuchado una sola voz que admita la gravedad del asunto Estamos hablando del narcotráfico que, con el poder del dinero por delante, logró seducir a un funcionario y se incrustó en el centro neurálgico del poder en México sin que ninguna de las instancias encargadas de combatir estas bandas delictivas se haya percatado siquiera ¿Dónde están los servicios de inteligencia que funcionan perfectamente bien cuando se trata de espiar a los contrincantes políticos? En este caso, mostraron una total ineficacia para resguardar la seguridad del presidente Y eso no es un problema menor Es obvio que el objetivo de los narcotraficantes no era quitarle la vida al presidente; eso lo hubieran logrado fácilmente si tomamos en cuanta las pifias de los sistemas de seguridad de la Presidencia --la forma tan fácil en que el narco se infiltró en Los Pinos; la irrupción de un grupo de manifestantes en el rancho propiedad de la madre de Fox, en San Cristóbal, ante la mirada atónita de los escoltas; o la agresión que sufrió el convoy presidencial en una gira por Ciudad Juárez El Estado Mayor Presidencial brilló, pero no por su actuación, sino por su inactividad La intención de los narcotraficantes no era quitarle la vida a Fox o a sus allegados, sino tener información sobre las actividades que se están planeando para combatirlos y pudieran desarrollar su ilícita actividad con menores contratiempos, por eso infiltraron a un personaje en Los Pinos Aunque el gobierno esté actuando, el presidente Fox está obligado a ofrecer al pueblo de México una explicación No basta con minimizar la jerarquía del presunto “espía” ni decir que Nahum Acosta no tenía acceso a información de vital importancia Es necesario un ejercicio de autocrítica para determinar en qué falló la seguridad; por qué, con la mano en la cintura, la mafia sedujo a un funcionario sin que nadie se hubiera percatado; por qué los tentáculos de los traficantes de droga llegaron a la mismísima Presidencia de la República y nadie se enterara Si los capos de la droga llegaron a Los Pinos --donde, se supone, existe un férreo control de seguridad--, como “Juana en su casa”, ¿qué podemos esperar de las demás instituciones del gobierno? Es mejor admitir un error, porque dignifica a quien lo hace; tratar de maquillarlo, decepciona y le resta credibilidad a quien lo intenta ¿Es mucho pedirle, ciudadano presidente? Comentarios: jperez@procesocommx

Comentarios