¿En qué se vive?

lunes, 19 de noviembre de 2007 · 01:00
México, D F, 19 de noviembre (apro)- Afligidos vivientes: no me extraña que sufran, que vivan la zozobra que causa la inseguridad generadora de la duda y la desconfianza, que vivan en la angustia que engendra la marginación, la soledad, y me inquieta e, incluso, me indigna su incapacidad para reconocer que la aflicción y hasta la desesperación que a tantos de ustedes afecta, se debe en gran medida a que políticamente viven en el error La mayoría de ustedes cree y asegura que vive en república democrática cada vez más global Este servidor de ustedes les dice que no es así, que no tienen tal vivencia Verdad es, tonto sería el negarlo, que la inmensa mayoría de ustedes, los vivientes, ya no respiran bajo el imperio de monarquía alguna, por lo que comprendo muy bien que no puedan sentir, no entiendan y, por lo tanto, no puedan ejercer el valor en que se fundaban las mismas: el honor Lo lamento, pero tengo que decirles que tampoco viven en república democrática, como afirman, lo que explica que tampoco sienten, entiendan y practiquen el valor en que se fundan las mismas: la virtud Y por no ejercer la virtud, es por lo que no viven en esa tríada, por todos siempre tan deseada, que forman la libertad, la igualdad y la justicia Me siento frustrado, lo confieso, pues veo, con desencanto y tristeza, que en esos sus días, la inmensa mayoría de ustedes vive más bien bajo el imperio de temor, del que este servidor de ustedes aspiró a liberarlos, pues servidor es aquel que, para rescatarlos del temor, que es el medio de que se vale el despotismo para gobernar a los pueblos, apoyó e, incluso, propuso en sus escritos toda clase de frenos contra el mismo Afirmo y sostuve que la libertad es una garantía contra la violencia También propuse y defendí la idea de una sociedad en que la ley coartase la autoridad, dado que ésta, por sí misma, tiende a ser violencia y abuso Igualmente sostuve, justifiqué y defendí la idea, por considerarla una buena forma para luchar contra el despotismo, de la división del poder político en legislativo, ejecutivo y judicial Y todo ello lo hice, como lo han señalado algunos de los estudiosos de mi obra, porque servidor aspiraba a liberar a mis congéneres del temor Deseaba ardientemente, sí, que el temor desapareciera no sólo de la vida social, sino también en el íntimo existir de cada persona Por eso, ante la realidad que viven, me siento como predicador fracasado, pues he visto y comprobado que ni la división del poder político, ni la libertad ni la ley han podido evitar ni expulsar de su vida social ni de su íntimo existir al temor He visto y sigo viendo con tristeza, como la por todos tan anhelada tríada de la libertad, la igualdad y la justicia no funciona en la realidad, ya que la libertad sacrifica con frecuencia, tanto en lo social como en lo individual, a la igualdad y la justicia Con desesperanza y amargura veo y compruebo que, si bien es verdad que la libertad, en esa globalidad en que vive, crea riqueza, no lo es menos que la concentra en exceso en pocas manos, con lo que la igualdad e, incluso, la justicia en no pocos casos quedan al garete; es decir, desgobernadas, sin timón, extraviadas y sin ruta Con desánimo y disgusto veo y compruebo que en esa su globalidad se fomenta y se lleva a cabo, sí, la disminución del poder político, que se están debilitando a los Estados, pero que, por otra parte, con la sacralización de la libre competencia, se está dando paso a que se esté imponiendo la ley del más fuerte en la sociedad, el darvinismo social, que en los hechos práctica, justifica e, incluso, legaliza la manipulación y la explotación de los más desprotegidos, de los pobres, que son los más, por los privilegiados, por los que tienen en sus manos poderes fácticos, como pueden ser el del dinero y la información que son los menos Esta realidad cultiva y permite, por un lado la pobreza, las necesidades que ahogan, por otro la riqueza, los lujos que corrompen, hechos ambos que rompen la armonía social al arruinar las virtudes cívicas y morales, lo que propicia la indiferencia por el bien común y el nacimiento del desencanto, del desaliento y del cinismo, de la arrogancia y del resentimiento Lectores de la presente: reflexionen sobre lo que les he dicho y pregúntense en que viven; reflexionen y respóndanse con sinceridad, pues vivir en tal error político les hace fácil presas de demagogos salvadores o de la "mano dura necesaria" En espera d que así lo hagan por su propio bien, queda de ustedes su seguro servidor El Barón de Montesquieu

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