Un beso que derrumbó "30 siglos de intolerancia"

sábado, 17 de marzo de 2007 · 01:00
México, D F, 16 de marzo (apro-cimac)- La novia vestía de negro, el novio, traje oscuro Y finalmente pudieron dar el beso que tanto esperaban: ella pudo acariciar en público a una mujer de bellos rasgos indígenas Y él pudo hacerlo con quien compartió años de vida en común --antes de que el Estado mexicano les diera su lugar--, el periodista Antonio Medina "Se han dado un beso y 30 siglos de intolerancia se han derrumbado a sus pies", sentenció la dramaturga Sabina Berman al atestiguar la primera sociedad de convivencia en la populosa delegación Iztapalapa, cuando Jorge y Toño formalizaron su unión en un evento público, que incluye un concierto de la Maldita Vecindad y que obligó al cierre de varias calles alrededor de la sede, el recinto delegacional Afuera del edificio principal, bajo una gran lona, se dio cita la prensa nacional e internacional, para dar testimonio de que México ya cambió, al menos en este tema, así como para difundir que cinco parejas obtienen hoy un nuevo estatus legal Al centro del podium, Martha Elena Santana Quintana, titular de la Dirección General Jurídica y de Gobierno en Iztapalapa, dio fe de la unión entre Toño y Jorge, quienes fueron inmediatamente cubiertos de flores y flashes, mientras una pequeña orquesta tocaba "Bésame mucho" Se dieron "un beso de significado histórico, porque no se han besado en una alcoba a puerta cerrada y sin testigos", dijo su invitada de honor, Sabina Berman En un gran día en que ni se lo dieron en la esquina oscura "de un antro culposo", o cuidando que no los detectara una patrulla "En cambio se han dado un beso en una estancia del Estado mexicano, en una estancia de la delegación Iztapalapa, en presencia de una funcionaria pública", prosiguió Bergman con gran emoción Si había allí policías, fue "para proteger su derecho, no para encarcelarlo" Ellas también Más allá, lejos de la atención mediática, Teresa de Jesús Ávila y Graciela Estrada vivieron su propia fiesta, acompañadas de sus tres hijos varones de nueve, siete y cinco años, así como de sus hermanas y un montón de otros niños Teresa, con mirada lánguida hacia su prometida y ataviada con un diáfano traje típico mexicano, confió cómo se conocieron hace dos años en la empresa donde ambas trabajaban Teresa venía de Valle de Chalco, Graciela Estrada, de Iztapalapa Decidieron registrar su sociedad de convivencia, prosiguió Teresa, por un consejo de su madrina Ella es policía y, por el riesgo de trabajo, teme dejar desprotegida a Graciela y a los niños, si algo le llega a pasar Mientras tanto, en el podium de Iztapalapa, Antonio Medina, director de la agencia Notiese, celebraba los siete años que tomó a un grupo de activistas por los derechos humanos ver hacerse realidad en la Ciudad de México la ley de sociedades de convivencia (LSC) en la Ciudad de México Algo más que una boda El otro testigo de la unión de Antonio Medina y Jorge Cerpa, el ombudsman capitalino Emilio Álvarez Icaza, celebró la ocasión como un triunfo al respeto a los derechos humanos Aclaró, por tanto, que las sociedades de convivencia no son una mera concesión del Estado En reiteradas ocasiones, Álvarez Icaza ha destacado también que las leyes de convivencia reconocen la diversidad familiar en el país, y en particular en la Ciudad de México, donde se concentra la mayor heterogeneidad De acuerdo con el Consejo Nacional de Población (Conapo), de los 248 millones de hogares en el país, 2 millones se conforman por personas que no tienen ningún tipo de parentesco Las sociedades de convivencia, aprobada el 16 de noviembre del 2006 en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF), dan reconocimiento legal a hogares establecidos por dos personas del mismo o diferente sexo, mayores de edad y con capacidad jurídica plena para establecer un hogar común, con voluntad de permanencia y ayuda mutua

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