De los tiempos

lunes, 19 de marzo de 2007 · 01:00
México, D F, 19 de marzo (apro)- Lic MAX P DANTE Presente Muy señor mío: el estupor que reprodujo la lectura de su carta en este mismo buzón, me impulso a dirigirme a usted por el mismo conducto para expresarle mi inconformidad con su idea ¿Qué entre todos los tiempos que le han sido dados al hombre, el mejor es el presente? ¡Qué peregrina idea! Perdóneme, Don, pero no entiendo ni puedo explicarme por lo tanto su creencia Según mi leal saber y entender, al género humano, como individuo y como especie, obligatoriamente ha tenido un vivir en el pasado, tiene un vivir en el presente y posiblemente tendrá un vivir en el futuro Eso por una parte, por otra, como se sabe, el tiempo, esto es, la cuenta o medida de las cosas sujetas a mudanza, entre ellas, por supuesto, la existencia del hombre y la especie a la que pertenece, la humana, tiene las particularidades siguientes: a) que el presente que se vive, inevitablemente, siempre se está convirtiendo, constantemente, en pasado? b) que el futuro que se puede vivir, igualmente, de manera continua, se está transmutando en presente? c) presente que a su vez, inevitablemente, siempre se está convirtiendo, constantemente, en pasado Por esta constante de conversiones del tiempo, es por lo que considero desatinada y hasta peregrina su osadía de proclamar y sostener que entre todos los tiempos que le han sido dados al hombre y su especie para vivirlos, el presente, el hoy, el ahora o como quiera llamarlo, es el mejor de los tiempos posibles Reflexione usted, mi Don No es imposible y ocurre con frecuencia, que el presente, por usted tan alabado, sea el más malo de los tiempos para el humano que lo vive, para la especie en general, pues nada garantiza que no se lo tenga que vivir como rehén de las creencias, necesidades y convencionalismos, los que sean, del pasado, que por diferentes pueden perturbar, influir e incluso bastardear pensamientos, decires y haceres del presente Ejemplo de lo expuesto, los integrismos, religiosos, ideológicos, políticos y hasta económicos que están ensombreciendo desde sus inicios a este nuestro siglo XXI También puede suceder --¡y sucede!? que ese su querido y celebrado tiempo presente, mi distinguido Don, sufra de indigestión y por ello, obligadamente, tenga que padecer dolorosos sacrificios, aflictivas privaciones, angustiosas situaciones que debe aguantar, por propia voluntad o le son impuestas a rajatabla al que lo tiene que vivir, y lo vive a cambio de promesas de mejoras, las que sean, a cumplirse mañana y pasado mañana, en el futuro? promesas que igual el que las tiene que padecer, voluntariamente o por imposición, no las podrá disfrutar, bien porque muere antes o no se cumplen nunca Ejemplo: las promesas de los políticos en sus campañas electorales y las rígidas y rigurosas medidas socioeconómicas y hasta políticas que algunos de esos políticos imponen a sus conciudadanos cuyos votos los han llevado al gobierno, al poder En verdad que ante estas ambigüedades del tiempo es, como ya lo he indicado más arriba, de audacia peregrina y hasta ca? ca? cabezón determinar, entre todos los tiempos, cuál es el mejor? o el peor de ellos Pienso, para el caso, que lo más sabio es recordar y no olvidar el párrafo con el que inicia Charles Dickens su novel Historia de dos ciudades Helo aquí: "Eran los mejores tiempos, eran los peores tiempos, era la era de la sabiduría, era la era de la insensatez, era la época de la creencia, era la época de la incredulidad, era la estación de la Luz, era la estación de la Oscuridad, era la primavera de la esperanza, era el invierno de la desesperación, nosotros lo teníamos todo ante nosotros, estábamos yendo todos directamente al Cielo, estábamos yendo todos directamente por otro camino; resumido, la época se parecía a la actual?" Si tenemos en cuenta el párrafo trascrito y al mismo tiempo recordamos el hecho, que por sabido olvidamos frecuentemente (¿por mala memoria? o por conveniencia?), que lo bueno o lo malo de los tiempos que vivimos dependen en gran medida de la actuación del hombre, de todos nosotros, considero que con ello podemos ir tejiendo el hilo que nos ayude a orientarnos y a encontrar la salida del tramposo laberinto que nos representa el tiempo? claro, siempre que tengamos voluntad para llevarlo a cabo? ¿la tendremos? Mi estimado Don, con el deseo y esperanza que la presente le sirva para algo en el hoy de su vida, se despide de usted con el debido respeto que me merece JUAN CONTRERAS

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