La inopinada y ascendente legitimidad de Bush

lunes, 7 de febrero de 2005 · 01:00
México, D F, 7 de febrero (apro)- A reserva de cómo se desenvolvieran el 30 de enero los comicios en Irak, desde su reelección en noviembre anterior, el presidente estadunidense George W Bush, ha ido acumulando puntos para la legitimación tanto de su política interior como exterior, y lo ha hecho por la vía que tanto le gusta invocar: la de las urnas No es que necesariamente las cosas hayan cambiado De hecho los antecedentes, los problemas, la división y la confrontación siguen ahí, pero ahora revestidos de un marco de institucionalidad que inevitablemente merma los argumentos de los detractores del conservador y guerrero mandatario texano y, a él y a su equipo, los reafirma en la convicción de que van por el camino correcto El punto de partida es por supuesto el 2 de noviembre, fecha en que, contra todo pronóstico, Bush se alzó con un triunfo claro y holgado Más allá de los vicios inherentes al peculiar sistema electoral estadunidense, esta vez no hubo confusión de boletas, votos mal contados, impugnaciones electorales ni tampoco el voto popular mostró una contradicción con el de los colegios electorales El presidente ganó ambos Y aunque la diferencia porcentual (2%) con su oponente, el senador demócrata John Kerry, fue mínima, los más de tres millones de votos que le dieron el triunfo no dejaron dudas sobre quién quería el pueblo estadunidense que gobernara Pero si todavía había alguna, la composición del Congreso la anularía Tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado, los republicanos sacaron mayoría, lo que permite suponer que las iniciativas presidenciales serán esencialmente convalidadas Y los demócratas, más uno que otro independiente, podrán impugnar, denunciar, gritar y rabiar que no les valdrá de nada, porque será el voto el que cuente Lo mismo es válido para los medios, los sindicatos, las organizaciones no gubernamentales, los intelectuales, los artistas y todo ese medio país que no sólo no está de acuerdo, sino que de hecho detesta a Bush, pero que no logró reunir los sufragios suficientes para sacarlo de la Casa Blanca Como siempre, podrá manifestarse, incluso en forma estridente, pero las decisiones serán tomadas con otros criterios y en otra parte; y, lo más importante: serán legales, porque así lo decidió la otra mitad más los pocos que inclinaron la balanza Con este capital político y a sabiendas de que ahora nadie podrá calificarlo como un presidente “dudoso”, Bush emprendió su segundo periodo Y, aunque algunos análisis sugirieron que se moderaría, lo hizo como era de esperarse: con la convicción de que el pueblo y Dios lo habían ratificado como su guía Y así lo proclamó urbi et orbe En el discurso de inauguración de su segundo periodo presidencial, pronunciado en el marco de una ceremonia que costó muchos millones de dólares y en medio de extremas medidas de seguridad, Bush anunció que seguiría adelante con su agenda conservadora en materia de impuestos, seguridad social, educación y otros temas de interés doméstico, pero, sobre todo, volvió a hacer énfasis en que su responsabilidad primordial era salvaguardar la seguridad de los estadunidenses Y ahí fue donde manifestó a propios y extraños ahora no sólo su certeza moral, sino también legal El mandatario democráticamente ratificado, decidió que estaba doblemente facultado para llevar la democracia a otras naciones y vinculó la paz y la libertad de su propio país con las de terceros “La supervivencia de la libertad en nuestro país depende cada vez más del éxito de la libertad en otros países La mayor esperanza para la paz en nuestro país es el desarrollo de la libertad en todo el mundo”, razonó, para agregar inmediatamente que el objetivo era “poner fin a las tiranías” y que Estados Unidos iba a utilizar su “considerable influencia” para alcanzar este objetivo Lo que tal vez fue apreciado como una promesa dentro del recinto ceremonial, pareció más bien una amenaza para quienes protestaban en las calles contra sus políticas y, sobre todo, para la mayor parte de la comunidad mundial, a la luz de cómo se ha buscado llevar esa democracia y libertad a Afganistán e Irak El desplante del mandatario inclusive reavivó el debate sobre si Estados Unidos debía considerarse como el nuevo imperio del siglo XXI o sólo como una superpotencia con afanes hegemónicos En un ensayo publicado en la revista Foreign Affairs, por ejemplo, el profesor Eliot A Cohen, de la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad John Hopkins, niega que Estados Unidos pueda ser calificado como imperio, y asegura que los estadunidenses inclusive se sienten incómodos con la definición de “república imperial” hecha por Raymond Aron “Un país cuyos textos sagrados empiezan con ‘nosotros el pueblo’ y que habla de ‘derechos inalienables’; que celebra el autogobierno y la igualdad legal, nunca podrá disfrutar un régimen imperial”, argumenta y agrega que la perspectiva histórica sugiere que la democracia y el imperio son esencialmente incompatibles Reconoce, sin embargo, que el poder actual de Estados Unidos es avasallador “Ningún potencial adversario siquiera se le acerca y, por el momento, no se aprecia ninguna coalición equivalente que pueda detenerlo, ya no digamos reemplazarlo Sus raíces se afincan en una población creciente y extraordinariamente productiva, en un sistema político estable y en una capacidad militar insuperable en el futuro cercano”, motivo por el cual considera que “Estados Unidos, como unos desean y otros temen, no se sujetará a sí mismo a un orden internacional institucional y legal que pueda domesticarlo o restringirlo” Se puede o no estar de acuerdo con esto Al final se trata de una discusión semántica, dependiendo de quién detenta el poder o quién lo padece Para las izquierdas de todo el mundo, por ejemplo, desde hace rato que a los gobiernos de Washington –sea quien sea el que los encabece– se les califica de “imperialistas” Y es que republicanos o demócratas han evidenciado en el exterior, aun en aquellas misiones que califican de humanitarias, que lo que los mueve son sus propios intereses Pero con su mesianismo y sus decisiones unilaterales, George W parece ir demasiado lejos Sólo que lo que para los demás son desplantes imperiales, para él son derechos adquiridos y, como tales, se prepara para ejercerlos Para empezar, con las facultades que le otorga la Constitución, hizo cambios en su gabinete y cerró su círculo de colaboradores más cercanos con aquellos que comparten su visión del país y del mundo Luego se acogió a su mayoría en el Congreso para que éstos fueran ratificados El engranaje institucional construido electoralmente rindió ya sus primeros frutos Pese a un cuestionable desempeño previo, la mayoría republicana confirmó en su nuevo cargo a funcionarios como Condoleezza Rice o Alberto Gonzales Y aunque se espera una dura batalla legislativa, se presupone que el mismo desenlace tendrán también la mayoría de las inciativas que el Ejecutivo presente por lo menos durante los próximos dos años, hasta que se realicen las elecciones intermedias Y, aun si no gusta, todo será legal Nadie dentro de Estados Unidos, por lo menos, podrá ahora aducir un argumento de ilegitimidad en contra Pero donde el ejercicio del voto propio y ajeno le ha conferido a Bush una inopinada y ascendente legitimidad, es en el plano internacional De entrada, ya nadie podrá sugerir que es un mandatario espurio que se hizo del cargo mediante una dudosa resolución judicial Tampoco que es sólo el representante de un minúsculo pero todopoderoso grupo de interés Lo es, pero con el respaldo de más de la mitad de los electores estadunidenses Y ese mandato es el que las otras naciones tendrán que respetar Pero más allá de esta incuestionable representatividad, la respuesta local que el gobierno de Bush ha obtenido en los países a donde pretende llevar “la libertad y la democracia” le ha dado una legitimidad política y hasta moral indudable o, por lo menos, le ha dado los argumentos para esgrimirla A saber, Afganistán, la Palestina ocupada y, sobre todo, Irak En Afganistán, aunque nadie cuestionó la legalidad de la invasión que se dio mediante una coalición y en el marco de Naciones Unidas, tampoco escapó a nadie que Washington impuso un régimen preponderantemente afín a sus intereses Poco además se ha modificado en esa nación centroasiática en términos de igualdad y libertad para sus habitantes, aunque la ratificación electoral de Hamid Karzai de presidente interino a constitucional ha construido el marco legal que permite decir que la democratización está en marcha En los territorios palestinos ocupados, la naturaleza –algunos aseguran que fue algo más– le dio un empujón al proyecto de pacificación de Bush para el Medio Oriente La muerte de Yaser Arafat abrió el espacio para la elección de un nuevo liderazgo; y aunque considerado por muchos como el candidato de Israel y Washington, Mahmud Abbas recibió un apoyo masivo en las urnas, tal vez porque la población comprendió que era el único viable Tampoco aquí se ha solucionado nada, pero el respaldo electoral será la carta a esgrimir en cualquier intento de negociación Y, por supuesto, el éxito más resonante fue el obtenido en Irak En una situación de terror y de guerra como la que ahí se vive, contrapuesta a cualquier ejercicio libre del voto, más allá de todas las anomalías operacionales la gran interrogante era la participación de la población Y exceptuando a los sectores sunitas que deliberadamente se ausentaron de las urnas, el resto se volcó en un porcentaje inusitado, desafiando todos los peligros Cabe decir, que a pesar del número de atentados y de muertos, intolerable en cualquier elección regular, la jornada estuvo muy lejos de ser el infierno que había prometido la resistencia Ello no significa que haya concluido la guerra, como lo aceptan los propios estadunidenses Al contrario, se abre la posibilidad de un nuevo enfrentamiento ante la inversión de poder entre los sectores antes dominantes y ahora relegados La ocupación tampoco tiene fecha de término; pero para una aventura que inició en forma unilateral, unos comicios que ahora contaron con la supervisión de Naciones Unidas y con el aval de buena parte de la comunidad internacional, pero sobre todo con una asistencia masiva, cobran una legitimidad inapreciable De hecho, George W Bush puede estar de plácemes Aunque el final de ninguna de estas historias está escrito, pues la realidad dista mucho de ser la que él proclama; aunque sigue teniendo en contra a por lo menos la mitad de su país y a mucho más del resto de la humanidad, lo cierto es que ha ido imponiendo su agenda y además logrado legitimidad para ella Y esto, en la realpolitik, se llama ir ganando

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