Ionesco y el desafuero

martes, 29 de marzo de 2005 · 01:00
México, D F, 28 de marzo (apro)- Lo que parecía un absurdo se vuelve norma y método en esa vaga noción de clase política que aún queda en México La idea de futuro próximo, de escenario lógico y de negociación racional está prácticamente eliminada en todos los actores involucrados en esta pieza en un acto que bien pudo haber escrito el dramaturgo de origen rumano Eugene Ionesco: El Desafuero de López Obrador A dos días de que la Sección Instructora de la Cámara de Diputados –integrada por sólo cuatro legisladores-- defina finalmente qué sucederá con el desafuero del jefe de Gobierno capitalino, el nivel de incertidumbre, de especulación y de “explicaciones” en torno al desenlace del juicio de procedencia se convierte en un guión de Ionesco muy similar a su obra más famosa: El Rinoceronte En esta metáfora del avance de la ideología intolerante del nazifacismo, Ionesco describe cómo todos los habitantes de una pequeña aldea se van transformando en rinocerontes, animales torpes, feroces, encerrados en una coraza, deseosos de destruir todo lo que obstaculice su paso Aquellos que rechazan “convertirse” en rinocerontes, son considerados seres anormales, y las bestias se transforman en seres bellos, en semidioses en espera que les llegue un futuro impredecible La pequeña aldea bien puede ser el diminuto mundillo de los políticos sobrevivientes en la era del foxismo (llámense funcionarios, procurador general, precandidatos, gobernadores, primeras o segundas damas, dirigentes de partidos, líderes legislativos, líderes de opinión, etcétera) que pretenden salvarse del desbarajuste general que ha provocado la aventura ministerial emprendida un año atrás Nadie se preocupa o se ocupa de las consecuencias de sus palabras, de sus actos, porque pretenden que por arte de magia un juicio de procedencia elimine a la bestia política creada ex profeso para sobrevivir ellos mismos Se cree que eliminando de esta manera a un adversario salvan su futuro político Por el contrario, no es a López Obrador o a la muy difundida idea de la “amenaza autoritaria y populista” que él representa lo que se destruye, sino a la misma idea de la política De una u otra manera, todos los miembros de esa pequeña aldea se han acercado al mal contagioso de nuestra transición democrática frustrada que es la bestialización propia Y para muestra bastan algunos ejemplos ioenosquianos de lo que se ventila en los medios: a) En primer lugar, el desplegado a página entera financiado por la Procuraduría General de la República y aparecido el lunes 28 de marzo En él se pretende explicar la “verdad legal” (¿acaso existe otra?), “la naturaleza y alcance de las acciones jurídicas realizadas en el caso conocido como El Encino” La PGR pretende convencernos de que este proceso es una defensa del juicio de amparo, que no existe ningún cálculo sucesorio, que no se pretende privar de al jefe de Gobierno de “ningún derecho como se ha especulado” y que el caso es “estrictamente jurídico” Por último nos recuerda que “no son las instituciones quienes propiciaron la situación actual en la que se encuentra el jefe de Gobierno, ya que a éstas sólo les corresponde cumplir con su función en cumplimiento estricto de la ley, y cada quien, con su forma de proceder se ubica dentro o fuera de la legalidad” Un argumento muy similar utilizó Díaz Ordaz para justificar la represión de los cientos de estudiantes en 1968 Todo era en defensa de la “legalidad” porque un grupo social había incurrido en el delito de “disolución social” por su “forma de proceder” ¿Esa es acaso la noción de justicia que reivindica la PGR? ¿Qué tal si el país entero se amparara de los muchos y documentados abusos recientes, no en una calle ni de un solo gobernante, sino de toda una historia de corruptelas, saqueos nunca investigados, pactos nunca aclarados con el extremo rigor que se aplica en El Encino? ¿Cuántos juicios de procedencia necesitamos para cumplir el designio de que “todo funcionario jura cumplir y hacer cumplir la ley”? b) En respuesta a una información no verificada ni documentada, publicada en un diario capitalino, el secretario de Gobernación, Santiago Creel, montó en cólera este lunes 28 de marzo y amenazó en una carta pública que la “gravedad de dicha información” puede “configurar delitos establecidos por la ley” ¿Realmente el país espera que el titular de la política interior dedique su tiempo, su esfuerzo y la infraestructura de una dependencia clave para amedrentar a un medio informativo por publicar trascendidos? ¿En qué está pensando el responsable de la política y de la interlocución con los otros poderes, los gobernadores y los partidos políticos de todo el país, cuando señala que el desafuero no es un asunto de su incumbencia, sino una “responsabilidad exclusiva” de la Cámara de Diputados? ¿Para qué queremos entonces a la política si todo lo debieran resolver los jueces y los legisladores? c) Hasta este momento, ni el dirigente nacional del PRI, Roberto Madrazo, ni el líder de la fracción legislativa del mismo partido, Emilio Chuayffet, ni el presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, Manlio Fabio Beltrones, también priista, ni los dos legisladores del tricolor que forman parte de la sección instructora han sido capaces de informar y aclarar a la ciudadanía cuál es su posición precisa en torno al desafuero de Andrés Manuel López Obrador Juegan a ser rinocerontes ellos mismos Con este nivel de incertidumbre y de juego de simulaciones, la política mexicana en la era de Ionesco ha transformado su presente en una fosa común con la vaga idea de que alguien resucitará políticamente de los restos demoscópicos del desaforado Email: jvillamil@procesocommx

Comentarios