Del, sobre y tras el libro

lunes, 8 de mayo de 2006 · 01:00
México, D F, 8 de mayo (apro)- Estimables y estimados lectores: he de decirles que con motivo del Día Internacional del Libro, celebrado el 23 de abril, mi ser se despojó de optimismo y, pleno de satisfacción, me dediqué a recorrer los escaparates de varias librerías nada más que por el placer de verlos repletos y hasta atiborrados de sugerentes, e incluso, ¿por qué no decirlo?, artísticas portadas de los mismos ¡Qué gusto sentí ver tantos y tan variados temas tan seductoramente ofrecidos por las mismas! De pronto, sin venir a cuento (¿o fue por una peregrina asociación de ideas?), me sorprendí sonriendo, convertido en un evocador fiscal de los enemigos del libro Ante mis ojos condenatorios comenzaron a desfilar y terminaron por formar un grupo tenebroso, las siguientes figuras: Chi-Huang-Ti, el emperador de China que para fortalecer su poder y mejor imponer su voluntad, mandó quemar todos los libros que contenían las antiguas leyes El fervoroso comendador de los creyentes, el califa Omar, que justificó la quema de la biblioteca de Alejandría diciendo (cito de memoria): ?"si los libros que se queman apoyan las verdades que contiene el Corán, no hay gran cosa que lamentar; si niegan y más si atacan las verdades que están en el Corán, merecen que se conviertan en cenizas" La de Teacaélel, eminencia gris de varios emperadores mexicas, que condenó a las llamas los códices existentes en su momento para borrar todas las tradiciones históricas y religiosas, con la intención de imponer y afirmar más fácilmente la nueva visión histórica y mística de los aztecas La Iglesia católica, como institución, que por siglos publicó una lista infame de libros que consideraba que iban contra las verdades sostenidas por la Biblia y no pocas veces los hizo quemar por mano del verdugo La de los frailes que con santo furor cristiano se dedicaron a incendiar los códices de aztecas y mayas por considerarlos producto de la superstición e idolatría indígenas Los vociferantes, los energúmenos producto nazi que, con estúpido entusiasmo, hacían hogueras con libros Después de ver esta galería de tenebrosos que mi inconsciente había traído a los ojos de mi imaginación, me vi, como fiscal de hechos contra el libro, dirigiéndoles el siguiente discurso que iba más o menos así: "¡Oh, seres bárbaros, irracionales! ¡Ay de vosotros! Más les valdría que se hubiesen puesto una cuerda al cuello con una rueda de molino y arrojado al mar por el mal que han hecho a su especie por no valorar la aventura que es para el corazón y el cerebro del hombre el libro ¡Ah infelices! ¿No comprenden la maravilla de civilización que en sí mismo es? Ese objeto tan sencillo, ligero por lo general y fácil de manejar, es por lo mismo y por ser al mismo tiempo un magnífico recurso de fijar, y conservar y transmitir las expresiones, hasta las más elaboradas, del intelecto, de los estados de ánimo, de los datos de los hechos del hombre y su medio, lo que le hace un magnífico recurso de comunicación de ideas y sentimientos, un vocero potente de los saberes y quehaceres humanos, todo lo cual le convierte en un inapreciable instrumento del progreso, de la cultura, de lo que distingue al hombre del animal El es, repito, la aventura más seductora y fecunda del y para el intelecto y sentimiento de la especie?" Curioso A medida que mi discurso conseguía que la galería de tenebrosos se fuera diluyendo en mi imaginación, debo confesar que la elocuencia y fuego del mismo fue decayendo, ya que otra vez, ¡en mi mismo interior!, fue sonando y aumentando hasta desplazarlo y terminó por imponer sus razones, que fueron poco más o menos las siguientes: "Si el libro es y encierra todas las maravillas que dice, ¿por qué esa necesidad angustiosa de reivindicarlas, de reivindicar al mismo libro constantemente? ¿Por qué hacer, en tantos lugares, una necesidad de su lectura? Algo falla, ¿no te parece? No seas simple, la cosa es más complicada de cómo la entiendes Ten en cuenta y admite que hasta el mejor libro puede corromper inteligencias y almas Un ejemplo: ¿Quiénes tienen, en ese tu hoy en que respiras y mueves, los que tienen a la humanidad con el ¡Jesús! en el labio? ¡Pues los más religiosos! Los de las tribus de las religiones llamadas del libro, los que presumen tener un mismo Dios que para unos es de justicia, para otros de amor y caridad y, para otros más, de piedad y misericordia! ¿O no es así?" Admito, estimables y estimados lectores, que tales voces interiores, surgidas no del imaginario, sino del conocimiento colectivo, me tienen sumido en la angustia ¿Alguien me hará la caridad de sacarme de la misma? Esperando que así sea, queda de ustedes con afecto PANFILO CANDOR

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