Memorias del terrorismo fiscal
El popular cantante argentino Laureano Brizuela acaba de publicar el relato de su detención, encarcelamiento y posterior absolución en México Su delito: un presunto fraude al fisco por más de mil millones de pesos El acusador: Francisco Gil Díaz -a petición de jefes del espectáculo en Televisa-, entonces poderoso subsecretario de Ingresos del salinismo y hoy intocable secretario de Hacienda foxista Brizuela denuncia en su libro que, si bien fue absuelto, hasta la fecha Hacienda no le ha devuelto el dinero que le robó ni mucho menos ha compensado el daño moral, económico y profesional que le causó
En 17 años, desde que fue detenido en 1989 y encarcelado por una presunta evasión y defraudación fiscal, y hasta la fecha, el cantante argentino Laureano Brizuela, El Ángel del Rock, no se ha quitado de la mente al hombre que -dice- le destrozó la vida, en lo personal, en lo familiar y en lo profesional: Francisco Gil Díaz, actual secretario de Hacienda
Brizuela estuvo cuatro meses en el Reclusorio Norte, salió libre bajo fianza -de 120 millones de pesos- y fue absuelto en diciembre de 1996 Los jueces determinaron que no había razón para imputarle el delito equiparable de defraudación fiscal, por un monto superior a los mil 300 millones de pesos El problema es que, a la fecha, Hacienda no ha querido regresarle el dinero, más de mil millones, que pagó durante meses, antes de la absolución Recorrió todas las instancias judiciales, hasta la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y nada La mano de Gil Díaz, acusa, siempre estuvo detrás
Para denunciar todos los atropellos del ahora secretario de Hacienda -subsecretario de Ingresos en el gobierno de Carlos Salinas, cuando la emprendió contra el cantante- y la maquinación que orquestó en su contra, Laureano Brizuela se decidió a escribir el libro Infamia del poder en México Mi crónica del terrorismo fiscal, sus víctimas, sus tácticas y sus inquisidores que, bajo el sello de la editorial Grijalbo, del grupo Random House Mondadori, estará a la venta en librerías en los próximos días
En más de 270 páginas, Brizuela narra con dramatismo no sólo la experiencia vivida, desde su detención -a la que califica fundadamente de secuestro- y su estancia en el reclusorio, donde le tocó convivir con toda suerte de criminales -desde violadores y delincuentes de cuello blanco, hasta capos del narcotráfico-, pero también con gente inocente, hasta su absolución y declaración de inocencia Pero también, con impotencia, cuenta los años desgastantes de un litigio infructuoso, que a la fecha lleva 10 años, y que emprendió con el fin de recuperar sus bienes y el dinero que Hacienda le robó
Una buena cantidad de nombres públicos abundan en el libro: Emilio Azcárraga Milmo (El Tigre), Alejandro Burillo, Raúl Velasco, padre e hijo, Guillermo Cañedo, Florentino Ventura, Javier Coello Trejo, Guillermo González Calderoni, Carlos Salinas de Gortari, Fernando Gutiérrez Barrios, Guillermo Hamdan, los capos Juan García Abrego, Félix Gallardo, Don Neto y Rafael Caro Quintero, entre muchos otros personajes que, de una u otra forma, fueron testigos o protagonistas del acoso al que lo sometió la Secretaría de Hacienda
Pero un nombre es el que le quita el sueño y que aparece en la mayor parte de los 17 capítulos que componen su libro: Francisco Gil Díaz
Es tal su obsesión por el hoy secretario de Hacienda, que al final del libro le dedica largos párrafos en los que le imputa toda la responsabilidad de haberle trastocado la vida: Es el verdadero responsable de todo ese monstruoso cambio en nuestros proyectos de vida como la familia perfecta que habíamos intentado ser siempre
Autoritarismo
Brizuela acusa a Gil Díaz de haber instruido a los procuradores fiscales Roberto Hoyo D'Addona, primero, y luego Alfredo Solloa Junco, para acosarlo y perseguirlo mediante acciones de terrorismo fiscal; de ser el principal responsable de que se violaran todos los procedimientos en mi caso, con una acusación falsa respaldada desde su poder de turno, y lo conmina a que refute legalmente -como me tocó hacerlo a mí por su abuso, durante seis años de proceso hasta lograr comprobar mi inocencia, que echó por tierra su misteriosa imputación- lo que sin temor escribo
También lo apura a que demuestre que no fue él quien actuó con total contubernio y en una flagrante violación, con abuso e irresponsabilidad en sus funciones, instruyendo las órdenes que destrozarían nuestras vidas las de mi familia y la mía ¿No es acaso ya mi sentencia absolutoria una prueba irrefutable de su abuso? ¿Es perdonable, o disculpable acaso, el privar ilegalmente de la libertad a un ser humano, fabricarle responsabilidades legales engañosas y adeudos inexistentes sin hacerse responsable de los perjuicios ocasionados? ¿No es imputable en su sistema la irresponsabilidad de su acción en el poder mal ejercido desde su cargo?
También acusa a Gil Díaz de ser prepotente y autoritario: Sé de la indiferencia de su actitud que hasta estos días usted profesa ante las denuncias y órdenes de comparecencia ante juzgados, a los que no duda en pagarles inmensas multas -sumas que avergonzarían a los pobres de su país, tan querido por mí- para ni siquiera perder su tiempo en asistir Claro, su posición de influyente así se lo permite Mientras que por la misma desobediencia quisieron ¡desaforar de su cargo! al mismísimo jefe de Gobierno de la Ciudad de México, que para oscuro pronóstico de los herederos -como usted- del poder sin límites promete ser el nuevo presidente de México
Y concluye: Nunca fui un hombre de escándalos Siempre mi vida fue de un perfil callado y honesto Este legado al menos es el que dejaré a cada uno de mis hijos, ya que mis ahorros se los quedó deshonestamente la secretaría que usted dirige -la misma Secretaría de Hacienda en la que era un hombre influyente, peligroso y de decisiones absolutistas y arbitrarias durante la presidencia de Salinas- privando a seres inocentes de un futuro cierto y honesto
Párrafos antes, Brizuela sugiere que Gil Díaz llegó al gabinete de Vicente Fox por un acuerdo entre el PRI (al que pertenece el funcionario) y el gobierno del cambio para tapar toda suerte de corruptelas del gobierno anterior Para su evidente función de 'corcho perfecto' para salvar con 'ininteligibles misceláneas fiscales' los actos de corrupción económica más desastrosos para la historia bancaria del país, él seguía siendo el personaje perfecto, que definitivamente, al entender de todo el pueblo mexicano, había negociado el PRI con el 'gobierno del cambio', para que alguien cuidara y se hiciera cargo de las posibles coladeras que pudieran quedar abiertas del pasado
Y remata: En este momento, sé que él (Gil Díaz) posee una incalculable e injustificable fortuna que nadie se anima a denunciar, ya que el único que puede ejercer la denuncia, por su cargo, es él precisamente ¡Qué ironía!
El contexto
Desde el inicio de la administración de Carlos Salinas, la Secretaría de Hacienda, al mando entonces de Pedro Aspe, reconoció los grandes huecos en la política recaudatoria y la administración fiscal, de tal suerte que la evasión, la elusión y la defraudación fiscales eran un deporte nacional, con la consecuente merma en los ingresos públicos Las campañas moralizadoras, concientizadoras y los llamados de buena voluntad a pagar impuestos, de los gobiernos anteriores, habían resultado infructuosas
Ante ello, el gobierno de Salinas decidió olvidarse de esas campañas y sus slogans y figuras publicitarias -pagar impuestos es cumplir con México, Lolitas, Justinos Morales y cosas por el estilo- como fórmulas para que los mexicanos cumplieran con sus obligaciones fiscales Desde la Subsecretaría de Ingresos, comandada por Gil Díaz, se elaboró una nueva estrategia, cambios legales mediante, en la que se concluía que eran mejor las amenazas, el uso de la fuerza y aun la cárcel, para obligar a los contribuyentes a pagar impuestos
Las modificaciones fiscales de inicio del gobierno llevaban una idea implícita: todo contribuyente es no sólo un sospechoso de evasión, sino también un defraudador fiscal en potencia Con eso en mente, Hacienda se volcó a las calles, contra personas y empresas, en una búsqueda afanosa de presuntos delincuentes, cuyos dineros, también presuntamente mal habidos, le hacían falta al erario
Y empezó la cacería, el famoso terrorismo fiscal del que Gil Díaz fue ideólogo y brazo ejecutor Durante el primer año, cayeron miles de contribuyentes en todo el país, de todos los tamaños, de todo tipo de actividad económica Con un ingrediente adicional: para mostrar la mano dura, para que presuntos evasores y defraudadores escarmentaran en cabeza ajena, para asustar y obligar al pago de impuestos, Hacienda ideó irse sobre nombres públicos Fuero muchos, pero entre los relevantes se recuerda fácilmente a Eduardo Legorreta, Rod Stewart, Yolanda Vargas Dulché y toda la familia De la Parra, Sergio Bolaños (prestanombres de La Quina), grupos industriales como el Santa Fe y el Ferretero Amutio, entre otros
Y, por supuesto, el rockero Laureano Brizuela, quien tuvo la mala idea de denunciar penalmente a Raúl Velasco hijo, su representante y cabeza de Producciones Vela, quien además de encargarse de prácticamente toda la parafernalia que hay detrás del trabajo artístico (promociones, contratos, presentaciones, cobro de adelantos, etcétera) le llevaba su contabilidad, pero resulta que Velasco no declaraba ni pagaba impuestos debidamente ni cumplía en tiempo y monto los pagos al numeroso personal involucrado en las actividades artísticas de Brizuela Muchas veces pagaba con cheques sin fondos
En su libro, el cantante cuenta con detalle la manera en que Raúl Velasco, conductor entonces de Siempre en domingo, movió sus influencias en las altas esferas del poder -habló con Fernando Gutiérrez Barrios, secretario de Gobernación y con el propio presidente de la República, Carlos Salinas-, para evitar que su hijo cayera en la cárcel o, al menos, pagara lo defraudado a Laureano Cuenta que fue el propio Salinas quien lo envió con Gil Díaz para que lo ayudara
Acusa Brizuela que para evitar la acción del fisco en contra del hijo de Velasco, Gil Díaz le pidió a Raúl padre que se mochara con la mitad de lo que debía pagar aquél No habla de cantidades, pero la acusación original contra el cantante fue por una presunta evasión de 52 millones de pesos, que acabó pagando con todo y recargos Reproduce este diálogo que, dice, una muy buena fuente le contó:
Raúl Velasco: ¡Óigame, pero aun el 50% es mucho dinero!
Gil Díaz: Bueno, eso es lo que hay Por el 50% le doy el finiquito o nada Si no, vamos a proceder
Cuenta que Emilio Azcárraga Milmo le prestó a Velasco el dinero que le exigía Gil Díaz, pero aun así, el fisco no cejaría en su empeño contra Velasco hijo Eso se lo hizo saber Gutiérrez Barrios, quien le aconsejó que sacara a su hijo del país Y, sí, éste se fue a Alemania
El asunto de la mochada -usa ese término- lo recuerda varias veces Brizuela en su libro
Infamia del poder en México Mi crónica del terrorismo fiscal, sus víctimas y sus inquisidores, es un testimonio muy completo sobre el acoso que el llamado Ángel del Rock sufrió por parte de Gil Díaz Siempre en primera persona, Brizuela cuenta todo con detalle: la forma en que fue detenido en el aeropuerto, procedente de Miami, donde fue sacado a jalones por elementos del grupo Tiburón de la PGR, especializado en delincuentes de alta peligrosidad, y llevado a los separos de ese órgano en la calle de López, donde no le dejaban hacer ni una llamada telefónica Su estancia en el Reclusorio Norte, donde vivió días aciagos, siempre con el alma en vilo, y donde sólo su fama pública y el reconocimiento de los presos -sobre todo de los que estaban allí por delitos contra la salud, que le daban protección-, evitó que lo lastimaran físicamente Aun así, no se libró de un ataque con picahielo, mientras se bañaba, que le rasgó parte del abdomen
En el reclusorio conoció personalmente lo que todo mundo sabe: la corrupción de los directores, los privilegios a narcos, los códigos internos, el dinero y la droga que circula, la estancia de gente inocente
No deja de señalar las traiciones de su disquera, de gente de Televisa, la intentona de Gobernación de deportarlo, sus pláticas con Coello Trejo, el decomiso de su camioneta -con la que se quedó un funcionario del SAT-, su batalla jurídica, infructuosa, por recuperar lo que Hacienda le robó Pero sobre todo cuenta, con un sentido pesar, el daño que sufrió su familia, la desintegración, la permanente zozobra de su esposa -estaba embarazada cuando lo aprehendieron-, la bulimia y anorexia de su hijo mayor a consecuencia, según médicos y psiquiatras, del descuido que implicó el dedicarse, casi de tiempo completo, a defenderse de la infamia de la que fue objeto l