¿Debate?
México, D F, 7 de junio (apro)- El sabor que nos deja el supuesto debate que vimos ayer es que políticamente no avanzamos, que los actores políticos siguen hablando para si mismos y que los cinco candidatos reflejan la pobreza que sus partidos tienen en sus plataformas y propuestas de gobierno para enfrentar la difícil realidad mexicana
Más que un debate de cara a la ciudadanía, lo que vimos en televisión fue un juego de imágenes, de estrategias, del cual ninguno de los tres principales candidatos sacó ganancia, no obstante los esfuerzos de algunos medios, como los periódicos Reforma, Crónica y Televisa, de hacernos creer que uno de ellos, Felipe Calderón, ganó
Por si mismo, el formato del debate fue castrante para el intercambio de ideas, conceptos y propuestas La rigidez de los tiempos, la estructura inflexible de su formato y hasta la forma en que son puestos los candidatos, impiden una discusión de fondo entre quienes quieren gobernar el país
El debate está diseñado más para la televisión que para dar la cara a la ciudadanía Si bien es cierto que la idea es que sirva de foro público para que los candidatos discutan sus propuestas, no hay que olvidar que, antes de eso, está el origen de todo aspirante a un puesto de elección popular: hablar con la sociedad a la que pretende representar
Pero eso no lo permite la televisión pues, como medio, es el que menos ofrece posibilidades de intercambio de mensajes, y menos la televisión mexicana, por la clara tendencia que han mostrado sus respectivos dueños, quienes antes de todo anteponen sus intereses económicos
El interés que la ciudadanía mostró en los dos debates fue muy bajo, menos de 10 puntos porcentuales, lo que significa que lo vieron apenas 3 millones 800 mil personas, si se toma en cuenta que cada punto equivale a 380 mil televidentes, según Ibope
Hace seis años, el primer debate de aspirantes presidenciales realizado el 25 de abril, fue visto por cinco millones 626 mil 397 televidentes, y el segundo por 8 millones Es decir, el interés ciudadano por los debates políticos ha decrecido notablemente quizá producto del hartazgo que ha provocado la intensa sucesión de escándalos políticos de los últimos años y la campaña negativa que inicio el PAN en contra del PRD y que éste último ha seguido en respuesta a las acusaciones en contra de su candidato presidencial, Andrés Manuel López Obrador
En este segundo debate, realizado en un estudio de televisión instalado en un salón del centro de negocios WTC, al que no tuvieron acceso ninguno de los representantes de los medios, los cinco candidatos llegaron son sus respectivas estrategias de campaña Lo de menos era la discusión de ideas; lo principal fue el manejo de la imagen que se quería representar
Un juego de imágenes fue lo que dejaron los cinco candidatos al final de hora y media de duración del supuesto debate Felipe Calderón, corto de ideas, quiso dejar la impresión de estadista; López Obrador, intolerante, pretendió dar la figura de concertador; Madrazo, desconfiable por naturaleza, intentó manejar una imagen de seguridad, mientras que Roberto Campa y Patricia Mercado trataron de dejar por lo menos una huella de su presencia para salvar el registro de sus respectivos partidos
En realidad, los dos debates sirvieron a los candidatos como ring para desplegar sus mejores golpes y dañar a sus adversarios Si en el primero Felipe Calderón y Roberto Campa se dedicaron a darle golpes bajos a Roberto Madrazo, en el segundo la pelea estuvo entre Calderón y López Obrador
Ante la falta de nuevas propuestas en los temas de corrupción y gobernabilidad, Calderón inició la pelea lanzando puyazos en contra del perredista tabasqueño, quien espero en las cuerdas, como lo hacen los viejos peleadores curtidos en muchas riñas, esperando la mejor oportunidad
Al final de la pelea mediática fue cuando López Obrador soltó el cruzado denunciando públicamente al "cuñado incómodo", Diego Zavala, como presunto beneficiario de contratos millonarios provenientes del sector energético gubernamental, el mismo que estuvo a cargo de Calderón
El perredista consiguió lo que quería: poner en la agenda el tema de la corrupción, el mismo punto débil que habían explotado en su contra con los casos de René Bejarano y Gustavo Ponce
El debate de las propuestas era lo de menos La estrategia de golpeteo triunfó, reafirmando la imagen que hay de la clase política mexicana, carente de ideas y propuestas, defensora de sus propios intereses y proclive al enfrentamiento, antes que al dialogo