"Divas y galanes de la música"

lunes, 18 de febrero de 2008 · 01:00
México, D F, 18 de febrero (apro)- Cae una luna redonda para revelar que esa oscura cabellera agitando rayos seductores por todo el cielo parisino el verano del amor 1949, es un sol que sale del club ABC neoyorquino para iluminar los pasos de una pareja que los reconocen y se acercan "Mira quiénes van saliendo del ABC sin tomar un taxi para su hotel?" Algunos diarios en París los llaman "los enamorados del siglo" y en el breve tiempo que compartieron su cariño, es muy probable que la definición fuese de lo más cierto "¡Edith, Edith Piaf! ¡La niña Piaf, la muñeca que envidian los amantes del Pont Neuf y el Sena, allá va riendo la temperamental Edith La Móme Piaf con su novio, campeón de box, el marroquí Marcel Cerdán, qué suerte verlos caminar esta en una noche tan propicia para amar!, ¿no lo cree Mister Cerdán?" El pugilista, que un año antes era opacado a cada paso por la reina consentida de la canción gala, ahora es saludado con familiar simpatía, los hombres admiran su valor en el ring y es un tipo guapo que basta mostrar una sonrisa a las muchachas para ruborizarlas Sus respuestas son un punch de simpatía, y contesta al galán: "Sólo Nueva York reconoce la belleza de las deidades, y si no existiera Edith con su música de encanto, les juro que esta vida no valdría la pena ni ponerse los guantes ni un solo round, amigo ¿Verdad Edith?" Pero la cantante tiene la mirada puesta en otra pareja que le acerca un bolígrafo, en tres amigos que celebran encontrar a personajes tan famosos y ya bromean con Marcel, así van llegando como la noche, y cuando ella quiere decir algo, es una multitud quien no deja de tocarlos; un chico y su novia la besan como a la redentora del sufrimiento y uno del trío está llorando emocionadísimo, le pide que firme con alguna palabra bonita a su mamá y Edith sabe que es el momento de retroceder para pavonearse en actitud retadora, como si todo aquello y más mereciera Todos escuchan su frase cruel con asombro: "Laissez-moi tranquille?" --¿Qué dijo? --pregunta el admirador con el autógrafo a su madre, aferrando el tesoro de una Piaf bella, de canto maravilloso pero también una mujer dada a desplantes que ahora congelan de viento frío las sombras de su rostro lloroso --Yes, yes, madame Piaf, we were just leaving (ya nos íbamos?) Sin embargo es ella quien los deja plantados en silencio Marcel duda un instante --¿Me llevas al hotel, Marcel, en tu coche de alquiler, por favor? Me duele bastante la cabeza por tomar tanta champaña El momento de magia ha desaparecido en tres segundos con la frase grosera de Edith: "Déjenme en paz?" Ni una palabra, ni un gesto gentil Avanzan dos cuadras como un par de extraños que deben continuar hermanados por las vacías coladeras de Nueva York, apestando su flujo en chasquido Pero una vez que el capote del Cadillac se cierra y Marcel enciende el motor, en la voz de aquel animal de los cuadriláteros hay amargura que, a rugidos, explota: --No tenías que actuar con tanta arrogancia, Edith, no eres así, con lo del dolor de cabeza era suficiente ¿Por qué si cantas que sufres mucho por amor y sólo una caricia te haría feliz, les dijiste algo que nunca olvidarán y quizás sea por lo que más recuerden a la Piaf por el resto de sus vidas? ¡La pedante y malcriada niña Piaf! --¡Con el carnicero de Casablanca que destaja las quijadas de sus víctimas en el matadero de Bronx, a su antojo! --No si me hubieras permitido decirles que el retador me estaba suplicando que no le pegara más y es lo que te estaba contando: El tipo me decía ?déjame durar, Marcel, déjame acabar la pelea?, cuando estaba a punto de mandarlo a la lona" --Y el criminal de los cuadriláteros le permitió continuar hasta que ganó por decisión un pleito que era desde el comienzo pan comido y debiste acabar de inmediato Así hay que quitarse a la chusma de encima y, en cambio, yo me trago los mimos de siempre: "Ayer fuimos a su concierto, Edith canta como una diva gloriosa y usted no tiene rival, Monsieur Cerdán, nunca dejen de venir a Nueva York porque los adoramos de todo corazón, siempre seremos sus fanáticos y si nos invitan vamos a saludarlos a su camerín y pedirles su autógrafo!" --Tu me conoces mejor que nadie, Edith, no estoy en el box para destrozar familias ni dar rienda suelta a mis instintos de asesinos porque no poseo odios hacia mis contrincantes, creo en la bondad humana, y al menos no le grité que era un deportista mediocre, un cobarde más denigrando las coronas del deporte con sus chillidos "Prefiero que me chiflen, que griten lo que me gritaron pero no iba nunca a decirle lo que tú: ¡déjame en paz!, ¿qué ganaba más si de todas formas el tipo ya no podía ni levantar la mirada?" --Somos distintos como personas, Marcel Y nuestras profesiones son muy distintas Tú golpeas, los diviertes y después de la pelea tú los necesitas para que digan rey, pero yo canto para hacerlos sentir los males del mundo, y cuando salgo no tengo por qué darles más Marcel Cerdán chasqueó la boca y dijo molesto: --Por primera vez en todas las noches que hemos vivido con amor desde que me enamoré, lamento decirte que me has decepcionado Edith se aferró a dar su punto de vista: --No era una pelea contigo, Marcel No me reclames nada, pues esos tipos me estaban tocando y besando y pidiendo mi firma, como si les debiera algo No eres justo conmigo --Pues tú hubieras sido más justa con quien te aplaude y esperaba agradecieras esa manifestación de solidaridad con tu gran voz Pero con ese tono fuera de lugar ya saben que no eres la muñeca que sufre para ellos al cantar, sino que sufres de todos modos pues no eres feliz aun si todo el mundo te adora --¡Caray, Marcel, estoy cansada por tanto cantar y tomar en el ABC!, ¿eres tan tonto que no te das cuenta que deseo llegar y descansar? ¡Ya canté, qué más quieren que les dé si ya pagaron su entrada y cumplí! Marcel Cerdán estacionó el auto y miró a su bella novia rebelde, fijó la atención en su pupila y cuando Piaf esperaba un beso, el monarca de Marruecos expresó: --No me has entendido, pero te lo voy a poner de otra manera, y si no es justo lo que te sugiero, puedes pensar lo que quieras y a mí también me dejas con mi decepción, ¿de acuerdo? Escribe Edith Piaf en el capítulo "Je suis infidele" (Soy infiel) de su biografía Ma vie (Presses Pocket, 1998): "Marcel sacó el dulce consejo de sus labios enamorados que habrían de convencerme: --No tienes que besarles nada, ni tener que permanecer en juerga callejera cante y cante La vida en rosa hasta que se harten de la misma pieza y tú de ellos, no? "Pero si te piden tu autógrafo, o un beso, o alguna melodía y te duele tanto la cabeza, ellos merecen escuchar tu negativa, les debes una explicación y te aseguro que entienden" --Bueno, ¿y? --Y que esos tipos que se pasaron esperándote hasta que saliéramos por otra puerta del teatro y no nos reclamaron nada por quererlos engañar, tampoco te pedían un beso o que les enseñaras nada?" Y era verdad, confiesa Edith en boca del "hombre más tierno que me ha amado entre sus brazos" Y pone lo que le dijo Cerdán: "¡Si lo único que te están pidiendo es un autógrafo y a cambio de que les firmes es tu público y te van a rendir amor por siempre! ¿Crees que en los años que te quedan por vivir siempre tendrás esa fama de hoy? Yo sí creo que tu arte es eterno, pero piensa que actuando así, por leyes de un destino que no esperabas esa popularidad que mereces se esfuma o decrece, serás tú, la otrora Edith Piaf quien se quede esperando a que le pidan un autógrafo "Y ya no estarán ahí a la salida, pues te han dejado efectivamente, morir en paz"

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