Diferencia

lunes, 4 de julio de 2005 · 01:00
México, D F, 4 de julio (apro)- En días pasados, distinguidos lectores, acepté la invitación de un amigo para asistir a la conferencia de un tal Doctor Doblequis sobre el tema "Lo que distingue al hombre del animal" Media hora antes de su inicio, me llamó para decirme que lo sentía, pero que no podía acompañarme Como este servidor no tenía nada mejor que hacer y el lugar de la plática me pillaba relativamente cerca, decidí acudir a la misma No me arrepentí, pues si bien el mencionado doctor no dijo nada nuevo, al menos su exposición del tema daba para pensar, por eso escribo a este buzón la presente, resumen de lo más interesante de ella De inicio, expuso que era curiosa, por decir lo menos, la dificultad que tenían los creacionistas y cientificistas para señalar lo que distingue al hombre del animal, ya que todas sus razones y definiciones sobre ese punto, de unos y otros, mostraban, más que otra acosa, diferencias de grado, no de naturaleza Ejemplos: cuando los cientificistas dicen que lo que singulariza al humano es el lenguaje, olvidan que los animales, aunque muchísimo más reducido, también tienen los suyos; que cuando afirman que el hombre es el único animal capaz de fabricar herramientas, no toman en cuenta que no faltan aves y mamíferos inferiores, como nutrias y monos, por ejemplo que aunque rudimentariamente, también hacen lo mismo Que decir, como Beaumarchais, francés él; "beber sin sed y hacer el amor en cualquier momento, es lo que nos distingue de los demás animales", es una verdad a medias y no absoluta que afirma nuestra diferencia de grado, no de naturaleza, con el animal Mas "desgraciadamente" (así dijo el doctor Doblequis) estaban en la verdad los filósofos cuando aseveraban que lo que particulariza y diferencia al ser racional del irracional, es que el humano es el único animal capaz de producir fuego y sabe que morirá Estos acercamientos a la verdad absoluta de lo que nos distingue y diferencia de los otros animales, infortunadamente no nos dan motivo para sentirnos plenamente orgullosos y felices, pues el saber que somos mortales nos es fuente de miedos, angustias y desesperos castrantes que, por lo general, limitan y deforman, cuando no anulan, nuestra realización como humanos Por otra parte, nuestra específica capacidad de reproducir el fuego, se ve ensombrecida por el horror y atroces sufrimientos padecidos por los cientos de millares y millares (hay quien asegura que millones) de los que fueron condenados a la hoguera y en ella murieron por ser considerados herejes, brujas o brujos o han muerto, gracias a nuestros adelantos técnicos, en guerras por efecto de bombas incendiarias o rostizados como pollos por los llamados lanzallamas A continuación, el conferenciante la emprendió contra los creacionistas, principalmente con los creyentes de las llamadas "religiones del libro", que afirman y sostienen que el hombre se singulariza y diferencia de los animales por tener un alma de origen divino, aseveración, al decir del doctor Doblequis, lamentable por insuficiente, incluso contraproducente, en particular cuando algunos de las citadas religiones aseguran que las "potencias" de esa alma de origen divino son tres; memoria, entendimiento y voluntad, pues cualquiera, por poco que haya observado a los llamados seres irracionales, puede comprobar que también poseen, en alguna medida, esas "potencias", lo que demuestra que esa supuesta y determinante diferencia, es igualmente de grado, no de naturaleza lo que pone en duda la verdad absoluta de tal definición y de paso, sin querer, da elementos a los cientificistas defensores de la teoría de la evolución, para quienes los hechos de la naturaleza más bien se explican por dicha teoría y no por la verdad revelada, como presumen los fieles del creacionismo Ante estas dificultades que tienen tanto los partidarios del cientificismo evolutivo como los seguidores de la verdad revelada para señalar y definir lo que distingue y diferencia a los seres racionales de los irracionales, el doctor Doblequis dijo que el arte y la sabiduría popular habían dado con una realidad más cercana a la verdad absoluta, ya que todo podemos decir, por ejemplo, con Quevedo: "poderoso caballero es don dinero", con el vulgo, sus dichos: "don sin din, campana sin badajo" o "el tiempo es oro"; y con Jules Renard, francés él: "yo sí sé por fin lo que distingue al hombre del animal: son las penas del dinero", ¿pues quién de nosotros, los hombres, puede decir que está libre de los sobresaltos que produce la posible pérdida del dinero, cuando lo poseemos, o de las angustias que causa la necesidad de conseguirlo cuando nos falta? Y con esta, a mi parecer peregrina solución, concluyó la conferencia, dejando a este servidor de ustedes envuelto en una red de confusos pensamientos, por difusos, de la que todavía no me desprendo Por su parte, distinguidos lectores de la presente, ¿Qué pueden sacar de claro, de positivo de la misma? Con todo el respeto y consideración que me merecen LIGORIO D?REVUELTAS

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