El ropero de Frida

lunes, 29 de octubre de 2007 · 01:00
* El deslumbramiento de una "profanación" Monterrey, N L, 29 de octubre (apro)- Clausurada como una tumba durante más de 50 años, porque así lo quiso Diego Rivera, la sala de baño de Frida Kahlo fue "profanada" Su contenido deslumbró a propios y extraños que vieron en las prendas de la artista, la posibilidad de aproximarse más a su personalidad, mediante la recuperación, clasificación y estudio de sus atavíos En medio de los festejos por el centenario del nacimiento de Frida Kahlo y de la polémica desatada por la crítica de arte Raquel Tibol sobre la autenticidad de dos de sus pinturas, el Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León (Conarte), presentó el libro El ropero de Frida, editado con Zweig Editoras, en coordinación con el Museo Dolores Olmedo y el Museo Frida Kahlo, en el marco de la Feria Internacional del Libro de esta ciudad La presentación del libro estuvo a cargo de Romeo Flores Caballero, director de Conarte, así como de la crítica de arte y actual vocera del organismo, Norma Garza En el libro se exponen los textos de las hermanas Magdalena y Denise Rosenzweig, restauradoras que se encargaron de trabajar las casi 280 piezas encontradas en el baño privado de la artista, que permaneció clausurado hasta abril de 2004, cuando el Museo Frida Kahlo y el Comité Técnico del Fideicomiso Diego Rivera-Frida Kahlo del Banco de México, autorizaron la reapertura del baño en La Casa Azul y la recuperación de su contenido El artículo "Los hallazgos en el baño de Frida", firmado por las hermanas Rosenzweig, abre el libro --de 192 páginas, en edición de lujo y pastas duras; su costo fue de un millón 200 mil pesos--, donde se presenta una muestra gráfica de las prendas y la forma en que se encontraron dispuestas en el pequeño ropero del baño, de los fotógrafos Graciela Iturbide y Pablo Aguinaco, cuyas imágenes alternan con otras donde aparece Frida modelándolas Además, cuenta con una explicación sobre la selección, inventario y clasificación de los objetos encontrados, a la que se agrega un glosario para clarificar el tipo de prenda, los materiales y su origen, realizado en colaboración con Lydia Lavín, del Departamento de Diseño Textil de la Universidad Iberoamericana Ampliamente anunciado por Conarte, cuyo director Romeo Flores Caballero ha dicho que existen peticiones de empresas libreras norteamericanas, francesas y alemanas, para producirlo con traducción a sus respectivas lenguas, El ropero de Frida Kahlo, en su primera edición, consta de 5 mil ejemplares, de los que cuatro mil son vendidos por Conarte en librerías de todo el país, y mil quedaron a disposición del Fideicomiso Museos Diego Rivera y Frida Kahlo, que decidirá su destino El libro cuenta con los ensayos de Teresa del Conde, quien hace una contextaulización histórica (Los Looks de Frida Kahlo), y de la antropóloga Marta Turok (Los Ajuares de Frida: Eclecticismo y Etnicidad), quien investigó los orígenes de las prendas y les dio una interpretación respecto de la pintora, valiéndose de la clasificación de las restauradoras y Lydia Lavín Durante más de 50 años, la sala de baño de La Casa Azul permaneció cerrada por disposición de Diego Rivera, por lo que su contenido fue expuesto al deterioro de la humedad y el tiempo, explican las restauradoras, quienes luego de hacer una breve descripción de la casa donde nació y murió la pintora, narran la forma en que descubrieron el sitio sobre el que dicen "se sabía lo que resguardaba", pero nadie había visto El cuarto de baño, de aproximadamente ocho metros cuadrados ?dicen las hermanas Rosenzweig, quienes trabajan el proyecto desde la apertura--, tenía al frente una tina blanca, en la que había diversos aparatos ortopédicos desgastados y sucios por el paso del tiempo En uno de sus extremos estaba la prótesis de la pierna derecha de Frida El texto continúa con una metódica descripción de cada objeto dispuesto en el claustro íntimo de Kahlo: una mesa blanca desvencijada sobre la que estaban medicinas, perfumes, cremas y una dentadura postiza "El pequeño ropero de factura sencilla (sic) guardaba lo más preciado del lugar Su contenido nos deslumbró, ya que ahí se encontraba gran parte del guardarropa de Frida Asombrosamente, las prendas estaban relativamente en buen estado, gracias al abrigo de esa antigualla que las protegió de la luz y el polvo" Continúan: "Al manipular y desdoblar las piezas por primera vez, nos invadió un sentimiento de profanación, que debimos matizar en las siguientes sesiones de trabajo para realizar nuestra labor de manera objetiva" La visión del deslumbramiento Impreso en color, el capitulo titulado Una visión de Frida, presenta seis fotografías de Gabriela Iturbide, que en la página 17 muestra la prótesis calzada, en la soledad de un piso azul En las páginas 68 y 69, la fotografía a color de Pablo Aguinaco al "huipil tehuano de terciopelo bordado a máquina con la técnica de un golpe; en agua de holán del istmo, confeccionada con algodón estampado" sobre una cama, establece un contraste de color, espacio y tiempo, frente a la fotografía blanco y negro de Giséle Freund, tomada en 1952, titulada Frida en su recámara de la Casa Azul, que presenta a la artista recostada usando el huipil El juego de contrastes prevalece a lo largo del libro e, inclusive, se plantea frente al famoso óleo Autorretrato con el retrato del Dr Farril, de Frida Kahlo, que data de 1951 Postrada en silla de ruedas junto al caballete que se dispuso también para la fotografía de Aguinaco donde un maniquí modela el huipil zapoteco de lujo de Yalalag, con aplicación de trencilla y flecos de artisela, haciendo juego con una falda de tafeta de seda que la artista usó para el autorretrato (páginas 114 y 115) El registro de imágenes no está desprovisto de cierta fascinación mórbida, a pesar de los esfuerzos de las autoras para evitar detenerse "en la historia patológica que a la postre la destruyó", reflejada en la prevención explícita de Teresa del Conde al inicio de su ensayo, que no logra cumplir del todo Y es que, además de la prótesis solitaria, se presenta una imagen del apilamiento de medicamentos, ungüentos, perfumes y otros artículos dispuestos sobre la mesa; una bata de hospital, en la que se distingue la inscripción "Hospital ABC", manchada de pintura que, por sus tonos rojizos, da la impresión de sangre y vale la evocación de Teresa del Conde a "la terrible foto sobre la camisa balaceada de Maximiliano, tomada en 1867, que nos legó Francois Aubert" Del Conde abunda sobre la forma en que Gabriela Iturbide acomodó en una tina (recordando la pintura Lo que el agua me ha dado, dice) algunos de los corsés y aparatos ortopédicos que Frida padeció, y los hizo acompañar de un cartel de Stalin "Resulta curioso que, entre estos enseres, se encontraran también prendas (cubrebocas, cubrellantas, batas) que se ubican en el contexto quirúrgico Tal vez Frida solicitó a sus médicos que le dejaran algunas como testimonio", dice Los créditos fotográficos son de : Lola Álvarez Bravo, Florence Arquin, Claudia Garza, Juan Guzmán, Liebman Hermann, Guillermo y Antonio Kahlo, Berenice Koldo, Leo Matiz, Agustín Maya, Tina Modotti, Nicolás Muray, Lionel Reis, Alejandro Vallejo, Edward Weston y más de una decena de anónimos de diversas colecciones El ropero de Frida es esencialmente gráfico Viaje al pasado profundo de México En la presentación del libro, Flores Caballero describe El ropero de Frida, como "un viaje al pasado profundo de México", y precisa que se trata de "un recorrido didáctico que, gracias a las revelaciones del ajuar de Frida, muestra la vida social y política de la primera mitad del siglo XX Pero, sobre todo, las vicisitudes de la historia de un arte enraizado en la más pura tradición ideológica del muralismo mexicano Heredero de los códices de las culturas originales" La antropóloga Marta Turok es responsable de un recorrido por el origen de las telas, las prendas, los accesorios y los objetos en torno a ellas Considera que la imágenes de Frida cobran nueva vida y significado a partir del guardarropa de la artista A cargo de revisar cada pieza y corroborar su lugar de origen, los materiales y técnicas de elaboración, se asoma al arte textil indígena y la moda durante el período de 1930-1945, advierte que falta información documental sobre la manera en que Frida conseguía la indumentaria, cuyo gusto por vestir es consistente con la forma en que los habitantes de La Casa Azul se rodearon de objetos artesanales A partir de las obras Mi vestido cuelga ahí y Memorias, Turok hace un llamado a la tendencia en textos y libros consultados a generalizar y proyector una imagen de la artista asociada a su traja de tehuana, y abunda sobre la variedad de prendas de origen indígena, así como en su pictórica, de huipiles y enaguas de la región zapoteca del Istmo, pero también prendas étnicas de México, Guatemala y China, junto con un nutrido grupo de prendas europeas y estadunidenses, blusas y falsas hechizas Para la investigadora, Frida Kahlo no era purista, pues no vestía como indígena, sino que forjó un estilo en el que casi siempre combinaba, mediante un análisis cuidadoso de sus atuendos, diversos elementos de su guardarropa "Su eclecticismo refleja una forma de expresión personal y proyección estética Cuando plasmaba prendas en sus cuadros ?dentro o fuera de su propia piel-- parecía realzar la importancia de su pasado realismo (sic)", señala El ensayo analiza la indumentaria de la pintora desde un punto de vista etnográfico, que conduce a un recorrido sobre los lugares de procedencia, a través de los capítulos: "La indumentaria del Istmo"; "Los Ajuares itsmeños en Frida, Mujeres Mesoamericanas": "Identidad e Indumentaria"; "La Chinantla, La Mixteca Alta, La Costa Chica", entre otros que remiten a prendas huanengas y purépechas, hipiles mayas de Yucatán, un capítulo para abundar sobre rebozos y chales, uno más para peinados y tocados, entre otros "Nada parece casual en los ajuares de Frida, cuando las escudriñamos de pies a cabeza en fotografías y cuadros, y mediante la revisión física de su guardarropa Tuvo predilección por las fibras naturales, como la seda y el algodón, incluyendo paños de lana y artisela En el color, asimiló los juegos que hacen muchas indígenas y campesinas al combinar dos tonos complementarios con uno contrastante A través de su diario nos obsequió el valor sensorial que otorgaba al color, y esto se extiende a toda su obra, que sin duda incluye el ritual de vestirse"

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