Nicaragua: ¿Fin de la crisis?

lunes, 2 de mayo de 2005 · 01:00
México, D F, 2 de mayo (apro)- El pasado viernes se llevaron a cabo las negociaciones que pusieron fin al conflicto que se había desatado en Nicaragua por el aumento de precios en el combustible y que amenazó, incluso, con un desenlace a la manera ecuatoriana: sacar al presidente Enrique Bolaños del poder Aparentemente, con las negociaciones, Nicaragua se libró de la oleada de crisis que ha estado desestabilizando a las incipientes democracias de América Latina Sin embargo, la solución de esta coyuntura no garantiza que el país vuelva a la normalidad Mientras exista un pacto entre sandinistas y liberales que quieren sacar al presidente del país, todo descontento popular podrá ser capitalizado por estos intereses políticos La escalada del conflicto La actual crisis nicaragüense puede leerse en dos niveles El primero tiene que ver con el alza en los precios del combustible y por lo que muchos consideran un mal manejo de la política energética por parte del presidente Bolaños El segundo está más bien vinculado con la debilidad democrática del país, con la presencia de acuerdos políticos que merman la estabilidad política del mismo y con un descontento generalizado de la población frente a las reformas estructurales que han impulsado los gobiernos desde principios de los noventa Respecto a la primera lectura, llama la atención cómo lo que empezó como una demanda por subsidiar los precios del combustible y una exigencia por mantener los precios del transporte público, terminó como un llamado al unísono, por parte de manifestantes, alcaldes y asambleístas, por que el presidente renunciara En un principio fueron los trabajadores del transporte público, organizados en la Unión de Transportistas, los que iniciaron el conflicto con una huelga generalizada que mantuvo paralizada a la ciudad de Managua A éstos se fueron uniendo otros sectores de la población, sobre todo los estudiantes organizados en el Consejo Nacional de Universidades (CNU) y los trabajadores sindicalizados en el Frente Nacional de los Trabajadores (FNT), los cuales empezaron a manifestarse en las calles quemando camiones o simplemente realizando marchas en las calles Sus razones tenían que ver, también, con el alza de combustible y con el aumento de cincuenta centavos de córdoba en el precio del transporte público Las marchas y los enfrentamientos tuvieron su punto más ríspido el pasado martes 26 de abril, cuando empezaron a lanzar piedras frente a la casa de gobierno y resultó herido el propio hijo del presidente Bolaños Lo que llama la atención es que todas estas organizaciones están vinculadas, de una forma u otra, al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), el partido que encabezó la revolución durante la década del setenta y que gobernó el país durante los ochenta El FSLN se ha caracterizado por tener una base de apoyo amplia y por actuar de manera efectiva a través organizaciones populares Aunque ya no posee el control del gobierno federal, su presencia a nivel local sigue siendo poderosa y nadie cuestiona su capacidad de convocatoria para hacer que estas organizaciones salgan a las calles y se manifiesten en el momento en el que el partido lo pida De ahí que para muchos sea evidente que el alcalde sandinista de Managua, Dionisio Marenco, se alió con Daniel Ortega, expresidente de Nicaragua y dirigente del FSLN, para movilizar a los protestantes No obstante, el conflicto no sólo se manifestó en las calles de Managua, sino que permeó en las instituciones del gobierno Un total de 143 de los 152 alcaldes, tanto del Partido Liberal Constitucionalista (PLC) como del FSLN, exigieron la renuncia de Bolaños Y más importante aún, la Asamblea Nacional aprobó, con un total de 58 votos de sandinistas y liberales, una resolución que exigía que el presidente resolviera el conflicto o renunciara a su cargo Con más del 96 por cierto de las alcaldías del país en su contra y con la mayor parte de los asambleístas exigiendo su renuncia, no cabe duda que Bolaños tenía suficiente presión para dejar el cargo En los desplegados y resoluciones que dieron a conocer tanto la Asociación de Municipios de Nicaragua como la Asamblea Nacional, exponen que exigen la renuncia de Bolaños tanto por la crisis energética que atraviesa el país como por la falta de diálogo por parte del gobierno con los distintos sectores de la población nicaragüense afectados por la crisis Pero estas no son las únicas razones El pacto firmado en 1999 por liberales y sandinistas permite hacer una segunda lectura del conflicto Una lectura que permite visibilizar que la crisis que atraviesa Nicaragua es más profunda y que difícilmente se acabará con las negociaciones que firmó Bolaños con los transportistas y los universitarios El pacto que mueve los hilos Contrario a lo que presentan los medios, no sólo los sandinistas quieren que Bolaños deje el poder Integrantes de su propio partido, el Liberal Constitucionalista (PLC), se han movilizado en su contra Se trata de alcaldes y asambleístas que apoyan de manera incondicional al expresidente Arnoldo Alemán, actualmente preso en su domicilio particular por cargos de malversación de fondos públicos y lavado de dinero Para comprender cómo puede darse una alianza entre el PLC (centro-derecha) y el FSLN (izquierda) en contra de Enrique Bolaños hay que recordar dos cosas: La primera, es que fue Bolaños, siendo vicepresidente en el periodo de Alemán, el que destapó gran parte de los escándalos de corrupción que hundirían al ahora expresidente; la segunda, es que hace más de cuatro años se firmó un pacto entre los liberales representados por Arnoldo Alemán y los sandinistas de Daniel Ortega Lo que tenemos hoy, entonces, es a todas luces un ajuste de cuentas por parte de Alemán en contra de Bolaños Un ajuste de cuentas que está funcionando muy bien gracias a un pacto que le permite contar con las fuerzas sociales y los grupos desestabilizadores que siguen totalmente alineados con el FSLN Pero, ¿cómo fue que empezó el pacto? El año de 1991 marca la transición política de Nicaragua Daniel Ortega, del FSLN, abandonó pacíficamente el Ejecutivo y a partir de esa fecha, Nicaragua entró en la lista de países latinoamericanos con un modelo de democracia formal Arnoldo Alemán del Partido Liberal Constitucionalista (PLC) llegó al poder en 1996 Su gobierno parecía dar continuidad a la política económica que había iniciado Violeta Chamorro y su base de apoyo estaba compuesta por exsimpatizantes del somocismo, la clase empresarial y los que habían sido perjudicados por el sandinismo Sin embargo, en 1999 Arnoldo Alemán decidió firmar un pacto con el FSLN, en específico, con Daniel Ortega Ante la prensa y la opinión internacional, el pacto fue presentado como un avance democrático, como una medida de concertación política que permitiría que convivieran pacífica y democráticamente las distintas vertientes políticas del país Nada más lejano de la realidad El pacto tuvo, y sigue teniendo, efectos perniciosos para el desarrollo democrático del país Y los intereses políticos que lo permitieron obedecen a un afán por repartirse cuotas de poder, sin importar las diferencias ideológicas entre los dos partidos Entre los primeros efectos del pacto estuvo que la elección de los miembros del Consejo Supremo Electoral (lo equivalente al IFE de México) se hiciera con base en cuotas divididas entre los partidos políticos mayoritarios (FSLN y PLC); en otras palabras, la elección de dichos miembros ya no se haría con base en su mérito profesional, sino en su militancia política, lo cual le restó imparcialidad y legitimidad a dicha institución Así mismo, se reformó la Contraloría General de la República, con el fin de que su contralor y vicecontralor ya no fueran electos cada seis años por voto popular, sino que se dirigiera por una contraloría colegiada por cinco miembros del FSLN y el PLC Finalmente, se decidió que le presidente de la república saliente ocupara, de manera vitalicia, un escaño de diputado dentro de la asamblea nacional Gracias a esta última reforma, el expresidente Arnoldo Alemán pudo evadir por varios meses los cargos de lavado de dinero y malversación de recursos públicos que se le imputaron desde antes que terminara su periodo presidencial Pero los efectos del pacto no han terminado Aún hoy, con Alemán teniendo su casa por cárcel y con Daniel Ortega sin ocupar ningún cargo público, el pacto sigue moviendo los hilos de la política del país Nadie pone en duda que algunos de los manifestantes puedan realmente estar protestando por el daño que los ajustes estructurales de los noventa han hecho a sus bolsillos Nadie duda que algunos estudiantes realmente se sientan afectados por un incremento de 50 centavos de córdoba (tres centavos de dólar) en el precio del transporte público Pero, definitivamente, no son la mayoría La mayoría, desgraciadamente, están siendo manipulados por el FSLN y por los “arnoldistas” del PLC (como se le llama a los simpatizantes de Arnoldo Alemán) Mientras el pacto siga, cualquier coyuntura será capitalizada para desestabilizar al gobierno de Bolaños y al país en general Alemán cuenta con el apoyo de alcaldes y asambleístas, Ortega, con organizaciones estudiantiles y sindicales De hecho, acaban de anunciar la creación de un Frente de Lucha Popular para aglutinar el descontento de estudiantes y de trabajadores Lo más probable es que, con la reciente negociación entre Bolaños y los transportistas, Nicaragua desaparezca de los titulares y de las secciones de internacionales de los periódicos Finalmente el conflicto coyuntural ha sido resuelto Sin embargo, la crisis democrática que atraviesa el país, persiste

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