El libro de los sonetos en lengua española, de Luis Antonio de Villena
México, D F, 19 de agosto (apro)- A pesar de que el soneto como forma poética prácticamente está en desuso, no lo está el que el público lector goce de ellos
Eso sin contar con que autores contemporáneos, por una especie de respeto a la tradición, lo cultiven así sea como divertimento o ejercicio literario, para demostrar la dificultad de hacer un poema de esta naturaleza verdaderamente de calidad Incluso, otros como los poetas mexicanos Cabral del Hoyo, ya fallecido, y Rubén Bonifaz Nuño, los cultivaron toda la vida
En la afamada editorial Turner acaba de publicarse un bellísimo tomo antológico en nuestra lengua, El libro de los sonetos en lengua española, con prólogo, selección y notas de Luis Antonio de Villena, poeta, novelista, ensayista, traductor y crítico literario español, quien ha obtenido galardones de la talla del Premio Nacional de la Crítica, el Azorín de novela y el Sonrisa Vertical
En esta compilación estamos frente a 256 poemas, que De Villena ha escogido a casi siempre uno por cabeza (las excepciones son notables, como por ejemplo, claro, la de Quevedo), y como en toda antología, en gustos se rompen géneros
Del Marqués de Santillana a a José Emilio Pacheco, la mayoría es escritor de la península ibérica Entre los mexicanos, además de Sor Juana ("Esta tarde mi bien, mientras te hablaba" y otro no menos memorable, "Rosa divina que en gentil cultura") y Pacheco (titulado "La metria desecha"), encontramos a Manuel Gutiérrez Nájera, Manuel José Othón, Francisco A de Icaza, Amado Nervo, Luis G Urbina, José Juan Tablada, Enrique González Martínez, Efrén Rebolledo, Alfonso Reyes, José Gorostiza, Xavier Villaurrutia, Salvador Novo, Octavio Paz, Rosario Castellanos, Tomás Segovia, Jaime Sabines, y Eduardo Lizalde, pero resulta incomprensible la ausencia de Carlos Pellicer, cuyos sonetos de "Hora de junio" eran considerados por él mismo, si no lo mejor de su producción, sí la más entrañable:
"Hoy hace un año, junio, que nos viste,
juntos, enamorados un instante
Vuélveme a ese minuto de diamante
Que en un año has vuelto perla triste"
No faltan, por supuesto, los célebres de Lope; tanto el que empieza
"Desmayarse, atreverse, estar furioso", y que culmina con el verso "eso es amor, quien lo probó lo sabe", a ese homenaje al soneto que se propone definirlo en su mismo espacio, cuando anuncia en su cuarteto inicial:
Un soneto me manda hacer Violante
que en mi vida me he visto en tal aprieto
Catorce versos dicen que es soneto,
Burla burlando van los tres delante
Ni "El remordimiento" de Borges, nada ortodoxo, muy moderno, del que reproducimos también la primera cuarteta:
He cometido el peor de los pecados
que un hombre puede cometer No he sido feliz
Que los glaciares del olvido
me arrastren y me pierdan, despiadados
De Villena incluye como anónimo "A Cristo crucificado", que los españoles --él mismo-- atribuyen a la monja ibérica Santa Teresa de Jesús, y los mexicanos al fraile novohispano Miguel de Guevara
El libro se acompaña al final de unas utiles fichas biográficas de cada autor, y de un índice de primeros versos El siguiente es un fragmento del prólogo
"El señorío del soneto y esta antología"
Quizás entre las muchas estrofas que nos puede proponer un tratado de métrica --y hablo de la tradicional--, el soneto sea, desde sus orígenes, la más afortunada, la más querida de los poetas, aunque sólo haya sido de ocasión? Habrá momento de reiterarlo: yo doy por seguro que no hay poeta europeo o americano que no haya hecho al menos un soneto en su vida, aunque fuese solamente por medirse o ejercitarse? El soneto ha solido tener no poco de prueba lírica, de instrumento calibrador de la dicción y de las posibilidades de un poeta con su oficio
Aunque no conozcamos la fecha exacta, sabemos hoy que el primer soneto (tal como ahora mismo persevera) se escribió en Sicilia y en la primera mitad del siglo XIII, concretamente entre 1233 y 1240, pues esas son las fechas ciertas en que no nos consta la actividad política y literaria --que probablemente duró más años-- del notario y canciller en la corte de Federico II, el célebre emperador, Giacomo da Lentini Fue Dante quién habló primero, como de precursores en la lengua vulgar, de una escuela siciliana (aunque no era sicilianos la mayoría de sus integrantes), que no fueron sino los poetas --casi última flor de la tradición provenzal-- que convivían en Monreale, cerca de Palermo, en la corte culta y plural del célebre emperador Hohenstaufen
Otros, entre ellos, fueron el secretario Pier della Bigna o el halconero real Jacopo Mostacci Pero el principal de todos (y al que se atribuye el primer soneto) fue el mencionado Giacomo da Lentini Incluso suele suponerse --aunque esto es sólo ya una tradición-- que ese primer soneto, al que contestó el propio emperador, es el que comienza Amor è un desio che ven da core/ per abundanza de gran plazimiento? Aceptando esa leyenda, aquí sigue mi versión del que pudo haber sido el primer soneto de la historia:
Amor es un deseo que viene del corazón
Por abundancia de tanta complacencia,
Y son los ojos primeros en generar amor
Y el corazón quien después lo alimenta
Alguna vez quizás un hombre enamorado
Sin ver puede caer en enamoramiento,
Pero el amor que con furor aprieta
De la visión de los ojos es nacido:
Pues al corazón los ojos presentan
Toda cosa que ven, sea mala o buena,
Según naturalmente esté formada;
Y el corazón, que acoge lo así concebido,
Contempla y se complace en tal deseo:
Y ese amor entonces reina por el mundo