De jarabes, Pavlova y la real China Poblana

lunes, 20 de junio de 2005 · 01:00
México, D F, 20 de junio (apro)- Es algo bien conocido que "de Cocula es el mariachi" y también que el posible origen de la palabra "mariachi" se remonta a los tiempos de la Invasión Francesa, cuando soldados galos bautizaron al mariachi de estas tierras en referencia a los conjuntos musicales que animaban la fiesta de los recién casados (mariage en francés significa, claro está, boda) Sin embargo, uno se lleva sorpresotas al investigar dichos términos y otros más, relacionados con este universo tan rico y folclórico leyendo la antología Los mariachis de mi tierra Noticias, cuentos, testimonios y conjeturas 1925-1994, compilación de unos 80 textos ordenados cronológicamente por el etnólogo Jesús Jáuregui (476 páginas, prólogo de José de Val Blanco Conaculta/Culturas Populares, 1999) Por ejemplo, tomemos El jarabe tapatío, que publicara en 1929 José Guadalupe Montes de Oca (Guadalajara, 1893-Distrito Federal, 1970) quien menciona: "El jarabe tapatío se conoce con ese nombre por la forma especial con que se baila, aunque los sones en su mayoría son los mismos que los de los otros jarabes Muy típico, muy interesante, verdaderamente bello es el jarabe tapatío La Pavlova, que durante su primera estancia en México lo bailó, estilizado, por supuesto, con el arte que ella posee magníficamente, afirmó alguna vez en el extranjero que entre los bailes exóticos, era el más hermoso" Montes de Oca señala que el jarabe "se baila en muchos pueblos del estado de Jalisco sobre una tabla de madera puesta en amplísimo hoyo hecho sobre la tierra Desarrolla sus movimientos con acompañamiento de arpa, guitarra y violín en unos lugares; en otros con sólo arpa, y en los villorios apartados del bullicio de las ciudades con el típico mariachi, que se compone de enorme arpón, violín y guitarrones o tamborcillo, clarinete y violín" Antes, relata, el jarabe se bailaba cantando los sones Su ritmo se marca fuertemente con los pies y al final del baile hay un fragmento musical "que no es sino una coda de cuatro compases" La pareja siempre está separada y este apartamento "es igual al de la jota española" Para el son de El palomo, los bailadores imitan la rueda que aquel animal hace cuando enamora a la hembra: "El charro, entonces, arroja el galaneado sombrero a los pies de su compañera y ésta empieza a bailar cerca de la prenda para después hacerlo sobre el mismo sombrero Para terminar el son, el charro echa cócono sobre su compañera, lo que es pasar la pierna derecha por encima del cuerpo de la danzadora" Continúa su descripción aplicándolo al jarabe modernizado donde, luego del cócono, "la mujer se levanta y poniéndose el sombrero en la cabeza, prosigue bailando La Diana" Montes de Oca no duda en otorgar la mayor originalidad del jarabe durante las festividades de ciertos pueblos de Jalisco, como la del 3 de octubre en Ocotlán "para recordar jacarandosamente" la aparición entre nubes de paz del Señor de la Misericordia "después de una enfermedad de temblores", o la del 8 de diciembre en San Juan de los Lagos, "para testimoniar el amor de hijos a la taumaturga señora de la Suntuosa Colegiata" Claro que al calor de unos cuantos sabrosos tequilas, el no menos sabroso jarabe (que es "para el pueblo mexicano parte de su espíritu, expresión de su gozo, paréntesis de sus angustias") estalla en las gargantas de la multitud: "Repetidas veces se echa el guaco, es decir, se imita el grito del animal de este nombre" El autor recoge algunas composiciones que se cantaban en el jarabe tapatío "hasta por el año 1880" y que le fueron transmitidas por un tal señor Gallardo, de Guadalajara, como El atole: "Vengan a tomar atole todos los que están pasando, porque si el atole es bueno la atolera se está agriando", o Los enanos: "Ya los enanos ya se enojaron, porque a la enana la pellizcaron" Por aquellas fechas "se introdujo en el jarabe un fragmento de la zarzuela española La madre del cordero" y culmina Montes de Oca su estudio deseando "con el alma toda" que no se desvirtúe más, al notar que la mujer ha adoptado "el traje de china poblana, fuera del carácter mestizo, pues ese vestido de luces o fantasías es exótico, tuvo su génesis en una extranjera, una princesa del Mogol que haciendo viaje de recreo fue apresada en aguas del Pacífico por piratas ingleses", quienes la vendieron como esclava en Manila a un mercader que la trajo a Acapulco "y aquella enajenó a un comerciante de Puebla de los Ángeles, el capitán Miguel Sosa" Mir Ra era su nombre de princesa, pero fue bautizada como Catalina de San Juan Pues bien, "La China, enamorada de la brillantez del suelo mexicano vistió de zagala de vivos colores durante los meses calurosos" era "muy virtuosa y caritativa"; y al morir, "el pueblo conservó la memoria de su santa, la imitó en el vestir y de ahí el origen de las chinas" Por su parte, Higinio Vázquez Santana (Brizuela, Jalisco, 1886-Managua, 1962) en Los cancioneros, los mariachis y el jarabe tapatío (1932) asegura que el jarabe es de origen español, tal vez descendiente del zapateado ibérico o las seguidillas manchegas del siglo XVI Asienta que el jarabe fue en la época colonial "el baile predilecto del pueblo" y que en 1802, el virrey Félix Berenguer de Marquina mandó expedir un decreto prohibiendo el "pernicioso y deshonesto baile nombrado Jarabe gatuno", por los movimientos "no sólo con los pies como en la actualidad, sino que con las manos se simulaban algunos de los que hace el gato cuando ataca o busca a su hembra" Reproduce bastantes versos del jarabe que bien quedan con la tonada alegre inicial del Jarabe tapatío: Sentimientos de amor, calabazas, que devora mi pecho un camote, yo creyendo que era un chinchayote, un elote te pido de amor Más para acá en nuestra historia, ¿quién no se aventaría un guaco gustoso en memoria del ilustre Gutierre Tibón (Milán, 1905-Cuernavaca, 1999), creador de la Enciclopedia de México? Veamos cómo empieza su escrito Los mariachis que incluyó para Mensaje a los nayaritas (editorial Posada, 1979): "En la capital cora, Jesús María, asistí al baile de la tarima durante la fiesta del cambio de poderes En un caligüey, casa sagrada, un hombre y una mujer bailan descalzos, una frente al otro, sin tocarse; sacan del pequeño tablado diversos ritmos sonoros golpeándolos con los talones o la punta de los dedos Ya vio el baile de la tarima en la sierra cora el noruego Lumholtz, a fines del siglo pasado Esta tarima era llamada mariache y se usaba en las fiestas indias y mestizas de la costa mucho antes de la Independencia" Vía Dávila Garibi ("quien en 1818 halló un documento que confirmaba el pago a los mariachis por haber tocado en una fiesta"), sugiere el antropólogo que la palabra "mariachi" es del idioma coca, antiguamente hablado en Cocula ("de donde era Juan Fernández, quien en 1926 fundó El Tenampa, en la Plaza Garibaldi, del Distrito Federal"); otorga pues, como cuna del mariachi a Nayarit y termina Gutierre Tibón, así: "Lo más divertido es que hay quien todavía cree que esta voz procede del francés mariage, casamiento, por la música regional que los galos escuchaban en las bodas mexicanas durante la intervención napoleónica en la década de 1860" Digamos que estas son únicamente unas probaditas para abrir boca en torno a un grupo musical y un baile con picante sabor mexicano que han dado la vuelta al mundo Además, tan sólo en este diminuto aperitivo de Jáuregui, hemos descubierto a dos bellezas: la princesa china Mir Ra y la célebre bailarina rusa Ana Pavlova (1882-1931), cuya gracia obsesionara al poeta zacatecano Ramón López Velarde, quien le dedicó algunos versos

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