Paisaje familiar de Fidel Castro Ruz

lunes, 14 de agosto de 2006 · 01:00
México, D F, 14 de agosto (apro)- Son escasas las biografías del líder cubano Fidel Castro donde se retratan sus orígenes familiares, infancia, épocas escolares, amoríos tempranos y otros episodios íntimos de su adolescencia, antes de emprender la gesta libertaria por la isla y encumbrarse como uno de las figuras más extraordinarias de América Latina La periodista Katiuska Blanco Castiñeira (La Habana, 1964), Premio Literario Abril, va en pos del Fidel niño y nos lo entrega de carne y hueso, agigantándose en Todo el tiempo de los cedros Paisaje familiar de Fidel Castro Ruz (Editorial Océano de México, 361 páginas, 2006), con acertada recreación de ambientes, diálogos y hasta pensamientos de los protagonistas para esta memoria novelada, cuya riqueza revela un personaje nuevo, desconocido tal vez por la historia, pero igual de fascinante A partir de testimonios personales, entrevistas, información de primera mano y una cuidadosa pesquisa bibliográfica e iconográfica, Katiuska Blanco logra impactarnos con este delicado trabajo literario, recreado con sutileza y minucia, como afirma la solapa de esta edición en Editorial Océano: "Se nos aparecen así, desde una nueva perspectiva, los padres del comandante en jefe, Ángel y Lina, su infancia en Birán, sus primeros estudios en Santiago de Cuba, sus hazañas atléticas, sus luchas estudiantiles, su viaje a México?" El prefacio es de Guillermo Cabrera Álvarez, conteniendo además multitud de fotos, mapas, árbol genealógico y cartas documentales El libro apareció hace dos años en Cuba y, para nuestros lectores de Apro, hemos tomado un fragmento de "Ausencia", el penúltimo de los 17 capítulos que integran Paisaje familiar de Fidel Castro Ruzdurante su estadía en nuestro país (Presentación y selección: Roberto Ponce) Ausencia Alfonso, el hermano de Gildo Fleitas, uno de los combatientes que atacó el Mocada junto con Fidel, llevaba tiempo trabajando en las oficinas de Birán Habían decidido marcharse y todo indicaba que no habría forma de persuadirlo Don Ángel lo lamentaba porque en los últimos años nunca había funcionado mejor la administración de la propiedad y, obligado por su ausencia, tendría que revisar él mismo los papeles de la firma Envuelto en la vorágine casi ininteligible de las contadurías, el bastón apoyado en la silla de trabajo, con el sombrero sobre la mesa y el tabaco entre los labios, don Ángel atendía las informaciones del noticiario cuando de pronto escuchó que Fidel se encontraba enfermo, muy delicado de salud Una punzada leve le hincó el pecho, se impresionó y comenzó a pasear la habitación con demora Una aflicción de témpano en pleno deshielo se reflejaba en su rostro, sudaba mucho y miraba a su esposa buscando refugio Sobre los hombros de Lina pesaba la preocupación por todos Primero Raúl y luego Fidel marcharon a México, casi de inmediato, tras la amnistía, a mediados de 1955 A la alegría inmensa de tener al menor de los varones en la casa, le siguió la certeza de que su vida corría peligro Cuando Raúl volvió a Birán, conversó largamente con su padre, porque no lograba convencerlo; el viejo no quería que sus hijos se fueran tan lejos, y sólo cambió de opinión esa misma tarde al escuchar el noticiero, donde aseveraban que existía una denuncia contra su hijo menor por poner una bomba en el cine Tosca, en la Víbora, un lugar desconocido para Raúl Aquel encuentro fue la despedida definitiva, aunque ninguno de los dos tenía esa certeza, probablemente el viejo lo intuía En la pequeña habitación que era utilizada por don Ángel como oficina-comedor y salita privada, Raúl se dirigió al viejo y le dijo: "Ya ve, papá, no nos queda otro camino" Y el viejo asintió, resignado y triste, seguro de que era inevitable aquel sacrificio Después, Raúl se asiló en la embajada de México y partió hacia el país azteca Una semana más tarde viajó Fidel, el 7 de julio, cuando ya no era posible soportar el ambiente asfixiante de probables atentados, censura radial y televisiva y persecución constante Para entonces había sido designado como máximo dirigente del Movimiento 26 de Julio Al salir de Cuba, dejaban integradas, además, la dirección nacional y la de Oriente Ramón fue a verlo en La Habana y le aconsejó guarecerse en una embajada, pero Fidel aseguró con su acostumbrada intrepidez política que se iba por el aeropuerto Los hermanos se fotografiaron en la escalinata, frente al alma máter de la Universidad de La Habana, y se despidieron por un prolongado e irrecuperable periodo de tiempo (?) Fidel recordaba lo que su padre, anciano y enfermo, decía con frecuencia: que iba a morir sin ver de nuevo a sus hijos Podía comprenderlo bien porque ahora, antes de marchar a Cuba, él vivía una situación muy similar, tras encuentros y desencuentros obligados, se despedía otra vez de su hijo Fidel Ángel, sin saber si algún día volvería a verlo Había recibido de él una pequeña nota, escrita en 1955 Con la caligrafía de sus seis años y un "Querido papá", encabezaba las palabras en las que le confesaba cuánto lo extrañaba, le deseaba que estuviera bien, le decía que al terminar esa carta iba a jugar pelota y le pedía que se cuidara "Juego a los soldaditos todos los días", y finalmente se despedía con "un millón de besos de tu hijo que te adora, F Ángel" El 18 de noviembre de ese año, redactó una composición sobre sus padres: "(?) yo amo a mi papá porque él es muy bueno conmigo (?)", y expresaba que lo quería ver porque hacía mucho tiempo que no lo veía Meditaba cuánto había quedado por preguntar al viejo, por saber de su vida Habría sido maravilloso conversar con él sobre esas mínimas cosas que, sólo cuando alguien no está, se definen como una nebulosa densa e impenetrable Fidel debía crecerse ante la amargura de la pérdida; razonaba y soportaba, pero ninguna de esas actitudes mitigaba su pena Para él la fortaleza no consistía en la insensibilidad Necesitaba ser fuerte y lo sería Sólo quien es capaz de ser sensible debe sobreponerse, aunque nunca consiga olvidar Permaneció en silencio y abstraído, perdido en los recuerdos Colocó los tabacos al lado del agua Tenía quince años cuando el viejo le brindó por primera vez habanos y vino, como una forma de distinguirlo sin palabras ni elogios, porque respetaba su presencia y autoridad con una discreta admiración inconfesada Con el clima seco de México, la capa suave de los tabacos se debilitaba y se partía Tomó uno de los que conservaba intactos y comenzó a absorber el humo con la misma fruición con que su padre lo hacía el día que ellos asaltaron el Cuartel Moncada Años después, en los días difíciles de la sierra, se acostumbraría a reservar uno en la mochila para los momentos más reconfortantes y los más difíciles Así conseguía soportar la escasez, hasta que llegaban buenas o malas noticias Si se trataba de un acontecimiento feliz, lo disfrutaba sentado en un horcón caído Si llegaba una noticia dolorosa, sobre un compañero muerto o un problema grave, entonces se apartaba y fumaba pensativo su tabaco Raúl, impresionado y triste, escribió entonces a su hermana Juanita: "Con la muerte de nuestro padre, sé los sufrimientos que estás pasando El tiempo y el ánimo no me permitieron hacerte unas líneas A última hora es ya imposible, pero reenvío esta foto y con ella todo el cariño que por ti he sentido, reiterándotelo una vez más Llénate de fortaleza y valor, ya que los tiempos que se avecinan así lo requieren ¡Ojalá los pueda ver pronto a todos! Te quiere siempre Tu Raúl Nov 24 de 1956" (?) Con una precisión de relojero o de afinador de pianos, Fidel había preparado la expedición a Cuba, una meticulosidad sólo comparable con la otra de Fernando Magallanes, al pensar en el avituallamiento de sus barcos para la búsqueda extraordinaria de un paso del Atlántico al Pacífico El jefe de la expedición a Cuba posiblemente conoció los ímpetus del portugués por las lecturas del austriaco Stefan Zweig No olvidó embarcar lo imprescindible en el yate Granma: las geografías del Caribe y de las corrientes del Golfo de México, las armas, las galletas y el agua, las historias de gaviotas, delfines y huracanes, las mochilas y las cantimploras, las cajas de balas, las linternas, los libros, la radio, el ansia revolucionaria de cada uno de los 82 hombres, y aquella definitiva resolución de desembarcar con un fusil en el hombro, en una costa cualquiera de Cuba Las imágenes se superponían unas a otras El río Pantepec permanecía en calma aquella noche de noviembre de 1956, pero mar afuera la situación era otra Los relojes y los sueños sincronizaban su tiempo El oleaje estremecía la estructura del barco Cuando iniciaron la travesía sobre aquel mar violento, los hombres, doblados sobre sí mismos como ovillos de lana, soportaban a duras penas el mareo y las náuseas El argentino, Ernesto Guevara, aún no conocía la sonrisa de Camilo Cienfuegos En el yate, el argentino buscaba anhelante las ampolletas de adrenalina mientras sus pulmones se ahogaban de tanto retener la brisa Se le hundían los ojos en un abismo insondable y opaco, con una palidez ascética y una sensación aletargada por la adrenalina que le inyectó Faustino No soportaba las crepitaciones de los huesos y la piel en ese inhalar y exhalar desesperado como el jadeo de un perro viejo, agotado Esbozó una sonrisa Permanecía desvelado mientras los otros dormían en un confuso ambiente de alientos y sudores Olía a sal, aceite, pintura y vómito El ayuno y los hedores mareaban la vista, ensordecían los oídos en agudos timbres y revolvían el estómago hasta los espasmos El yate apenas avanzaba Las vigas de madera parecían quebrarse a cada bofetada de las olas El argentino volvió a sonreír en un gesto sutil, elegante y sin apuros La sonrisa era su talismán, como una rebelión contra la inflamación de los bronquios, la timidez de sus pulmones En los entrenamientos de Rancho Santa Rosa, donde disparó unos 650 cartuchos y caminó los siete andares, realizó planchas disciplinarias por "pequeños errores al interpretar órdenes y leves sonrisas (?)" Evocaba la fría noche en que había conocido a Fidel en casa de María Antonia Desde el principio, sintió que lo ligaba un lazo de romántica simpatía, la idea que valía la pena morir en una playa extranjera por un ideal tan puro Después, en las prácticas de tiro y en la preparación guerrillera, aprendió las tácticas de la guerra con Alberto Bayo, un veterano de la Guerra Civil Española, y tuvo la impresión de que era posible el triunfo Su puntería empezaba a perfilarse como la de un cazador profesional cuando lo detuvieron en el Rancho y lo trasladaron a la cárcel de inmigración Entonces surgieron sus temores porque de extraditarlo para Argentina, la distancia entre sus afanes y Cuba sería inmensa, casi insalvable, y él no podría vivir como un rifle guardado en el escaparate de una armería mientras la revolución americana estaba afuera Fidel no lo abandonó porque no conocía esa palabra y no aceptó ser liberado, si con él no liberaba también al joven Guevara Fidel agradecería siempre al general Lázaro Cárdenas por interceder a su favor para que lo que pusieran en libertad Poco tiempo después, la deserción de un hombre en el campamento de Abasolo convirtió en una cuestión vital salir de Tuxpan en el momento programado: la noche del 24 al 25 de noviembre

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