Balconeo

lunes, 30 de enero de 2006 · 01:00
México, D F, 30 de enero (apro)- Qué lástima me dan, pobres que viven en ese hoy, el de la globalización, pues para pobres, nosotros, los de la antigua Roma Y qué coraje me da que no pocos de ustedes se hayan considerado, a penas hasta ayer, unos arrogantes herederos nuestros ¡Ignorantes! Bueno, en honor a la verdad, tengo que confesar que hubo un momento en que me sentí orgulloso de esa pretensión Ni modo Fue un instante de debilidad, de vanidad mal entendida Mas dejémonos de explicaciones y rememoremos un poco la historia para aclarar lo hasta aquí manifestado A la luz de los hechos, hay que admitir que nuestra situación, como estamento o clase social, nunca le fue a los pobres como en la antigua Roma; en la vieja urbe, como recordarán, si tienen memoria histórica, los proletarios éramos los ciudadanos más pobres, y nos llamaron así porque únicamente con nuestra prole, es decir, con nuestros hijos, podíamos servir al Estado También es verdad que, por lo general, la mayoría de nosotros no tenía ni dónde caerse muerto, como se dice, por lo que no poseíamos con qué y dónde trabajar, lo que nos convirtió en algo así como desempleados permanentes, pero eso nos importaba un pito por varias razones, entre las que estaban que no teníamos que pagar impuestos y el estar exentos del servicio militar, lo que no era poca cosa en un Estado como el romano, tan aficionado a meter las narices en casa ajena y a resolver las diferencias con guerras Luego estaba que no necesitábamos trabajar, pues lo hacíamos, y no mal, gracias a las dádivas que nos dispensaban el Estado y no pocos ricos; de convites gratuitos, del dinero, del trigo o pan que periódicamente se nos repartía Incluso, se encargaban de que tuviéramos diversiones como fastuosos combates de gladiadores y fieras en el circo, carreras de cuadrigas en el estadio y otros variados espectáculos Que no eran pocos, recuerden y no olviden que el pueblo de Roma gozó de 130 días de fiesta al año ¿Cómo les quedó el ojo? ¡Eso sí que fue vivir a lo grande y en alegría! ¿O no? Tengo que admitirlo, los regalos, comidas gratuitas, el dinero, el pan, el tigo que nos obsequiaban gobernantes y ricos ciudadanos de Roma a nosotros los proletarios, no era porque nos amaran más que lo que les aman sus funcionarios, sus políticos, sus capitalistas a ustedes, pobres de la globalidad No Lo hacían por conveniencia, por mantenernos tranquilos por satisfechos y, sobre todo, para que votáramos por ellos en las elecciones para puestos en el gobierno, en la administración Supongo que no van a criticar estas acciones, ni la de ellos ni la de nosotros, ¿pues no continúa ocurriendo lo mismo, o casi, en esa su democracia de la globalidad? ¿Entonces? Hubo momentos, como les dije, en que me sentí orgulloso de que los trabajadores, los obreros, se sintieran nuestros herederos y que, incluso, adoptaran, hicieran suyo, el calificativo de proletarios Fue cuando les hicieron sentir y creyeron que eran la sal de la tierra y, con el puño en alto, intentaron el asalto al poder Equivocación Debí tener en cuenta, y ellos también, que ni están ni podían ser nuestros herederos, que más bien lo eran de los esclavos, ya que nosotros, los proletarios de la antigua Roma, por las razones expuestas más arriba, nos importaba un pito; incluso despreciábamos al trabajo, el cual, repito, estaba para los esclavos No ignoro que una de las enconadas críticas que historiadores, sociólogos y otros estudiosos del quehacer humano hacen al proletariado, a la plebe, a la masa del pueblo de la vieja Roma, es esa su poca afición, su poco apego al trabajo y el que la Asamblea Popular, la institución que los representaba, se dejara sobornar tan fácilmente como el Senado ¿Y qué con eso? ¿A poco en esa su cacareada globalidad no ocurre lo mismo? Digo Con esa tarea les deja por el momento J PROLETAS PD: Queridísimo lector, te informo que lo que acabas de leer, por casualidad lo encontré en un portal de internet titulado BALCÓN DEL BALCONEO, donde hay otros muchos mensajes tan extravagantes y peregrinos como éste Confieso que tuve mis dudas al ofrecerlo a tu exquisita y cauta curiosidad por medio de este buzón, por eso, por pe?regrino y pen?denciero, pero teniendo en cuenta que no faltan y, más bien, sobran espacios en los medios que gozan de popularidad, precisamente por eso, por pendencieros, peregrinos y extravagantes, terminé por hacerlo Con la esperanza de haber dado en el clavo y no en la herradura, les deja, Dios mediante, hasta la próxima su seguro amigo y servidor PATO CHAMOY

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