El color del tiempo, de Pablo Aguinaco y Rafael Vargas
México, D F, 29 de octubre (apro) Un homenaje al color es El color del tiempo, volumen singular que acaba de editar Artes de México
Se trata de un ejercicio a cuatro manos o cuatro ojos que realizan el fotógrafo Pablo Aguinaco y el poeta Rafael Vargas, ya que sus trabajos se entremezclan: el del primero, con 41 fotografías, donde el color estalla (incluso por contraste, como en la toma desde arriba de un auto marfil o en el tono sepia del árbol y su sombra), y el segundo convertido en ensayista con su disertación sobre el espectro cromático
Aguinaco, quien siempre sintió atracción por las artes plásticas, estudió fotografía en la Escuela de Artes Visuales de Bélgica El color del tiempo representa el resultado de una cuidadosa selección de trabajo fotográfico de 30 años, en los cuales ha captado con su cámara distintos espacios, pero siempre con el sello que caracteriza su obra
Por su parte, Rafael Vargas estudió ciencias de la comunicación en la UNAM y se ha desarrollado como escritor y traductor participando en publicaciones como Biblioteca de México, Revista de la Universidad y Proceso Entre sus libros destacan El habitante de la niebla, Escritura la flor y Signos de paso, así como diversas traducciones Ha sido agregado cultural en distintas embajadas y miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte
Del texto de Vargas se transcribe un breve fragmento:
"¿Qué nos dicen los colores? Empleados sobre la base de un consenso social pueden transmitir mensajes precisos y muy definidos Pero ni se les puede utilizar como si fuesen una escritura Su verdadera vocación es ambigua, polisémica Apelan a la emoción antes que a la razón Ponen en marcha sutiles operaciones psicológicas, desatan asociaciones, exaltan y apagan
"Y nosotros, ¿qué podemos decir de ellos? Aparte de colgarles un epíteto para distinguirlos (amarillo paja, amarillo canario), no mucho
Podemos hablar de su historia, de los procedimientos que se han desarrollado para producirlos, de los valores emocionales que los decoradores de interiores y publicistas asignan a cada color, a cada tono
Pero, ¿qué es lo que verdaderamente puede decirse del verde? Nuestras limitaciones de interpretación en términos verbales son enormes Resulta mucho más fácil para un músico aproximarse a la interpretación de un color a través de la equivalencia de éste con un sonido que para un escritor, quien para rimar sonidos y colores acaso tendría que acudir a experimentos onomatopéyicos
"Por algo los músicos hablan también de escalas cromáticas Alexander Scriabin, por ejemplo, trazó una correspondencia entre colores y notas musicales, basada en el llamado ?círculo de quintas? (una sucesión ascendente o descendente de notas musicales separadas por intervalos de quinta), estructura en la que Do es rojo; Sol, naranja y rosa; Re, amarillo; La, verde; Mi, azul blanquecino, etcétera Otros músicos identifican los sonidos de instrumentos con colores específicos --el del violín con el verde, el del azul con el oboe La idea de una correspondencia entre las ondas sonoras y las longitudes de onda de la luz ha ocupado la imaginación de innumerables artistas y científicos--, entre estos últimos, el propio Newton y el matemático francés Louis-Bertand Castel, quien a mediados del siglo XVIII escribió un tratado sobre la melodía de los colores: Optique des couleurs, e inventó el clavicordio ocular o cromático, cuyo teclado hacía que la luz pasara través de cristales entintados con diversos colores
"Sin embargo, desde una perspectiva científica, tal correspondencia ilusoria sólo es real desde la ótica de la poesía"