¡Qué lástima!
México, D F, 31 de julio (apro)- Confusos y confundidos humanos: ante la muerte de las ideologías que padecen, la liquidación de las verdades evidentes que sufren, el final de los absolutos que tienen que soportar y la universalización del relativismo de todo lo que están experimentando, mucho me halaga que una servidora sea la única ancla que asegure la regulación y el ordenamiento de sus vidas ¡Mil gracias!
Mucho me halaga, insisto, escuchar cada dos por tres que, para legitimar sus actos y decisiones que resuelven los más importantes y por lo tanto determinantes problemas de sus existencias, para solucionar las más graves dificultades que surgen en su sociedad o los más espinosos conflictos a que dan lugar el choque de sus intereses, hombres, digan y sostengan una y otra vez, hasta el cansancio, que lo hacen con estricto apego a la ley y conforme a derecho ¡Felicitaciones!
¡Qué bueno que eso dicen! Y que malo, para ustedes y para una servidora que, de dicho al hecho haya siempre mucho trecho, y que en ese tránsito, que del plato a la boca se les caiga la sopa por lo general Puede que eso les suceda, lo admito, por ignorancia, por torpeza e, incluso, por distracción, por no tener en cuenta y no llevar a la práctica el dicho popular en la vieja Roma (cita de memoria): "No basta que la mujer del César sea honesta, también tiene que parecerlo", y también por no considerar el refrán que advierte: "Nunca hagas cosas buenas que parezcan malas" ¡Qué lástima!
Sí, que lamentable que se den esos casos, ya que la ignorancia, torpeza o distracción de esos individuos, que en sus decisiones no tiene en cuenta lo acabado de señalar, hacen que sus intervenciones, sobre todo en problemas vitales, determinantes para esa su sociedad, complican más los mismos, con lo que dividen más a la sociedad, la hacen más conflictiva
Lo de menos es que tales individuos, por su desaseada actuación, terminen desacreditándose a si mismos Ni modo; lo peor y más grave es que los mentados, con sus desaseadas acciones socavan la credibilidad de la institución que representan y a la que sirven, la que sea, le quitan por lo mismo autoridad e, incluso, le restan la respetabilidad que pudiera merecer ¡Para llorar! ¿O no es así?
Desafortunadamente, aún cuando esos susodichos, que con su ignorancia, torpeza o descuido han hecho sospechosas sus decisiones y puesto en tela de juicio a la institución para la que trabajan, se desgañiten diciendo en todos los tonos que actuaron con estricto apego a la ley y conforme a derecho, no van a faltar quienes no los crean Y menos los van a creer cuanto más lo repitan y repitan por aquello de "explicación no pedida, acusación manifiesta" ¡Que infortunio!
Y no es eso todo, pues los individuos que, con sus desaseadas acciones hacen sospechosas sus decisiones y a las instituciones para las que trabajan, y luego intentan justificarse citando, invocando a la ley y el derecho, no pretenden otra cosa que cubrir con palabras las lastimosas consecuencias de sus malas tareas y eso, por la inercia de los hechos, lleva a los maliciosos, que no faltan entre ustedes, estimados humanos, a mal pensar Y con razón, ya que ese universal relativismo que tienen que soportar alimenta el mal imaginar al hacer que en pensamiento, palabra y obra tengan explicación y hasta justificación y se legitimen frases como las siguientes: "Hay actividades que pueden ser dañosas, pero no dolosas"; "puede ser una acción atípica, pero no ilegítima"; "este negocio puede ser inmoral, pero no es ilegal"; "esta operación no es equitativa, pero es legal", todo lo cual fomenta, díganme si no es así, que los maliciosos puedan pensar y hasta decir con el viejo Solón, el legislador ateniense: "Las leyes, como las telas de araña, enredan al débil, pero son rotas por los fuertes"; a que los maliciosos se sientan autorizados a pensar y decir: "hecha la ley, hecha la trampa", expresión común en la imaginaria del pueblo
Tanto repetir, insisto, que se actúa con estricto apego a la ley y conforme a derecho y esa machacona invocación no resuelva, por lo que gusten y manden, lacerantes problemas de inequitativo reparto de la riqueza, de brutales desigualdades y humillantes marginaciones, habrá maliciosos que piensen que lo que verdaderamente se impone y funciona es la "ley del embudo", la "ley de Herodes", la "ley de Caifás" ¡Qué lástima!
Por el bien de todos, el de ustedes, los humanos, y el de esta servidora: ¡cambien esa situación!
La ley